El pelourinho
Salvador Bahía es
sin dudas la capital de la magia del contraste, de la música por la
resistencia, de la cultura africana en Sudamérica.
La ciudad, casi
como el status de la sociedad, se divide en dos, la alta y la baja.
El área más
antigua, que resguarda el patrimonio histórico protegido por la UNESCO, se encuentra en la
zona alta, desde la cual, los colonos portugueses podían advertir la llegada de
los barcos piratas.
La ciudad baja, en
cambio, se fue construyendo posteriormente a la Fundación de Bahía, es
la que reúne a la población de alto nivel adquisitivo, y se encuentra situada
frente al mar. En ella se ubica el puerto de todos los santos, el mercado
modelo y algunos viejos fuertes restaurados, además de modernos edificios y
hoteles lujosos.
“El Pelourinho” es el así denominado casco cívico de la ciudad colonial, conformado por
dos plazas, calles empedradas con subidas y bajadas, atelieres de arte,
escuelas de capoeira, ly una población mayoritariamente negra.
Cuentan los que
saben, que un pelourinho era una columna construida por el hombre, utilizada en
Portugal, en los tiempos de la inquisición, para castigar a los que eran
considerados criminales.
Durante muchos años
en la ciudad alta del Salvador, hubo pelourinhos donde mutilaban a los esclavos africanos, muchos de
ellos traídos de Angola, acusados por supuestos actos y o actitudes de rebeldía
hacia su injusta condición.
Es entonces extraño
que de este modo tan triste se denomine al centro de la capital, caracterizado
por las casas pintadas de diversos y alegres colores, el eco visceral que
vomitan los tambores, las iglesias viejas que se repiten en todas las cuadras,
las danzas de lucha y los artistas que intentan expresar la opresión padecida
durante siglos, con la reivindicación de su cultura afro.
Hoy día, caminar y
respirar las calles o largos del pelourinho, es una sensación de emociones
encontradas para el observador sensible a la historia del lugar y a la cruda
realidad.
Las mismas almas
que hace 500 años fueron traídas a la fuerza en condiciones infrahumanas para
trabajar como esclavas en la Bahía
de todos los santos, ahora parecen haber resucitado en las siluetas minúsculas
de los niños de la calle que transitan el centro histórico, buscando turistas
para pedir una limosna que les permita fumar un poco de crack y entre otras
desgracias, olvidar las palizas proporcionadas por la policía militar y
federal.
Estas crianzas,
como se les llama a los infantes, casi todas tienen menos de 13 años, portan
unos ojos grandes y chispeantes que se destacan en sus cuerpos desnutridos, y
andan descalzas mendigando monedas desde el mediodía hasta la noche, momento en
que se duermen donde caen desmayadas.
Cuentan los lugareños
que la policía deja zonas liberadas, y muchas veces son los mismos uniformados
los que hacen trabajar a estos niños en la delincuencia, pero si aparece un
denunciante o presencian un robo en plena plaza principal, apuntan a estos
pequeños con ametralladoras y los suben a los golpes al baúl del auto
patrullero para llevárselos quién sabe dónde y bajo el amparo de qué ley, a la
vista de una sociedad que si bien se expresa y se queja a través de la música,
la capoeira y el arte en general, se calla por miedo o por costumbre, ante
estos hechos que demuestran impunidad total para con los derechos universales
de los más vulnerables a este sistema perverso de la globalización, los niños
que quedaron marginados hasta incluso de las favelas, los que ya no se
identifican con ninguna clase social,
los que están fuera de foco del lente imperialista mundial, que transgrede las
políticas estatales de los países tercermundistas.
Por eso Salvador
Bahía es algo más que un crisol de razas y de cuerdas, o que un destino con
actividades culturales y playas de arena fina con aguas transparentes y cálidas.
Salvador Bahía es
un claro exponente de los pelourinhos que siguen existiendo en el siglo 21, y
que debemos erradicar profundizando un modelo incluyente y socialista que vele
por los derechos de todos y de todas, y no sólo por la seguridad de los
turistas.
Luciana: así es el mundo, no desaparece ningún estrato social, sólo hay que mirar las organizaciones sociales del reino animal. Besitos, me gustó el análisis. Tu amiga, Laura B.Chiesa.
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