martes, 22 de octubre de 2013

Ascensión Reyes (Comentario libro)-Chile/Octubre de 2013



Antonio Machado
“A LA DESIERTA  PLAZA”.  (POEMA)   

            La plaza es el corazón de cualquier ciudad. Generalmente allí se reúnen los mayores para ver pasar los últimos años de su vida y los pequeños para compartir con sus pares el crecimiento de sus aptitudes. Y en las grandes ciudades se les ha llamado los pulmones verdes con que la naturaleza preserva el medio ambiente.
            Para el Hablante Lírico, “A la desierta plaza”, la asocia metafóricamente a su vida, a su alma solitaria. Desde esa plaza se derivan un “laberinto de callejas”, haciendo alusión a los diferentes derroteros que conducen los destinos que debe seguir cada ser humano. Y cerca o lejos, “al otro lado la tapia blanquecina con cipreses y palmeras”, sin duda nuestro descanso final, reposo eterno al cual todos llegaremos. La tapia o pared blanquecina, es el aspecto común con que lucen las paredes exteriores de los cementerios, el ciprés se ha transformado en símbolo de este lugar y la palmera nos da una imagen de eternidad. Su lento crecimiento y la firmeza de sus raíces  le proporcionan más años de vida, superando a la del hombre.
            “A un lado el viejo paredón sombrío de una ruinosa iglesia”. Sin duda hace alusión a la fe católica cuyas reglas seculares nos convierten de por vida en pecadores penitentes, y ese anhelo de santidad, en un paredón sombrío al cual es difícil acceder. Nuestras creencias comparables a esa ruinosa iglesia de la cual nos habla el poeta.
            “Frente a mi la casa”, el hablante lírico ocupa el sentido que tiene la casa para el humano, el lugar de encuentro con la familia, con aquellos que se comparte la vida y lo más importante, el lugar que proporciona refugio, seguridad y protección. En este caso no se refiere a la propia, sino a la de la amada. Pero, antes de llegar a ese anhelado refugio, “y en la casa la reja”,  existen  inconvenientes, obstáculos que le impiden penetrar.
            “Ante el cristal que levemente empaña su figurilla plácida y risueña”, el temor de enfrentar ese amor que inspira la mujer amada: figurilla plácida y risueña, refiriéndose a una joven que ha despertado sus sentimientos, sin correspondencia o sin que ella lo sepa.
            “Me apartaré. No quiero…llamar a tu ventana” Prefiere alejarse de esa tentación, esa llamada puede significar  el rechazo, algo peor que una ilusión no cumplida.
            “Primavera viene, su veste blanca…”. La primavera asociada con la juventud, con la ilusión, el blanco con la pureza, que en su imaginación asocia con la amada, la viste de galas de inocencia y de virtud, inalcanzables para él.
            “Flota en el aire de la plaza muerta” en el alma del hablante, que se supone un hombre mayor, no puede evitar que estos pensamientos aniden con el vigor de los sentimientos. “Viene a encender las rosas…rojas de tus rosales”…asociando el rojo de la rosas, con la pasión.  Aunque joven, en algún momento de su vida, ella también va a responder a la pasión latente en toda mujer.
            “Quiero verla”… Con esta frase el hablante lírico, a pesar de todos los inconvenientes que lo separan de la joven amada. Igual insiste, porque sus sentimientos son más poderosos que su razón.
            El amor otoñal de un hombre que ha puesto sus ojos y sentimientos en una mujer muy joven, pero su lógica realidad lo inducen a frenar sus impulsos. No obstante no renuncia a la posibilidad de gozar dolorosamente ese amor, a la distancia.

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