TRAVESÍA
Personajes: HOMBRE
MUJER
Y: Servidora
de Escena
Indicación: Una misma actriz aparece como
MUJER y como Servidora de Escena.
INDUMENTARIA:
HOMBRE:
Gorro para ducha. Calzoncillo anatómico —con elástico anchísimo—. Medias.
MUJER:
Desnuda. Anteojos oscuros.
Servidora de
Escena: Ropa cómoda.
ESCENARIO: Una mesa en el centro. Dos
bancos altos cerca de la mesa. Uno en un costado, sobre el que se halla un
ventiladorcito en dirección a la mesa. Otro, detrás de la mesa, sobre el que se
halla un recipiente con agua.
INDICACIONES:
a) El HOMBRE no repara en la Servidora de Escena.
b) Excepto indicación en contrario, el HOMBRE
tampoco repara en los implementos que aporta la Servidora de Escena.
c) La MUJER no repara en el HOMBRE.
d) El HOMBRE permanece sobre la mesa hasta poco
antes de concluir la representación.
El
HOMBRE acostado boca abajo con la cabeza hacia proscenio, con brazos y piernas
abiertos y extendidos y, sin ningún rigor, usando estos miembros a modo de
remos.
HOMBRE (se divierte, hace ruidos con la boca,
farfulla): ¡Una roca...! ¡Cuidad el palo menor! ¡Que no se abolle la
eslora!... ¡Aplicaos a una labor intensa y desmesurada...! ¡Subordinación y
subordinación!... ¡Nada de tejer ahora...! ¡Proteged la nave! ¡Cuidad de que no
encallemos!... ¡No escupáis como gesto de irrefrenable enojo! ¡Os vi, os vi,
corbetero de segunda!... (Abandona ese
juego. Se “moja” la cabeza en el “agua”. Mira a lo lejos.) Uia..., esa nube
no estaba... Si tuviera el arco, te tiraba una flecha. Te hacía bajar la
frente. ¿Qué, no es tu manera de reír, llover...? Vení, lloveme..., que acá hay
un pecho... (Pausa.) ¡Yo soy bueno!
¡Soy un buen pibe...! ¡Un buen soldado, capitán! ¡Un buen náufrago, doctor! ¡Un
buen “ángelus”! ¡Un buen orquestador del atardecer...! ¡Un buen marrano que se
cagó en su propia boca, se puso en penitencia, se dejó peinar, se arremangó las
piernas y está acá!...
Aparece
la Servidora de Escena.
¡Refrescando, caracho! (Pausa.) Pensemos en algún puerto. Y en
algún fondín. En un viejo poseído por el vino, que me declara su corrupción
transparente, que me quiere regalar su camisa y me dice que me parezco a él, a
las rodajas de sus hijos dentro de todos los sánguches de todos los fondines
del puerto.
La
Servidora de Escena hace funcionar el ventilador. Sale.
¡Me quiere convertir en una oreja, en una
cama! ¡Me quiere abrazar con su aliento! ¡Qué solidario...! ¡Yo apenas puedo
conmigo, caballero! ¡Apenas me puedo dejar zarandear y golpear por alguna
adversidad que yo elija! ¡¿O se cree
que no me conduelo de mí?! ¡Ni una boya, ni una!, ¿usted me entiende? ¡Ni una!
¡Ni una!... (Se pone de pie. Ruidos de
tormenta.) ¡Yo quería ir hacia allá...! (Trata de señalar hacia algún punto, pero la “balsa” se mueve, le cuesta
mantener el equilibrio.)
Aparece
la Servidora de Escena. Se ubica detrás del HOMBRE y de frente al espectador.
(Tomará el recipiente y subirá al banco. Meterá una mano en el recipiente y le
irá tirando gotas al HOMBRE cerca de su cabeza, con energía. Esto, varias veces.
Por último, le arrojará con el recipiente, el agua que contenga. Descenderá.
Apagará el ventilador. Saldrá llevándose el recipiente.)
¿Vas a amainar de una vez? ¿Vas...? ¿Eh...?
¿Sí...? ¡Soberbios! ¡Cenagosos! ¡Una vez barrí mi casa grande con una escoba
nueva! ¡Y maté una hormiga con una cucharita! ¡Y sepulté un juguete de mi
amigo! ¡Y le apreté la clavija al guitarrón pero rompí la cuerda! ¡El vino no!
¡Mámese usted si quiere! ¡Usted es un empedernido condenado!...
Dejan
de oírse los ruidos de tormenta. Se calma. Hace flexiones.
Confidencialmente, yo pienso en mi
equilibrista interior. Irrespetuoso, forajido... Soy un escrutador feroz.
Aparece
la Servidora de Escena. Trae una caña a la que está unido un hilo corto, que
sujeta (como si fuera un anzuelo) una pastilla blanca perforada en el borde.
(Subirá al banco desocupado. Se colocará como si estuviera pescando. La
pastilla quedará a un costado de la cabeza del HOMBRE y un poco detrás.)
Un escrutador como me gustaría que hubiera
otro. Uno siempre busca equipararse, aunque no haya una intención aviesa. Son las ganas de uno de resultar
imprescindible. ¡Qué capítulo, señor, escribiríamos todos si no tuviéramos que
remar!... Es que uno, también, se obstina en no ser un buen pez. Pero, ya se
sabe, pulmones no son branquias, branquias no son pulmones. (Sin mirar directamente la pastilla.) ¿Y
a vos quién te conoce...? ¿Te mandaron espiarme...? ¿Traés algún mensaje...? ¿O
querés que te diga un versito?... Sos una desamorada. Te sacaste las plumas,
pero es inútil. Me pongo veleidoso cuando me persiguen. Supe renunciar a vos,
también. ¡Me soy tan obediente ahora! Vos no lo creerías ni en mil años, que ya
sé, para vos es nada. ¡Ay, luna, yo te conozco, no me pude olvidar de vos!
¡Entré a tu dormitorio tantas veces! “Sos un seductor...” ¿Yo..., un
seductor?... Te regué mis palabras más irreproducibles. Te extorsioné con un
fervor maravilloso. Me dejaste ser impulsivo y toleraste que instalara mi corte
deprimida. (Mira la pastilla. No la toca
ni extiende los brazos.) Pero yo prefiero que te vayas ahora. Te quiero
mucho, sí, te quiero mucho. Estoy demasiado ocupado en mis propios pozos. (Pausa.) Un chico se cayó por una de mis
grietas. Todavía podría decirte cosas que no te dije nunca. Atorarme con tu
luz. Pero yo prefiero que te vayas ahora...
La
Servidora de Escena baja la pastilla. El HOMBRE lentamente busca alguna nueva
posición. Se va encendiendo reflector de proscenio. Sale la Servidora de Escena
llevándose la caña. El HOMBRE observa el horizonte con un largavista que simula
con sus manos. Aparece la MUJER. El HOMBRE la descubre y observa con el
largavista. La MUJER habla y se unta con protector solar. (Irá a proscenio. Se
tenderá.)
MUJER: Todas
mis tías muy febriles, muy bienhechoras, un nudo al lado de otro nudo. Pero
mamita, no es la primera vez. Pero mamita, no es la segunda vez. ¡Pero mamita,
no es la última vez, esa vez!... ¡Todos los mil ojos, las mil empastadas
rodillas de mis primas, las mil putas absortas trompas de Eustaquio oyéndome
desangrar, y nada! ¡Quienquiera puede levantarse la camiseta; yo, no! ¡Burras,
burras! ¡Mujeres rellenas de algodón! (Pausa.)
La docilidad para esto: una escarapela. Para aquello otro: firmes,
escrupulosas, inexpugnables: otra escarapela. ¡Pervertidas!... Mamá pervertida,
pobre. Tías con el camisón triste. Esponjosas comedoras de chocolate. Bofe
suculento, sí, para el gato, que se comió al ratón, que se comió a la araña,
que se comió a la mosca. A ver, querida: plisá tus labios menores, que yo haré
lo propio con los míos. Por favor, reprime tu virulenta condición, tus ansias
de conocimiento desmesurado. No juguetees, no me alarmes, querida. No me
juguetees a mí. No me estimules, no
me hagas aparecer. Eso. Eso es un nudo al lado de otro. Que nada se desate.
Todas atadas, apenas entornadas, como para no morirse definidamente.
¡Puaaajj!...
HOMBRE:
Encallé... (Deja de mirar por el
largavista.) Encallé... (Desciende de
la mesa.) ¿Dónde estaba esta costa, esta arena suave?... ¿Qué hago yo
conmigo ahora? (Pausa.) ¿Qué hago yo
conmigo ahora?...
Excepto
el reflector de proscenio, se apagan las otras luces. Telón.
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