TRES
CORAZONES
Germán despertó temprano esa mañana,
la noche anterior había dejado el bolso preparado en el living. Encendió el
televisor, preparó el desayuno, puso en la mochila los lentes, la cámara de
fotos y el celular. Mientras tomaba el café se enteró del estado del tránsito.
Los días previos, la autopista estuvo congestionada a causa del recambio
turístico, pero el domingo pintaba tranquilo, por lo menos para la ida. Cerró
el departamento de Núñez con llave, se dirigió a la cochera, puso el Gol en marcha
y partió hacia Gesell. Allá lo esperaban sus amigos.
Pilar ayudaba a sus padres a terminar
de empacar, acomodó los alfajores en un bolso. Estaba bronceada y con el ánimo
renovado después de unos días
espléndidos en Mar del Plata. Lamentó no poder disfrutar de unas horas
más de la playa. El lunes debía rendir un examen muy importante, por eso
decidieron partir temprano. La ruta estaría congestionada por ser domingo y el
trayecto a Resistencia era muy largo. Revisaron el departamento por si quedaba
algo sin guardar, bajaron los bolsos y subieron a la Ford Ranger. Ella se
acomodó atrás con su hermano.
Facundo dispuso las últimas cajas de
huevos en el piso de la chata. También la máquina que le había encargado su
padre para reparar, quien lo esperaba en el pueblo. Ya había hecho dos viajes y
luego de este, pensaba dejarle la camioneta y quedarse en la casa de su novia.
Esa noche de carnaval había baile en el club. Apuró el último mate que le
alcanzó su madre y se despidió. El sol brillaba bien alto en el cielo. Al
acercarse a la ruta un monte de álamos le daba la bienvenida, y apretó el acelerador para ganar tiempo.
El encuentro fue terrible. El micro
que precedía a la Ranger
pasó a escasos segundos por la
intersección. Otro auto que iba a la par de ésta, del lado de la banquina,
salió de la ruta con una brusca maniobra, pero la Ford no pudo evitar la
colisión y ambos vehículos, en un abrazo infernal fueron arrastrados hasta la
mano contraria en el momento exacto en el que el Gol aparecía, incrustándose de
lleno contra la puerta lateral de la chata.
La madre de Matías rezaba arrodillada
en la capilla de una clínica de Mendoza. Las horas de su hijo estaban contadas.
Dado los últimos desenlaces, los médicos pidieron al INCUCAI que lo colocaran
primero en las listas de emergencia. Ella no sabía si al día siguiente vería a
su hijo con vida. En la semipenumbra del recinto, una voz en su interior le
decía que no perdiera la esperanza, cuando el sonido del celular la substrajo
de sus oraciones. En la tenue luz de la pantalla leyó: “Un corazón para Matías ya
está en vuelo hacia Godoy Cruz”.
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