MAMÁ
¡No!
Me resisto.
Nada
de mi madre, nadie tiene que saber.
¿Acaso
estoy en tratamiento?
Más,
aunque así fuera
de
mamá no hablo.
Lo
que sé, es mío…y de ella.
¿Quién
tendría que saber que éramos compinches?
Me
niego a comentar cómo cocinaba.
Lo
menciono sólo de paso. Lo hacía muy bien.
Por
qué ventilar que me ayudaba con el estudio.
Siempre,
mientras vivió, lo hizo.
Me
esperaba con la comida.
Pero
sólo porque era de noche.
Tampoco
lo voy a contar.
Esos
datos los atesoro.
No
los comparto, no insistan.
Hasta
elegía la ropa conmigo.
No,
toda no.
Tal
vez ya piensen equivocados en el complejo…
La
única que podría saberlo, es mamá.
Pero, ya no está.
A veces pienso que mamá tiene cuatro letras,
En homenaje a las cuatro matriarcas.
Era celosa como Sara.
Tenía predilecciones como Rebeca.
Era miope como Leah y
querida como Raquel.
Perdonen la comparación,
se me escapó.
Da igual, ustedes no se lo pueden imaginar.
Jamás pensé en el complejo de Edipo,
Hasta que se me apareció en sueños.
Susurrándome al oído me dijo:
“hay que cortar ese complejo, hijito”.
Cortar no, resolver, mamá.
Entonces vino la enorme sugerencia:
“Conseguite dos psicólogos y un tornillo grande.
Los acoplas a la altura del ombligo
y funcionaran como una tijera.
Con eso cortas el complejo.
¡Ah! Y no te olvides de ajustar la tuerca”.
Y se fue.
Ahora, angustiado, les pregunto:
¿Qué hago?
No sé si vendrá en otro sueño.
No sé si los psicólogos adoptaran el sugerido protocolo.
Confieso, me siento mal.
Estoy peor que antes de sentarme a escribir.
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