Batigirl
Bajo el tinglado entre trastos, se
acomodó.
Allí en los días de lluvia, o cuando
el sol arrecia, se cobijan vacas y perros.
El lugar huele a estiércol y a tierra
quieta.
Era su lugar y el de los murciélagos
que duermen arracimados con los ojos abiertos. Se queda allí hasta la hora en
que despiertan, cuando la noche y un andar triste atraviesan el campo.
Se ve
a través de troncos separados, improvisadas paredes, el sendero que
lleva a la casa. El regreso del hombre y el estado de cordura en el que llega.
No quería toparse con él ni con el andar
autómata de su madre.
Solo volvió a ver una
expresión, expresión de espanto, en su rostro desacomodado por los
golpes, la otra tarde cuando el hombre la toqueteó con sus manos preñadas de
brutalidad.
En la penumbra fresca, a pesar de los rayos del sol que golpean la
chapa, observa a los murciélagos. Son
sus amigos, ella se entiende con ellos en ese duermevela y pide
un bello vestido de murciélago.
Desea ser como ellos, silenciosos cazadores de la noche, bebedores de pequeñas
gotas de sangre a los dormidos animales del campo.
Un vestido de piel de murciélago para
transformarse en una batigirl, para encontrar a
Batman en la fiesta de la escuela del sábado y con él vencer al hombre
malo y limpiar la casa y el campo, de
terror, lágrimas y sombras y traer a su padre de aquel zanjón del desaguadero
donde quedó con los ojos helados mirando el cielo, sobre la tierra enrojecida
con su vida, pero Batman esta lejos, muy lejos en ciudad Gótica y no sabe
de ella.
Se quedó dormida; despertó sintiendo el andar triste de la
sombra sobre el campo. Una vaca a lo lejos muge, y el rumor imperceptible del
aleteo de los murciélagos que se aprestan a dejar el tinglado.
Los ruidos del silencio se aprietan
en la nada con los gritos desesperados de su madre. La mujer donde ese hombre
desaloja su oscuro resentimiento.
Entonces se reconoce vestida con un
espectacular traje de piel de murciélago, manos con filosas uñas, mientras se
le ajusta al rostro una capucha que solo deja al descubierto sus ojos.
Al extender los brazos y las esbeltas
manos, alas como una enorme capa que la impulsan hacia arriba.
De un salto llegó a la casa.
El cuento, además de parecerme hermoso, me impresionó.
ResponderEliminarY me dejó pensando, que debe ser el fin que buscan los relatos...
¡Muy bueno!
a veces pasa eso, ¿no?, nos inventamos personajes, situaciones, lugares, y hacemos lo posible por creernos nuestras propias mentiras,
ResponderEliminarmuy buen relato, Esther, felicitaciones,