EL PARTIDO
DE LA HISTORIA
Era el
momento preciso. Los arcanos se reunieron para determinar el futuro de la
tierra. Se venía el Juicio de la humanidad. La luna estaba en su cuarto
menguante y cumplía el número de vueltas que había sido determinado. Los planetas
se encontraban en la posición óptima. Todo estaba previsto desde antes del
tiempo y hasta después del tiempo, que era ahora.
Se citaron
declarantes de los distintos siglos de la historia humana. Algunos eran hombres
y mujeres de éste mundo. Otros eran observadores de otros planetas. Todos
afectados, en distintas formas, por los
acontecimientos que se iban a debatir.
— ¡Que
vayan pasando los testigos, y que los secretarios tomen notas!— dijo el anciano
mayor.
Uno a uno
se fueron presentando:
Explicaron
cómo, con mucha dificultad, desde un cerebro de primate, un poco más desarrollado que el de los otros
simios gracias a la ingesta de carne, el hombre se hizo el camino hacia su
dominio sobre la tierra y sus criaturas. Al principio eran cazadores cazados,
como muchas otras especies. En un momento, cuando fueron capaces de forjar
herramientas y armas, ya no tuvieron competencia. Después se mataron entre sí,
los unos esclavizaron a los otros, incluso las hembras de la especie fueron
sometidas.
Pero inventaron
la música, la filosofía, trataron de explicar su mundo desde la ciencia.
Formalizaron sus pensamientos, inventaron las matemáticas. Realizaron enormes
monumentos y preciosas obras de arte. También hubo grandes individuos, héroes
de la humanidad. Muchos que dieron su vida por sus congéneres, muchos que
ayudaron a salvar millones de hombres, mujeres y niños, que se empeñaron por la
conservación del planeta, por la fauna y
la flora silvestre…
Los
observadores interplanetarios advirtieron, preocupados, sobre el uso de armamentos que amenazaban el espacio. La
raza humana había avanzado muy veloz y
su rapidez de desarrollo no les dio tiempo a madurar y hacerse suficientemente
responsables.
Y siguieron
los alegatos. Miles fueron exponiendo sus razones, unos a favor, otros en
contra. Unos querían defenestrar a la humanidad terrestre y otros la querían
elevar a la categoría de ángeles.
Los ancianos no encontraron más
razones de un lado que del otro. Deliberaron una eternidad, o algo parecido, en
un espacio de existencia sideral ¿Cómo decidirían la continuidad del mundo o su
destrucción? Volvió a hablar el más venerable:
—Dejemos
que los hombres defiendan su perdurabilidad de una manera esencialmente humana.
Disputarán un partido de fútbol, su deporte preferido, su pasión. Jugarán contra un equipo de arcángeles que
seleccionaremos entre los más hábiles. Nuestros seres celestiales les llevarán
la ventaja de las alas, de todas maneras ajustaremos las reglas para que los
vuelos no sean muy pronunciados y les permitiremos a los terráqueos que
seleccionen a los mejores entre los suyos.
Se
eligieron dos seleccionadores, Pepe Guardiola y Carlos Salvador Bilardo. El
entrenador de arqueros era José Luis Chilavert.
Se
presentaron los dos equipos en la cancha. Todos sabían lo que estaba en juego.
Después de los saludos de rigor, el árbitro revoleó la moneda y movieron los
celestiales.
En el
primer pase Cafú cortó la trayectoria de la pelota y se la tocó al arquero Fillol quien la sacó corta, con
las manos, para Johan Cruyff. El holandés intentó un pase en profundidad para
Zidane. El balón fue interceptado de cabeza por un arcángel, que lo desvió al
costado. Como una tromba apareció Maradona, gambeteó a tres defensores alados y
con la zurda le puso la pelota en el pie a Messi. Lionel, sin hacer la
pausa, por la izquierda de la línea
defensiva pasó entre cuatro y fusiló al arquero, que voló, con muy extraña
comba y sacó, impunemente, el esférico, del
ángulo.
Así se
repitieron las jugadas todo el primer tiempo. Los ángeles y arcángeles estaban
dotados de una enorme agilidad, pero
constantemente eran superados por las habilidades y picardías humanas.
El árbitro
y sus ayudantes no se mostraban demasiado neutrales. Así fracasaban las
protestas sobre cabezazos demasiado altos, uso indebido de las alas y algunas
manos y movimientos prohibidos disimulados por los apéndices de los querubes.
A los
treinta y cinco minutos del primer tiempo, Un arcángel aguerrido se elevó más de lo que autorizaban
las reglas y con un cabezazo violento casi rompe la red de Fillol. Uno a cero.
En el
segundo tiempo, Ruggeri tocó rápido desde el área propia a Carlos Alberto, el
brasilero jugó con Messi, que tocó corto a Pelé. El negro amagó un cabezazo y
cuando el enorme arquero saltó con las alas desplegadas para interceptar la
pelota, la bajó con el pecho y sin dejar que
tocara el piso la clavó abajo, rasante,
al medio del arco. Uno a uno.
En otra
jugada, Maradona recibió un pase larguísimo de Daniel Pasarella, que había
robado del medio del área propia, la pelota se le escapaba y con su puño pegado
a la cabeza corrigió el defecto de la trayectoria. El balón venció al arquero
pero el árbitro vio la mano y no cobró. Después, Messi y Maradona hicieron dos
jugadas idénticas, uno por derecha y otro por izquierda, como en un
espejo, y desparramaron uno a seis y
otro a siete contrarios. Pero en ambas jugadas, el arquero, ya vencido,
rectificó su vuelo y les atajó dos goles imposibles de atajar.
A los
dieciséis minutos, robó Maradona e hizo una pared con Lionel. El Diego
recibió la devolución y con un zurdazo
de trayectoria increíble, hizo que el balón pasara entre las piernas del
guardavallas y se depositara tranquilamente en el fondo de la red. Por primera
vez iban los humanos en ventaja.
Tres
minutos más tarde, otro cabezazo furtivo y sospechoso de un alado en posición
por lo menos dos metros encima de lo permitido, puso las cosas dos a dos.
Ubaldo
Matildo Fillol cayó contra el travesaño cuando descolgó una pelota que iba al
ángulo y se golpeó la cabeza. Lo reemplazó Oliver Kahn. El teutón voló los
últimos quince minutos de punta a punta de los tres palos. Perfumo, Maldini y
Beckenbauer tapaban aquí y allá. Muchas veces el arco de los humanos estuvo
cerca de caer.
En tiempo
de descuento, Dunga trasladaba el balón y vio un claro a la izquierda del área.
Tocó a Mascherano, que trianguló con el Kun Agüero y el arquero, por una
extraña razón, a propósito, se quedó parado.
Fue tan
obvio el descuido, que los delanteros que acababan de vencer la meta se quedaron
parados y tardaron varios segundos para gritar el gol. El error del
guardavallas era inexplicable.
Tal vez los
motivos de la falla no fueron
futbolísticos. Hay que pensar en el amor que desarrollaron los querubes por la
raza humana. Durante toda la historia anduvieron los ángeles cuidando a la
humanidad.
El partido
terminó tres a dos. Vencieron los hombres. En el banco de suplentes se
abrazaban, Paolo Maldini, Nelson Gutierrez, El conejo Tarantini, Carles Pujol,
Héctor Chumpitaz, Kroll, Milton Santos, Beckenbauer, Ronaldo, Ronaldinho,
Lothar Matthaus, Puskás, Garrincha, Van Basten, Carlos Tevez, Enzo
Francescoli, Diego Forlán…
El Gran
anciano le guiñó un ojo al guardametas alado y lo palmeó en su ala izquierda.
Los arcanos deliberaron un gran rato y se dispusieron a otorgar el libre
albedrío de la humanidad por un millón de años más.
Marcos: Me deslumbró tu imaginación. El relato pormenorizado de la historia de la humanidad y el partido con los arcángeles. ¡Menos mal que no llegaron los "Barra Bravas"! Buenísimo y sobre todo, muy original.
ResponderEliminarMarcos, si no hubiera sabido que este cuento te pertenecía, nunca lo hubiese imaginado. Muy creativo,cálido, interesante y esperanzador. Muy buena narración, como siempre. Un abrazo, Cecilia.
ResponderEliminarInteresante y magnifico
ResponderEliminarEl dominio de la narración se acompaña de un profundo ritmo. El lector queda atrapado por la excelsa pluma de Marcos.
ResponderEliminarLástima la ausencia de Corbatta, Pizutti y Maschio.
No importa.El escritor es respetuoso,
al ofrecernos la originalidad de un relato, que quizás podríamos presuponer que el Angel Roberto Fontanarrosa revolotea en el mismo.
Abel Espil