Antonio Machado
“A LA DESIERTA PLAZA”. (POEMA)
La plaza es el corazón de cualquier
ciudad. Generalmente allí se reúnen los mayores para ver pasar los últimos años
de su vida y los pequeños para compartir con sus pares el crecimiento de sus
aptitudes. Y en las grandes ciudades se les ha llamado los pulmones verdes con
que la naturaleza preserva el medio ambiente.
Para el Hablante Lírico, “A la
desierta plaza”, la asocia metafóricamente a su vida, a su alma solitaria.
Desde esa plaza se derivan un “laberinto de callejas”, haciendo alusión a los
diferentes derroteros que conducen los destinos que debe seguir cada ser
humano. Y cerca o lejos, “al otro lado la tapia blanquecina con cipreses y
palmeras”, sin duda nuestro descanso final, reposo eterno al cual todos
llegaremos. La tapia o pared blanquecina, es el aspecto común con que lucen las
paredes exteriores de los cementerios, el ciprés se ha transformado en símbolo
de este lugar y la palmera nos da una imagen de eternidad. Su lento crecimiento
y la firmeza de sus raíces le
proporcionan más años de vida, superando a la del hombre.
“A un lado el viejo paredón sombrío
de una ruinosa iglesia”. Sin duda hace alusión a la fe católica cuyas reglas
seculares nos convierten de por vida en pecadores penitentes, y ese anhelo de
santidad, en un paredón sombrío al cual es difícil acceder. Nuestras creencias
comparables a esa ruinosa iglesia de la cual nos habla el poeta.
“Frente a mi la casa”, el hablante
lírico ocupa el sentido que tiene la casa para el humano, el lugar de encuentro
con la familia, con aquellos que se comparte la vida y lo más importante, el
lugar que proporciona refugio, seguridad y protección. En este caso no se
refiere a la propia, sino a la de la amada. Pero, antes de llegar a ese
anhelado refugio, “y en la casa la reja”,
existen inconvenientes,
obstáculos que le impiden penetrar.
“Ante el cristal que levemente
empaña su figurilla plácida y risueña”, el temor de enfrentar ese amor que
inspira la mujer amada: figurilla plácida y risueña, refiriéndose a una joven
que ha despertado sus sentimientos, sin correspondencia o sin que ella lo sepa.
“Me apartaré. No quiero…llamar a tu
ventana” Prefiere alejarse de esa tentación, esa llamada puede significar el rechazo, algo peor que una ilusión no
cumplida.
“Primavera viene, su veste blanca…”.
La primavera asociada con la juventud, con la ilusión, el blanco con la pureza,
que en su imaginación asocia con la amada, la viste de galas de inocencia y de
virtud, inalcanzables para él.
“Flota en el aire de la plaza muerta”
en el alma del hablante, que se supone un hombre mayor, no puede evitar que
estos pensamientos aniden con el vigor de los sentimientos. “Viene a encender
las rosas…rojas de tus rosales”…asociando el rojo de la rosas, con la
pasión. Aunque joven, en algún momento
de su vida, ella también va a responder a la pasión latente en toda mujer.
“Quiero verla”… Con esta frase el
hablante lírico, a pesar de todos los inconvenientes que lo separan de la joven
amada. Igual insiste, porque sus sentimientos son más poderosos que su razón.
El amor otoñal de un hombre que ha
puesto sus ojos y sentimientos en una mujer muy joven, pero su lógica realidad
lo inducen a frenar sus impulsos. No obstante no renuncia a la posibilidad de
gozar dolorosamente ese amor, a la distancia.
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