UNA SOMNOLENCIA DE TERROR
Trabajaba contra el tiempo, debía
presentar una tarea sobre pueblos precolombinos del sur de Chile y sus formas
de vida. Para que su nota mejorara era imperioso realizarlo y no terminar el
año en rojo, como le había sucedido durante todo ese último tiempo.
Investigar sobre historia le parecía una
“lata”. Sin embargo después que la funcionaria de la biblioteca, a quien pidió
ayuda sobre el tema, le pusiera sobre la mesa varios textos que de sólo
observarlos no atinaba por cuál empezar. Acomodado en un sillón que invitaba
más al reposo que a la lectura, abrió el primero que tuvo a su alcance,
encontrándose en un mundo desconocido. Hablaba de hielos permanentes, de seres
humanos cubiertos de pieles, y de rucas a manera de casas, donde se compartía
con la familia, desde el alimento hasta el sueño. El tema le agradó desde el
comienzo, había láminas mostrando tupidos bosques que protegían de las nevadas.
Animales inmensos, elefantes enormes cubiertos de pelos, y tigres cuyos
colmillos eran tan grandes como sables, buscando alimento entre la nieve que
cubría todo el entorno.
El muchacho tenía sueño atrasado
por el último carrete al que había asistido, pero aún así, debía captar la
información que le entregaban los libros para realizar el trabajo. De pronto,
la pasividad del salón hizo que su mente se encontrara en el lugar que le
indicaba el libro, sintió el frío de la nieve en sus miembros. Sus manos y
brazos estaban congelados, además eran más oscuros que antes. Algo le molestó, sintiendo
que arañaba su espalda. Era su vestimenta confeccionada con cueros mal
curtidos, debió olvidarlo, era su único abrigo. Solucionó el problema
rascándose la zona afectada. Luego se incorporó, había estado apoyado en el
grueso tronco de una conífera.
Detrás de él sintió una
respiración caliente y un hedor extraño. Volteó bruscamente y se encontró,
frente a frente, con una especie de tigre gigante que lo superaba varias veces
en tamaño. De entre sus fauces abiertas, emergían unos inmensos colmillos como
sables. Lanzó un rugido que lo hizo replegarse sobre el tronco del árbol.
Ya sentía el aliento caliente del animal, que lanzó otro rugido que lo hizo
temblar de pavor. Estaba cierto que ya no podría escapar de la bestia y supuso
que en cualquier momento iba a sentir sus filosos dientes desgarrar sus carnes.
El último pensamiento fue para su
madre, que seguramente lo esperaba en la casa o en la ruca, y como una forma de
lamento postrero, lanzo un grito: -¡Mamá, ayúdame!- justo cuando unas garras lo
sacudían con fuerza.
-¡Jovencito! Despierte. Por favor
trate de no gritar de esa forma, porque ya tiene a todos los lectores
pendientes de usted.
-Oh, disculpe señora, parece que
me quedé dormido.
-Así es. Debe irse porque casi
estamos por cerrar.
Se incorporó del asiento,
dirigiéndose con presteza al baño, sentía sus pantalones húmedos y unas
culebrillas de hielo recorriéndole la espalda.
Salió de la biblioteca pensando
que su trabajo le permitiría pasar del rojo al azul, pero nunca se imagino que
viviría una experiencia que nadie creería, en un tiempo y lugar que jamás
conoció.
R. ASCENSIÓN REYES ELGUETA- 10-SEPTIEMBRE DEL 2014.
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