martes, 21 de febrero de 2012

Susana Osti-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


ARENA, SAL Y PIEL
    
     Las arenas rubias son bañadas por el mar……a veces verdoso otras amarronado.  La conchilla se adhiere a los pies, las gaviotas sobrevuelan por sobre las cabezas de los veraneantes. El agua fría calma los ardores de un verano tórrido.
     Recostada en su reposera, deja que el sol broncee su piel. Alejada del resto, concentrada en sus propios pensamientos, presta poca atención al bullicio que la rodea.
     Al caer la tarde se le hace insoportable el deseo de deleitarse con un café, acompañado por alguna literatura interesante.
     Siempre es la misma confitería, siempre elije la misma mesa. La rutina se repite cada mañana y cada puesta de sol. Pero este día algo distrae su atención. En la barra no está el dueño de siempre, consulta con el mozo y este lo confirma.
      Lo mira detenidamente. Al principio busca defectos, como es su costumbre.      Aunque lo encuentra bien arreglado, pulcro, por sus modos se nota que tiene educación.
      Su socio se acerca a ella para comentarle algo acerca de la iluminación  y de la falta de internet en el local. Hay interés en sus ojos, pero ella ya tiene puesta la vista  en el otro,  que desde lejos la mira, distraídamente. La observa.
      Una de esas mañanas,  Luciana entra al lugar cargada con su computadora, su agenda y su bolso de playa. Tropieza con un escalón, pero no alcanza a llegar al piso, las manos de Marcos la sostienen en el aire y la depositan suavemente en el suelo.
     Luciana comienza a reírse, un poco por su torpeza y otro por vergüenza. Marcos la acompaña hasta su mesa y le pide de compartir el desayuno.
     Hablan poco. Él la mira a los ojos, ella tiene un nudo en la boca del estómago. Una energía se irradia entre ellos. El brevísimo contacto de sus cuerpos generó una descarga magnética difícil de expresar. Sus bocas se humedecen, las pocas palabras salen torpes, atropelladas, mareadas, el cerebro se niega a ordenarlas. Hay un murmullo dentro de sus cabezas que no les permite pensar coherentemente.
     Él se levanta y le pide que la siga, ella automáticamente deja su asiento y lo acompaña, sin entender muy bien por qué lo sigue. Suben a un auto y parten sin más.
     Llegan hasta una casa en el medio del bosque.
     Al entrar, Marcos la recuesta suave pero firmemente contra la puerta, extiende sus brazos por encima de su cabeza, para poder verla enteramente. Pronto ella siente sus labios recorrer su cuello, su oreja y bajar hasta la unión de sus pechos. Percibe su olor a hombre en lo más recóndito de su cerebro.
     No comprende bien lo que pasa, no logra tener registro de donde está, todo a su alrededor ha desaparecido, solo experimenta ese extraño estremecimiento pocas veces sentido. Él le desabrocha la blusa y enérgicamente se pega a su cuerpo, le toma un seno con la boca y besa con sus labios húmedos sus pezones, que reaccionan rápidamente a su contacto, mientras su mano baja lentamente por su  vientre hasta llegar a su más extrema intimidad. Ella derrama el producto de su placer entre sus dedos. Pero inexplicablemente él se detiene, la mira, la toma de la cintura y la lleva al cuarto.
      La deposita sobre la cama.  Lentamente le va quitando las ropas y violentamente arranca las propias. No la toca, solo comienza a pasar sus labios cálidos desde los dedos de sus pies, subiendo por sus piernas hasta llegar a sus muslos y nuevamente se detiene.      
      Ella cree morir, su deseo se acrecienta, se ensancha, alcanzando extremos que le son difíciles de contener. Él sabe lo que puede lograr si la incita, seduce…… la enloquece.
      Ella busca con sus manos el miembro erecto de este hombre que toca cada centímetro de su cuerpo con una sensualidad salvaje. Todo es erotismo, puro sexo.  
     Sienten el placer del cuerpo ajeno que se amolda al propio como si siempre hubieran estado juntos. Esa rara sensación de pertenecer al otro,  pero que atrae más, porque se sabe  extraño.
      Ambos se funden en besos interminables, el ardor de sus labios los atrae cada vez más, los queman. Ella ansía que la posea en ese instante, pero la expectativa de lo inminente acrecienta el deseo todavía más. Él se contiene, quiere prolongar las sensaciones y llevarlas al límite.
     Luciana abraza el cuerpo masculino con todas sus fuerzas, algo se apodera de ella, algo que ni ella misma creía tener. Cuánta sensualidad, cuánto deseo de sentirse unida físicamente a ese desconocido que le hace palpitar las sienes, empapar su cuerpo, lanzar aromas.
     Por fin, Marcos se adueña de su interior, que acaricia sutilmente primero, locamente después. Se interna en sus profundidades dejando su impronta en cada arremetida. La pasión fluye de ellos de todas formas posibles. Se tocan, se miran, se huelen, se perciben, murmuran. Todos los sentidos están disponibles para llevarlos al mismísimo cielo……con apariencia de infierno.
      Se aman durante horas.
      Se encuentran cada mañana. Cada mañana es diferente pero tan enloquecedora como la primera. Descubren cada vez nuevos estímulos…… más y más sensibles. Cada espacio  de la casa recibe a los amantes solo para sus propios goces. Cada rincón es testigo de la pasión que los inflama. Todo tiene los olores del sexo que juntos compartieron.
     Sin admitirlo, cada uno espera esos encuentros como algo necesario, hasta doloroso.
     Pasaron los días y las semanas. Casi sin hablar, solo susurros, palabras obscenas dichas al oído. Cubiertos de aromas mezclados…… arena, sal y sexo.
     Los días lentamente comienzan a acortarse. El calor, en forma casi imperceptible, disminuye hasta que el verano llega a su fin.  Luciana vuelve a su vida habitual, Marcos cierra la confitería.
    La temporada termina, ninguno sabe nada de la vida del otro,  es innecesario. Se despiden como todos los días, pero saben que es el último, aunque cada uno lleva un registro en su memoria y en su cuerpo de los momentos compartidos.
    Quizás el próximo verano, los encuentre nuevamente, aunque ambos, sin decirlo, esperan que eso no ocurra.
    Saben que acuñar momentos casi ilusorios es preferible a querer repetirlos, y aguarlos.  Así como es deseable recordar esos instantes absolutos como un amor de temporada…… o ni siquiera amor.

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