ZARCILLO
NUEVO
El Inspector Jiménez, miembro de la “SICH” (Servicio de
Investigación de Chile), había cumplido dos años retirado de la institución.
Sin embargo durante los primeros cuatro meses fue llamado de urgencia, para que
ayudara a resolver crímenes que otros funcionarios, por falta de experiencia,
no lograron hacerlo. Desde entonces, se ha dedicado a la lectura y análisis de
tantos casos en que fue protagonista, cuyo resultado en más de ciento
cincuenta: mafiosos, criminales y otra calaña de parias, purgan sus delitos en
cárceles del país.
Hoy, viaja cómodamente sentado en el carro de primera
clase en el tren que une Valparaíso con Santiago. Cuatro horas demora la
máquina en unir ambas ciudades, tiempo que aprovecha para contemplar el agreste
paisaje.
Sin embargo, ansioso de conocer las últimas noticias,
abre “El Mercurio” de Valparaíso. Le llama la atención un artículo que habla de
un lugar llamado “Zarcillo Nuevo”. Es un reportaje escrito por una periodista
que años atrás, por esas cosas del destino llegó a ese lugar, en medio de un
fuerte temporal de nieve y viento, al separarse y perderse de sus compañeros de
excursión en la zona de los Valles Transversales.
Zarcillo Nuevo, se ubicaba aproximadamente a 20 kilómetros del
caudaloso río “Matafango”. Su población era de 300 habitantes, quienes vivían
en chozas bastante amplias, construidas con ramas de chamiza embadurnadas. Los
techos entotorados, cubierto de barro, les proporcionaba frescura en verano y
temperadas en invierno. Cada familia mantenía su propia huerta, árboles
frutales, aves de corral y otros animales. Había campos comunes que los
cultivaban con legumbres. El trueque era
su moneda de cambio.
Era un villorrio feliz. Algunos pensaban que en ese lugar
estuvo “El Edén Bíblico”. El agua escurría por el lecho del río, valle abajo.
No había autoridades. Los problemas los solucionaba don Pascual, el patriarca
del pueblo. Dueño de un pirquén del cual extraía, pequeñas cantidades de oro en
polvo, el cual comercializaba una vez al año en Santiago, distribuyendo el
dinero obtenido entre la comunidad. No había iglesia, sin embargo, tiempo atrás
vivió un sacerdote que con su esfuerzo y el de la comunidad, levantó una
pequeña capilla, en cuyo interior se reunía el pueblo a escuchar la palabra de
Dios.
El Inspector Jiménez, continúa leyendo muy interesado: Un
día en plena primavera, bajo un manzano, fue encontrada inconsciente una bella
muchacha, quien luego de unos días de reposo en casa de don Pascual, comenzó a
pasear su exuberante anatomía por los diferentes rincones del poblado. Su
belleza fue disputada en verdaderas batallas, entre los jóvenes que pretendían
sus favores. Hasta que, cierto día, desapareció tal como había llegado, sin
dejar rastro alguno. Lo extraño del caso fue que, junto con ella,
desaparecieron tres muchachos de la aldea...
“Sin duda, había
entrado a ese lugar, la discordia, el engaño y la traición.” - Piensa el
Inspector Jiménez.
Jiménez cierra el periódico, entorna los ojos, cavila un
instante y luego, aparece en la comisura de sus labios algo así como una
sonrisa. “He resuelto el dilema” dijo
para sí. “Los desaparecidos están
sepultados bajo el piso de la capilla”.
Abrió de nuevo el periódico...continuó leyendo... Diez
años después, durante un fuerte temporal, cayó un rayo sobre la capilla, siendo
consumida totalmente por el fuego. El sacerdote, murió aplastado por una viga,
al intentar entrar a salvar el cáliz y otros objetos religiosos...Durante la
remoción de los escombros, aparecieron los restos de los cuatro desaparecidos.
Jiménez, cerró el periódico, se arrellanó en el asiento, cerró los ojos y se quedó dormido...
Jiménez, cerró el periódico, se arrellanó en el asiento, cerró los ojos y se quedó dormido...
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