miércoles, 2 de enero de 2013

Nora Coria-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2012

IDENTIDAD

Donde la lluvia es nostalgia y la soledad escucha los velados sonidos que el tiempo emite, existen pueblos antiguos.
Han echado raíces en los cerros, a orillas del Altiplano, donde el cielo es el milagro y el río es un misterio.
Los he visto con el sol generoso del mediodía y en la clara quietud de noches consteladas. Habitan entre pircas ancestrales, permanecen como paradigmas incorruptibles, siempre en pie; soportan recuerdos punzantes que evocan ausencias.
Son promesantes del sol, peregrinos de la altura, enemigos férreos de la sombra, respetuosos del silencio, custodios inflexibles del pasado. Honran la Tierra y su destino es eterno.
En secreto van trepando las laderas. Con constancia milenaria avanzan, aún en las noches más oscuras; cuando la luna se hace cómplice, se encaminan y se elevan.
 ¿Cardones? ¡Así se empeña en llamarlos la gente!
Pero yo los he descubierto prosperando sin prisa, a plena luz. Juro que los he visto y que ellos me han reconocido anhelando mis raíces… y me han llamado.
¡Es cierto que ascendí con ellos y hemos sorteado las mismas piedras y me han alentado a vencer cada repecho!
Puedo afirmar que en las tardes en que el viento se hace música, cuando roza sus espinas, de sus voces melodiosas surgen verdades, como antiguas plegarias desde el punto clave de la Historia.
Una noche luminosa he acudido a la cita. Pude oírlos. No gritan ni susurran. Simplemente me han nombrado en la lengua originaria.
¡Desde entonces yo comprendo tantas cosas! 



Decide tu nombre

Concibe el horror aunque no te sea propio.                                     
Piensa en el horror y no te desvanezcas.
Imagina sin temor al asesino, o aviva tu memoria.
Siéntete hermano, madre y padre del inocente que añoran.
Extraña como amante o como hijo sus abrazos y sus juegos.
Evoca sus sueños y sus risas como lo hace un amigo.
¿Prefieres ser por un momento, él inocente muerto?
¡Decide tu nombre, entonces! Todos son un mismo signo.    
Sé Diana, Daniel, Miguel, o Luciano...
Todos ellos jóvenes hilando ilusiones.
Yo elijo ser “Ata”, Atahualpa, el de Viedma,
de sangre Mapuche unida a la Aymara.         
Aún muerto por la espalda, yo sigo entre el pueblo.             
Siento manos juntas hechas corazones.
Buscan las verdades que otros mal silencian.
Van con dignidad a arrancar las vendas
que cubren los ojos en los tribunales,
y a cargar con fuerza sobre la balanza
a todas las víctimas que esperan justicia.
Conmigo andan Maxi, Darío, Mariano,
y el profesor Fuentealba...
¿Cómo hablar por todos y encontrar palabras?
¡Ay, Pachamama, kusilla, kusilla!
Me decían Ata, yo soy el de Viedma.
Atahualpa, dicen, se pone por nombre               
al que llega de lejos, para contar algo...
En voz de poeta yo rompo el silencio.
Sé que no estoy solo. Sé que hay esperanza.
¡Marichiweu! ¡Jallalla! ¡Jallalla!                         


Nora Coria en “Versos Vitales” y www.noracoria.blogspot.com


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