¡¡¡¡Ay, qué
pena!!!!
Se desperezaba el
sol guardando en la estrella más lenta el resto de sueño que se negaba a
dejarlo. Anunciaba un día espléndido desplegando su hermosa capa celeste.
Karina se despertaba de a poco, tan remolona ella. Saltó de la cama, puso su CD
preferido antes de abrir la canilla de la ducha para bautizar el nuevo día.
-Llegó la
primavera, se dijo mientras el agua se deslizaba como cascada sobre su cuerpo,
dejó la puerta entreabierta, total estaba sola como siempre. La voz de Joaquín
Sabina envolvía cada rincón de la casa, Karina cantaba con él: “peor para el
sol, que se mete a las siete en la cuna del mar a roncar…”
Desayunó, se
vistió, maquilló a la ligera su carita joven y partió como todas las mañanas
rumbo a su oficina. –Uno no sabe para qué trabaja, si al fin nunca se llega a
fin de mes, pensaba mientras apuraba el paso para no llegar tarde.
-Vienen tan duros
los inviernos, si consiguiera esta primavera mantener un poco de calorcito,
seguro será más suave el próximo, está tan loco el tiempo. No, no es el tiempo,
somos nosotros. No, tampoco nosotros, son algunos ¿por qué cargar con culpas
que no tengo?
-Con el daño que
están haciendo no hay planeta que resista, no se por qué el dinero vuelve a la
gente tan irresponsable. La cabecita de Karina parecía un bólido disparado pero
siempre con un rumbo fijo.
-Al salir de la
casa se le ocurrió juntar rayitos de sol para guardarlos en un bolsillo del
alma. Al llegar el invierno los soltaría para sentir un poco de calor, pero así como creía atraparlos, se
le escapaban brillando.
-Al llegar a la
oficina arrancó, para guardar en su
cartera, la hoja del almanaque que
testificaba que ese día nacía la primavera aunque nunca se le hubiera ocurrido
encadenarla como esa vez.
Con los rayitos no
pudo, se fugaban entre sus dedos y la
saludaban desde lejos. –Niña comprende, no todo puede encerrarse, le dijo uno
al oído antes de echarse a volar tan libre como hubo nacido.
–Ay qué locura, pensó Karina, pretendí
encerrar la libertad, cosa más tonta e injusta. – Si al fin lo que hace falta
es calor humano, no es el sol el que tiene la culpa…
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