Desde el palco
Las sillas de raso bordó fueron
testigos
de la época dorada del flamenco
y la zarzuela,
cuando una familia española,
madrileños o canarios,
como noche de verbena
disfrutaba, previa a la cazuela.
La balustrada barroca, muy
dorada y brillante,
recibió también a los oriundos
de Italia,
que aplaudían sin parar desde el
instante,
en que el esforzado barítono
finalizaba el aria.
Y las cortinas que separan el
ambiente,
para descansar en cada acto y
sacarse el saco,
compartieron la emoción de
un ruso o descendiente,
con la tijera acrobática del
marcial ballet cosaco.
Hoy, desde el palco más cercano
al escenario,
de aquel viejo teatro que fue su
propia historia,
un anciano acomodador,
desocupado y sin horario,
recuerda emocionado aquellos
días de euforia.
Mañana habrá otro público dentro
de la sala,
sin entradas por cortar, ingreso
libre y gratuito.
Faltará la música que vibraba en
otra escala
y cantarán “a capella” Los
Hermanos de Cristo.
luis, hermoso recuerdo de otra época, donde la cultura tenía su valor y su respeto, sin discriinaciones. te felicito. susana zazzetti.
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