EL ORDENADOR
El ordenador trabaja las veinticinco horas al día
y ocupa una extensión ancha y profunda
en su trabajo. Su apariencia exterior no
llama la atención pero él está aquí, presente,
funciona; y eso basta. Colorado, oscuro, ceniciento.
Qué más da. Presenta las aberturas principales
y por allí, como en rendijas, se guardan las claves
de su funcionamiento casi autónomo.
Podrían requisarlo, o trasladarlo,
o desguarnecerlo en un ámbito que no le
pertenece y seguiría en condiciones
de funcionar igual que siempre.
Su gran baza reside en que
no necesita un ámbito propio de actuación,
algo así como una dependencia concreta de la casa,
sino que es una pertenencia en parte nómada.
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