Busco en mi interior
Quizás halle mi lámpara
Dentro de la oscuridad
Se hallan recuerdos muy íntimos
Puedo en mi ventana
Escuchar asombrada
Un mensaje de su cristal
Y sabría que no puedo sollozar
Necesito mucho coraje
Para reír en tinieblas
Debiera tomarme tiempo
Para descubrir cuantos
Caminos no conocí
Recuerdo cuando desde lo alto
De la loma
Pensé bajar rodando
Tal ves aquel día que no
Me presente en una fiesta
Creyendo que mi atuendo
Era sin importancia
Me detengo
Ahora si voy a llorar
Por los senderos
Que perdí.
Tres personajes
Recuerdo bajo el sol
del verano, desde la ventana con largas cortinas… dibujos de ángeles, todas al
crochet… mirábamos asombradas como venía por la callecita, rodeado de
chiquilines, el organillero con su musiquita y sobre él un loro. Las señoras
curiosas buscaban que la cotorrita les leyera la suerte… Doña Ana decía: este
pajarraco está loco, “me anuncia un viaje”.
Cuando la mucama de
los Nuñez, Inés recibió del pico de la lorita un papelito rosa con sus mejillas
que sonrojaron de vergüenza, mientras leía “que tendría sorpresas”.
La musiquita del
organito se fue alejando, ya atardecía, las nubes iban escondiendo al sol. La
frescura se anticipaba a la noche.
Pasado unos días,
Doña Ana, muy sofocada anunciaba a las vecinas que su hermana le había mandado
el pasaje en tren para visitarla en San Antonio de los cobres, provincia de
Chubut. Era la última parada del ferrocarril Roca, allí vivía con su esposo,.
Doña Ana gritaba con alegría: ¡conoceré a mis sobrinos!
¡Qué extraño! Inés
tuvo la sorpresa de su madre, junto al que fue su novio “por carta” (se
conocían desde chicos). La llegada de ambos fue inesperada. El barrio estuvo de
casorio y todos los purretes gritaban: padrino pelado tirá moneditas. Los
presentes arrojaban arroz como símbolo de prosperidad.
Desde entonces
siempre mirábamos por los ventanales las piruetas de los pibes detrás de la
musiquita que aún suena en mis oídos, como ecos de mi niñez.
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