viernes, 19 de febrero de 2016

Walter Hugo Rotela-Argentina/Febrero de 2016



Túnel al amor

Lo que relataré aquí tiene que ver con el hallazgo de unos obreros al realizar unos trabajos de construcción en una antigua casona de un barrio de Monrou.
La casa en cuestión estuvo abandonada por años. Fue residencia de un jerarca de la administración pública y empresario de renombre del siglo XX. A mitad de ese siglo se construyeron también en esa zona, en dos cuadras aledañas, sendas edificaciones para uso sanitario. Es decir, se edificaron una suerte de policlínica para hombres, específicamente reclusos, al norte de esta casa, y, un centro asistencial para mujeres, en estado de detención, al sur. Estas construcciones no se realizaron al mismo tiempo, pero sí en la misma época, con poco más de un año entre el inicio de una y otra.
A estos centros asistían a personas de condición socioeconómica baja, que habían sido recluidos por delitos menores. Algunas de estas personas permanecían allí por largos periodos, tanto por sus padecimientos  como por su propia voluntad, pues se las ingeniaban para quedarse, al no tener otro lugar a donde ir, porque... o eran viejos y enfermos, o simplemente, no sabían cómo sobrevivir en medio de la sociedad con sus códigos diferentes.
Para realizar el mantenimiento de la casona, era fundamental rever el sistema de cimientos. Es un predio muy grande y con una importante edificación que terminó en manos del Estado, por deudas impositivas.
Los obreros hallaron en el sótano dos bocas de entradas a sendos túneles. Una se dirigía al norte y la otra al sur. Informaron al capataz y juntos pudieron revisar un tramo de cada túnel. Pero necesitaban más equipo y un motivo para seguir. De lo contrario, simplemente, tapiarían las entradas y seguirían con las obras de refacción. Allí fue cuando mi sección administrativa recibió la comunicación para ver el asunto y determinar si era o no de interés la investigación de esos túneles. De ese modo tomé contacto con esa historia escondida, esa que se daba bajo tierra.   
Al cabo de casi una semana obtuvimos los equipos de iluminación para ingresar más allá de los cuatro o cinco metros que pudieron recorrer los obreros con el capataz.
Con los operarios, al tener las luces, pudimos avanzar en eso de saciar una común curiosidad y en develar lo que jamás imaginamos. En parte, los túneles tenían una suerte de revoque grueso y ladrillos y, en otras tablas trabadas que revestían el interior de los pasajes. Logramos fotografiar y filmar los interiores. En algunos sectores de las paredes notamos dibujos pintados con poca delicadeza, como quien lo hace apurado o sin mucha técnica pero intentando dejar su mensaje. También percibimos leyendas que testimoniaban la función que habían cumplido esos túneles.
El sótano uno –así lo denominamos−  es al que llegan los túneles. Pero en realidad en la casona había tres sótanos, o tres secciones. Todos estaban conectados, pero uno de ellos es el más profundo. Al que llamaremos dos, es como un punto de contacto entre el más profundo (uno) y el más superficial (tres), que está apenas cuatro escalones por debajo de la superficie del piso principal de la casona.
La construcción tiene seis habitaciones –cuatro en la planta alta y dos en la panta inferior–, cuatro baños, una gran cocina, un salón comedor, un salón que oficia de recibidor en la entrada, y altillos sobre las habitaciones del piso superior. A un costado del terreno de cien por cincuenta hay una construcción accesoria que era usada por los caseros. Él oficiaba de jardinero y ella de cocinera.
En el edificio accesorio aún vive un sobrino de la pareja de cuidadores, padece ciertos problemas de relacionamiento o algo más que no sé determinar. Sin embargo, cuando hablamos se expresó muy correctamente.  Un hombre de unos cincuenta y pocos años, que tiene problemas de visión y padece de hipoacusia importante. Fue, justamente él, quien develó parte del misterio de los túneles. Pues, aún vive en el predio en un claro estado de abandono.
Cuando lo entrevistamos por el tema, para ver si sabía algo sobre lo que hallamos, nos acercó mucho a ese pasado que allí permanecía oculto. "Los presos construyeron los túneles para ver a sus mujeres" –dijo el hombre con una voz gangosa y haciendo gestos con las manos, indicando claramente que el encuentro era para practicar sexo.
"Una cuadrilla de presos realizaba tareas de mantenimiento en la casona. El jefe del centro para los hombres era amigo del señor 'Secretario'. Ellos –los presos− aprovecharon esa oportunidad para crear los túneles. Una suerte de capataz era el jefe de la cuadrilla, y también hacía las veces de cuidador. Estuvieron como seis meses trabajando, mientras que el señor 'Secretario' se encontraba, generalmente, de viaje por Europa. Tiempo después él murió, y el lugar quedó al cuidado de mis tíos.
Ellos sabían de los túneles y el fin de ellos. El conjunto de sótanos tenía cerraduras, varias cerraduras, cuyas llaves estaban en poder de mis tíos. Además, contaban con tranca posible de abrir sólo desde el interior de la casa. O sea, por mis tíos. No había forma de escapar".
El relato parecía verás y con el tiempo pudimos confirmarlo. Les dejo más de lo contado por el sobrino de los cuidadores: "El señor 'Secretario' no estaba al tanto de los túneles, sólo de ciertas modificaciones en los sótanos y la reparación de parte del edificio. De hecho, había mandado construir el sótano más profundo para su cava personal, para almacenamiento de quesos y otras cosas que le gustaba tener y a las que podía acceder por sus amplias vinculaciones, más allá de su posición económica. Solía realizar reuniones con importante número de personas de la alta sociedad de su tiempo. Por ello y por estar ausente gran parte del tiempo nunca se percató del movimiento de tierra que se había realizado en los meses que duró la construcción de los túneles. Que claro, coincidía con la finalización de la obra de refacción y ampliación  encomendada a los reclusos.
Los reclusos, además, de no permanecer en sus calabozos, tenían el beneficio de recibir una comida generosa, preparada por la cociera, mi tía. El contacto con ellos, eso sí, era sólo por medio del capataz y un guardia".
La cocinera, al principio, no supo del asunto de los túneles, pero sí se percató de ello el esposo. Calculó rápidamente que el movimiento de tierra era mayor al correspondiente al sótano accesorio. Pero se guardó de no decir nada al principio.
Una siesta aprovechó para ablandarle la lengua al capataz. Le sirvió un vino jerez con bizcochuelo de naranja. Poco a poco fue introduciendo el tema y rato después, el capataz, le confió sobre los túneles. Los cuales, al principio, no tenían conexión con el sótano más profundo, sino que terminaban en un cuarto sótano muy estrecho. También conectado.
Pero las circunstancias cambiaron con el agravamiento del estado de salud del viejo funcionario, que llegó al desenlace casi inesperadamente. Como faltaba para terminar las obras de remodelación de la casona, simplemente dejaron sin efecto el cuarto sótano secreto, y los encuentros se realizarían en el sótano más profundo de la casona. Todo estaba dispuesto para colocar los vinos, algún que otro pequeño barril y algunas cosas más. Entre las maderas que servían para sostener botellas en una pared estaba el acceso a la unión de los túneles sur y norte.
Enterado el jardinero se le hizo comprender que del tema no debía hablar con absolutamente nadie, so pena de padecer la peor de las muertes con sufrimiento previo. Su pareja debía estar al tanto de todo, incluso de la amenaza. La última semana, antes de concluir los trabajos, el capataz, con voz pausada le explicó las consecuencias de deslizar cualquier comentario a alguien sobre el asunto.   
Los túneles y el sótano de encuentro funcionó por años hasta que las dependencias, tanto la del sur, como la del norte, fueron cerradas o convertidas, sus funciones, en otras. Incluso la policlínica para los hombres fue demolida y sobre sus cimientos hoy existe una plaza pública con gran cantidad de juegos para niños.
El sótano, como parte del túnel, hoy puede visitarse y está iluminada. La casona luce espléndida como en sus viejos tiempos. La diferencia es que, aquello que su dueño desconoció y era secreto para otros también, hoy es público y visitado por personas que descubren sobre el ingenio humano para vencer las barreras que se interponen en la búsqueda de la conservación de la especie, en la comunicación de los sexos, pues qué otra cosa es sino eso que en definitiva buscaron esos hombres y mujeres al ingresar en aquellos túneles.

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