UNO
Uno al principio
está tan enamorado ¡Ah! El amor. Respira para ella, le dedica cada segundo. La
sueña en ausencia y sueña con ella, a su
lado. Y uno siente un faltante lejos de ella como si a su cuerpo le saliera un
apéndice, que es el otro cuerpo. Como si a su alma le saliera un apéndice, que es la otra alma.
Y uno no puede respirar ajeno a esos apéndices.
Y después, el
convivir, los problemas, la rutina, el tiempo…, La vida.
Y un día uno toma
conciencia de su alma invadida. Se siente asaltado por la evocación de la
antigua libertad. Uno comienza a ver lo que “hubiera sido”, lo que “no fue”. A
uno le agarra un ataque de libertad, un derrame
de congoja por recuerdos que no tienen lado oscuro (o uno no lo quiere
ver).
Y es como una
enfermedad. Crece a cada minuto. Uno se la pasa mirando para afuera. No hace
miradas interiores enmarañado entre las hebras del capricho. Ve todos, todos
los defectos.
Uno no recuerda, no
quiere recordar el empeño compartido con “pan y cebolla”, los ahorros
hambrientos del inicio, los momentos de mutuo apoyarse y hacer barricada común.
Uno adquiere por arte de des-magia una memoria muy selectiva y se reencuentra
con el viejo amor del egoísmo. Uno ya no piensa. Planea, quiere liberarse. Mira
a los demás, envidia, Se decide.
Y uno, amparado por
la madrugada se levanta sigiloso, verifica los ronquidos. Se para, toma las llaves, escribe una esquela
chorreante de reproches y justificaciones. Ya se ha afeitado, se ha vestido, ha
tomado todos los enseres imprescindibles y está a punto de abrir la puerta de
calle. Introduce la llave, la va a girar. Está por irse, escaparse, evadirse.
Y entonces uno
escucha pasos, pequeños pasos y enciende la lámpara del comedor.
—Voy a hacer pis
¿Me prendés la luz del baño?
—Si me das un beso.
Y uno recibe el
pequeño beso. Alza y lleva a su hijito al baño y luego a su habitación y lo
acuesta.
Y parece que pasó
un eclipse de luna. Que el sol se libera del círculo negro que sólo dejaba a la
vista su borde externo.
Uno rompe la carta
que escribió hace un momento y es como si escribiera otra carta nueva, en
revés, en negativo. Se desviste. Vuelve a la cama. Besa a su mujer, que casi se
despierta y se da vuelta. Y se duerme nuevamente con una sonrisa.
El trasuntar del diario vivir, es en este relato excelso, el espejo de todos nosotros.
ResponderEliminarClaro que lo puede lograr una pluma plasmada de un largo y profundo vivir como el de Marcos.
Nos queda esperar futuros relatos o cuentos para el vernos en ellos.
Además del enorme placer de poder leerte.
Abel Espil
Marcos me gusto mucho.Muy buen relato que transcurre desde lo idilico del noviazgo hasta el rutinario compartir diario y como siempre los niños pueden con nuestro tiempo,gustos vida y alma. ZULY
ResponderEliminarMarcos me gusto mucho.Muy buen relato que transcurre desde lo idilico del noviazgo hasta el rutinario compartir diario y como siempre los niños pueden con nuestro tiempo,gustos vida y alma. ZULY
ResponderEliminarMarcos:
ResponderEliminarEste es un relato que llega a lo más interno. Cuenta una historia común a la vida en pareja, siendo casi siempre los hijos los que apaciguan las tormentas. ¡Y está tan bien resumido! Mi admiración como siempre.
Un buen texto que refleja muchas cotidianidades y con un final sorprendente. Delicioso de leer desde el principio.
ResponderEliminarSaludos