La mujer bonita
Ante una mujer bonita, un hombre puede optar entre distintas actitudes.
Como espécimen masculino, no puede mostrar indiferencia; pues ello sería ingrato a su postura vigorosa, por él tan excelentemente valorada. De todos modos, por más bonita que sea este otro espécimen, no ve en ella más allá que el espectro que produce su sexo y el entusiasmo que éste le provoca.
Si ella, no ostenta a su mismo nivel otras condiciones que la jerarquicen, este hombrecillo es ciego a ellas.
Entonces, opta por halagarla en sus circunstancias femeninas y todo el potencial humano que ella sea capaz de desplegar, queda relegado a un segundo o mínimo lugar.
Esta es la suerte de muchos hechos sociales, donde la mirilla se cierra para considerar aspectos que sólo son comprensibles, por quienes ostentan su condición de dirigentes. Solamente otorgan valor, a lo que ellos consideran como válido y desechan o desprecian lo que no entienden.
Y, como no pueden mostrar fehacientemente esta carencia de comprensión, optan por el límite del halago; pensando que evitan así que “la comida se queme en la hornalla” y de esta forma poder seguir contando con la adhesión del subestimado.
Y, como no pueden mostrar fehacientemente esta carencia de comprensión, optan por el límite del halago; pensando que evitan así que “la comida se queme en la hornalla” y de esta forma poder seguir contando con la adhesión del subestimado.
Pero, por suerte, existen personas que tienen la capacidad de mirar en forma más comprensiva los hechos y no se contentan con el halago; sino que consideran su condición de ser reconocidos por su pensamiento y su tarea, por más que surja por fuera del abanico de despliegue, aceptado por aquél que se considera “más arriba”
Para muchas situaciones, me cabe y comparto esta reflexión. Y, anhelo pueda servir para que podamos considerar con mayor madurez e integridad los sucesos que nos acontecen.
¡Recién puedo ver esta publicación, amiga! Me honras con hacerl, muchas gracias y cariños, Graciela.
ResponderEliminar