domingo, 23 de junio de 2013

Ángel Catalano-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2013


CAMINANDO EN LA SELVA

        Era clara la mañana, las sensaciones vividas en esos días en Santa Inés, hermoso lugar de Misiones, tierra colorada, de suelo accidentado y bien regado, eran incontables y sorprendentes…
        Montados en caballos súper mansos, salimos de la casa. A lo lejos se divisaba el monte. Promesa de árboles, flores, animales, pájaros, aventuras…
        En el camino saludamos al “olero”, así lo llamaban al que fabricaba ladrillos, más allá nos encontramos con el arroyo Negro, cuya agua límpida contrastaba con su nombre y permitía contemplar el divertimiento de los peces… los caballos acostumbrados a cruzarlo no necesitaron que los azuzáramos…
         Nosotros al monte le llamábamos la “selva”, así nos impresionaba, claro nunca habíamos estado en un monte, naturalmente tampoco en la selva…
         No sabemos cuanto tiempo insumió el paseo de ida,  llegamos al final de la ”selva” por aquel sendero, sin haber visto nada,  sin que hubiera ocurrido nada de todas las cosas que temíamos… nos bajamos de los caballos, tomamos agua, miramos el cielo, nos acarició la brisa. Y aprendimos, no debemos imitar a los que inventaron el miedo…
        ¿Qué había cambiado? El estado de ánimo, el pensamiento, el haber comprendido que hay menos peligro transitando por un sendero de la “selva” que cruzar una calle de la ciudad…
         Luego subimos nuevamente a los caballos, Marisa a la grupa del caballo del abuelo, Clarisa acompañándome a mí. Retomamos el sendero. Comenzamos el regreso.
         El temor había sido superado, la curiosidad nos embargaba.
        ¿Usted vio alguna vez volar a los picaflores? Quizás si de a uno ¿Y de a dos? ¿Diez? ¿Muchos a la vez? Si responde que si, coincidirá conmigo que  es una maravilla, si a eso le agrega que ve como corre un venado en su hábitat, ya son dos maravillas. Y si contempla como sube a un árbol un mono, más allá a una “bicha”, luego ve árboles que nunca había visto, enredaderas, orquídeas, pájaros de todas las formas y colores, por ejemplo garzas, loros, zorzales, cardenales,  además lagartos, osos hormigueros, carpinchos, nutrias, hasta un guará-guasú…interminable la lista.
         En medio de todo eso, Usted ¡Y nadie le cobra entrada! El sendero se amplía, se reduce, aquí se nota la tierra colorada, allá el verde es más verde, uno creía que los colores eran siete, mire, en la “selva”, son muchos más.
          Uno quiere que el sendero no termine nunca, pensamos completamente distinto, al revés,  del paseo de ida…

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