IDENTIDAD
Donde la lluvia es nostalgia y la soledad escucha los velados sonidos
que el tiempo emite, existen pueblos antiguos.
Han echado raíces en los cerros, a orillas del Altiplano, donde el cielo
es el milagro y el río es un misterio.
Los he visto con el sol generoso del mediodía y en la clara quietud de
noches consteladas. Habitan entre pircas ancestrales, permanecen como
paradigmas incorruptibles, siempre en pie; soportan recuerdos punzantes que
evocan ausencias.
Son promesantes del sol, peregrinos de la altura, enemigos férreos de la
sombra, respetuosos del silencio, custodios inflexibles del pasado. Honran la Tierra y su destino es
eterno.
En secreto van trepando las laderas. Con constancia milenaria avanzan,
aún en las noches más oscuras; cuando la luna se hace cómplice, se encaminan y
se elevan.
¿Cardones? ¡Así se empeña en
llamarlos la gente!
Pero yo los he descubierto prosperando sin prisa, a plena luz. Juro que
los he visto y que ellos me han reconocido anhelando mis raíces… y me han
llamado.
¡Es cierto que ascendí con ellos y hemos sorteado las mismas piedras y
me han alentado a vencer cada repecho!
Puedo afirmar que en las tardes en que el viento se hace música, cuando
roza sus espinas, de sus voces melodiosas surgen verdades, como antiguas
plegarias desde el punto clave de la Historia.
Una noche luminosa he acudido a la cita. Pude oírlos. No gritan ni
susurran. Simplemente me han nombrado en la lengua originaria.
¡Desde entonces yo comprendo tantas cosas!
Decide tu nombre
Concibe el horror
aunque no te sea propio.
Piensa en el horror
y no te desvanezcas.
Imagina sin temor al
asesino, o aviva tu memoria.
Siéntete hermano,
madre y padre del inocente que añoran.
Extraña como amante
o como hijo sus abrazos y sus juegos.
Evoca sus sueños y
sus risas como lo hace un amigo.
¿Prefieres ser por
un momento, él inocente muerto?
¡Decide tu nombre,
entonces! Todos son un mismo signo.
Sé Diana, Daniel, Miguel, o Luciano...
Todos ellos jóvenes
hilando ilusiones.
Yo elijo ser “Ata”,
Atahualpa, el de Viedma,
de sangre Mapuche
unida a la Aymara.
Aún muerto por la
espalda, yo sigo entre el pueblo.
Siento manos juntas
hechas corazones.
Buscan las verdades
que otros mal silencian.
Van con dignidad a
arrancar las vendas
que cubren los ojos
en los tribunales,
y a cargar con
fuerza sobre la balanza
a todas las víctimas
que esperan justicia.
Conmigo andan Maxi,
Darío, Mariano,
y el profesor
Fuentealba...
¿Cómo hablar por
todos y encontrar palabras?
¡Ay, Pachamama,
kusilla, kusilla!
Me decían Ata, yo
soy el de Viedma.
Atahualpa, dicen, se
pone por nombre
al que llega de
lejos, para contar algo...
En voz de poeta yo
rompo el silencio.
Sé que no estoy
solo. Sé que hay esperanza.
¡Marichiweu!
¡Jallalla! ¡Jallalla!
Nora Coria en “Versos Vitales”
y www.noracoria.blogspot.com
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