domingo, 24 de junio de 2012

Stella Maris Taboro-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2012


Rosas amarillas



Como un paisaje nocturno su figura delgada, cubierta de luto salió de la casa cercana al mar .
Desde hacía una semana caminaba por la costa arenosa , mirada distante y profunda como poesía lírica,mirada que se perdía confundiéndose en la bruma.
 Cargaba en sus pasos cansados el peso de la ausencia.
Mariana Ortiz Pauliucci, había vivido días de entrañable relación, digamos de febril vínculo amoroso con Baulieurou , escultor que conociera en la playa cuando él la descubre casi libre de ropas, con apenas un finísimo y transparente lienzo celeste que la envolvía al azar.
 Desde aquel día vivieron juntos hilando como orfebres una relación extraña, entre ella , que venía de soledades selladas después de la guerra que la arrojó al mundo sin vínculos familiares y él un eximio escultor mucho mayor que ella. Recordaba su habilidad creando desde un trozo de piedra sin sentido. Sus palabras suaves como las formas que creaba, sus ademanes gentiles y delicados como vuelo de mariposa. Pero él se había hecho estrella , silenciosamente , un anochecer del viernes último del verano. Apenas un tierno beso fue lo último sentido por Baulieurou. Él , que había sido su sostén, una red maravillosa , sutil como luna de agua , ya no estaba. Por eso volvía a la playa ,buscaba sanar su alma y sumergirse en sueños de nuevas auroras.Intentaba contemplar el mar inquieto y oir en sus olas , los susurros de él , los mitos relatados en noches sin luna. Abandonó la morada que compartieran,no quería seguir en ese lugar que ya no tenía sentido sin él. La última luz del atardecer iluminó su ojos jóvenes y tristes poblados de desconsuelo. Se encendió en su recuerdo la visión del manto de rosas amarillas sobre el lecho, ritual que estallada en los momentos fulgurantes de amor. En cuántas ocasiones le había preguntado por qué rosas amarillas, pero él juntaba a su silencio cientos de ternuras y besos y ya no interesaba una respuesta. Hasta las tazas del desayuno lucían rosas amarillas y el perfume de esa rosas quedaban en la piel después de cada baño. Sola, más sola que nunca buscó tranquilizarse ,pero las rosas amarillas la acompañaban en el pensamiento. Junto a la lámpara de pie , había quedado un viejo baúl que el escultor guardaba celosamente . A Mariana le asaltó una idea, buscar el candado para abrirlo,para conocer qué se guardaba allí. En la tapa un relieve en oro destacaba a dos ángeles sosteniendo una rosa amarilla. La luz de la gran chimenea, a las 11.00 salpicaba sobre ellos con más fuerzas los días de sol. Cuando entró, quizás por última vez a la casona, buscando el candado , la enorme araña que pendía en el salón donde estaba el misterioso baúl comenzó a balancearse formando un círculo que despedía aroma de rosas. Intentó mantener la calma y tan quieta quedó que parecía una de las bellas estatuas que nacieran de manos de Baulieurou. La araña de complicados arabescos seguía girando cada vez más lenta pero continuaba reflejando sombras de exuberantes formas. Extasiada, Mariana quiso danzar como lo hacía ante él cada amanecer. Eternamente como el mar, seducirlo hasta la locura. Finalmente la quietud , la araña dejó de emanar perfumes , dejó de moverse. Nuevamente , la asaltó el impulso por hallar el candado. Se acercó a la mesita donde había decenas de caracolas, tomó una de ellas, la acercó a su oído derecho y una voz deshilachaba le indicó donde podría hallarlo. Las campanas del templo cercano sonaban más alegres y un soplo de polen se adhirió al vidrio de la ventana principal. Afuera el sol, supuraba su oro. Abrió el baúl y un aroma sutil de rosas la envolvió.Adentro dormía un libro grande de tapas de cuero con rosas amarillas repujadas . Mariana temblaba, lo sostenía y pasó muchas veces sus manos sobre esos bajorrelieves, ante se abrir el libro. Quiso recorrerlo,no allí, sino afuera, en la playa , en ese lugar donde lo había conocido. Leerlo. Beberlo palabra a palabra. Allí , en la arena ,bajo un sol ardiente,Mariana abrió el libro y entonces afloraron miles de rosas amarillas. Ella quedó cubierta de pétalos. Se adhirieron a su joven piel formando una túnica bellísima . Pero algo más había en ese libro: un poema... Cuando me vaya de este suelo, mi princesa Mariana hallará consuelo, estará mi alma en cada pétalo amarillo y en ellos estará mi amor en brillo, permanente como el cielo. No sentirás mi ausencia porque estará mi presencia en los aromas sembrados en tu piel, son mis sentimientos de miel fundidos por siempre en tu ángel, y andarás vestida de rosas amarillas como alguna vez tu cuerpo esculpí...

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