martes, 25 de septiembre de 2012

Margarita Rodriguez-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2012

COLOR CARBÓN

El carbón había impregnado su piel. Había penetrado por los poros y llegado hasta la sangre a través  de los vasos capilares. Una vez en el torrente principal, cientos, miles, tal vez millones de partículas negras eran transportadas por ésta y depositadas en cada uno de los órganos que formaban su cuerpo. Así día tras día, año tras año a lo largo de toda una vida.
Poco a poco, esas moléculas fueron invadiendo y reemplazando otras sustancias del cuerpo como células y fluidos. Como es propio a su naturaleza las partículas se fueron fusionando, lo que terminó finalmente con su vida después de haber transformado todo el cuerpo.
Murió de pie, trabajando en la mina, medio inclinado hacia adelante. Lo sacaron entre cuatro compañeros pero no pudieron enderezarlo. El problema era que no podían ponerlo en ningún ataúd porque al estirarlo se quebraba. Notaron que en esa posición era muy resistente.
Finalmente lo llevaron a la plaza del pueblo y con él hicieron el monumento al minero. Luego todos festejaron.

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