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sábado, 20 de febrero de 2010
Marta Monteagudo-Azul, Provincia de Buenos Aires y Juan Carlos Vecchi-Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2010
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(Elemental Watson)
En incierto pueblo de Inglaterra, mucho antes del "había una vez...", hubieron cuatro poetas con el mismo apellido: Watson.
Supongamos que fueron Pepito Watson, Totei Watson, Flop Watson y Ting Watson; total, en el universo textual de la ficción se puede vender cornalito de la laguna Blanca Grande por paella valenciana.
Tres de los Watson supieron gozar de esa imprescindible, irremediable, creativa, reconfortante, salvadora, bendita, celestial y fiel soledad, cada uno en su casa (solamente, uno de los tres y a Totei Watson nos referimos, vivió con un gato y dos perros, dejando como antecedente, a esta altura del 'aquí todavía no pasa nada', que las mascotas no hablan); pero el cuarto, Ting Watson, se respiró -con ayuda de cantidades industriales de tubos de oxígeno -, los 66 años que su destino le había decretado, en absoluta compañía femenina: su mujer, tres hijas, cuatro gatas, tres perras, dos loras y... y su suegra.
Cada uno de los otros tres Watson escribieron bellos no, bellísimos poemas de amor compartido, de amor imposible, de amaneceres y pereceres, de añoranzas y bonanzas (incluso Pepito Watson le dedicó el poema "Todos los Bonanzas son gordos", al capítulo Nº3 de la serie tan famosa); por su parte, Ting Watson también logró escribir la primera estrofa de miles y miles de bellísimos poemas, pero never de los jamases pudo concluir ni un solo poema debido a las miles de miles interrupciones constantes y maleantes de aquellas muchas mujeres y mascotas y... y la suegra, pululando a los costados, encima, por debajo o al frente, incluso, en los últimos años de su angustiante vida, las dos loras se fueron a vivir a su hombro izquierdo (aún sabiendo que las personas tienen dos hombros, pero loras caprichosas ellas eran).
Lo que quedó como su legado más valioso al mundo de las letras fue un borrador escrito en papel de higiene (indicio que este poeta acosado tenía que esconderse en el baño para escribir sus versos), del cual ahora extraemos un fragmento muy significativo:
"Si yo fuese el Hacedor el mundo rebasaría de placeres, pero si pudiera corregirlo, haría mudas a todas las mujeres. Menos a mi suegra así sigue con su "blablablá" y entonces yo puedo hacerle desde lejos "pum, pum, pum" o de más cerca "fich, fich, fich" o "¡tuc, tuc, tuc!" (...)".
Y como indicio de que (¿y de qué), una noche, no lograron las femmes sacarlo del baño ni con una grúa mecánica, este poema galardonado y titulado "Estoy en el baño y descompuesto, me cayó de malis la ensalada de porotos salvajes con codorniz urbana", el cual ahora compartimos con ustedes, estimados lectores...
Si yo fuese el Hacedor
el mundo sería placeres
mas si lo hiciera de nuevo
haría mudas las mujeres.
Con la excepción pertinente
de que mi suegra sí hablase.
Disfrutando los parientes
el día que la matase.
Y si fuese excesivo
crear mujer que no hablase
les pondria un dispositivo
que aunque sea las apagase.
Ting Watson (baño; 04:38 hrs. Tirando la cadena...).
Gracias, querida Marta rondera por compartir con el Juanca esta historia absurda; como lector y de afuera, ahora me reí mucho más que cuando la creamos, noche a noche.
ResponderEliminarAbrazo (también para Graciela que se pasó con la ilustración que acompaña al relato).