María Rosa Maldonado: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
María
Rosa Maldonado nació el 4 de febrero de 1944 en Barcelona,
España, y reside desde 1949 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Argentina. Nacionalidad:
argentina-española. Es Profesora de Filosofía, Psicología y Ciencias de la Educación. Desde
1989 coordina talleres de poesía y narrativa. Algunos de los seminarios y
conferencias que ha dictado desde 1996 han sido “El Mito de Prometeo”, “El
Origen del Teatro Griego”, “Filosofía Oriental: Hinduismo, Budismo, Taoísmo y
Budismo Zen”, “Carlos Castaneda, El Chamanismo Americano”, “Kafka y la Filosofía de Zenón de
Elea”, “La Filosofía
de Baruch Spinoza”. Entre otras distinciones obtuvo el Primer Premio del Concurso
de Poesía “La Nación”
de 1988, por su poemario “Hasta que despertar es imposible” y el Segundo
Premio Género Poesía, bienio 2002-2003, otorgado por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Sus críticas bibliográficas y
otras colaboraciones se difundieron, por ejemplo, en los diarios “La Prensa” y “La Nación” (de la ciudad donde
reside), en “La Gaceta”
de la capital de la provincia de Tucumán, en el bonaerense “El Tiempo”, de
Azul, y en las revistas “Letras de Buenos Aires”, “La Guillotina”, “Napenay”,
“Tamaño Oficio”, “Generación Abierta a la Cultura”, “Tsé-Tsé”, “Mandorla”, “Aldebarán”,
“Kokoro”. En 1996 fue invitada y participó en el “IV Festival Latinoamericano
de Poesía” en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Publicó “Poemas”
(1977), “Hasta que despertar es imposible” (1989), “El esplendor
ajeno de las cosas” (1992), “el zumbido de Dios” (2002), “atzavara”
(Kriller71 Ediciones, Barcelona, España, 2012), en el género poesía, y
permanecen inéditas dos novelas: “El viaje a Mataró” y “La novela de
Marito”.
1 — Resulta, María Rosa, que justo en
mayo de este año he estado por primera vez en tu ciudad natal. Varias veces has
ido para allá. Sería interesante que nos trasmitas de qué modo ha ido cambiando
Barcelona, desde tus recuerdos de niñita hasta tu último viaje.
MRM — Rolando, creo que, habiendo estado en mayo de este año en Barcelona, vos
estás en mejores condiciones que yo para hablar de ella como ciudad. Nada puede
mejorar la primera mirada. En su libro “Las ciudades invisibles”,
describiendo una de ellas, Fílides, Ítalo Calvino destaca esa
condición que tienen de ir desapareciendo a medida que se prolonga nuestra
permanencia. De ir convirtiéndose en una página en blanco con puntos concretos
de referencia en los que cumplir con las rutinas cotidianas. Sin más cúpulas ni
preciosas callejuelas ni fuentes ni glorietas.
Es cierto que ese no es mi caso, ya
que no vivo en Barcelona y mis visitas no son en realidad tantas ni de gran
duración. Pero, por otra parte, en el mencionado libro, Calvino afirma por boca
de Marco Polo: “Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai, que no se debe
confundir nunca la ciudad con el discurso que la describe.”
Sin embargo, creo que tu pregunta se
desplaza hacia la subjetividad de mi memoria y entonces toca esa confusa y
ambigua relación que durante muchos años he sostenido con mi ciudad de
nacimiento. Y desde ahí sí creo que puedo intentar decir algo. No de los
cambios de Barcelona, sino de la perspectiva interna desde donde fui mirándola,
sintiéndola.
Barcelona es,
primero, y sin nombre, el cuerpo de mi madre, la lengua materna —castellano—,
la galería donde jugaba con mi hermano a bañar y aceitar a nuestra tortuga, las
plantas carnosas del balcón de mi iaia de las que salía un jugo
verde cuando les clavaba mis uñas de tres, cuatro años, la balsa donde me
bañaba sostenida por las manos de mi padre y rodeada por todos los insectos del
verano —en el agua y fuera del agua—, el olor a cemento húmedo, a ajos,
cebollas y patatas, del cuartito de las herramientas en el terreno de fin de
semana de Esplugas de Llobregat. Esas primeras sensaciones guardadas y,
seguramente, alteradas por la memoria de la memoria. Barcelona comienza a ser
una generalización abstracta, con el alejamiento. La desterritorialización, en
mi conciencia de niña, territorializó el lugar del que partimos. Concibió una
comarca, la comarca abandonada, con un nombre: Barcelona. Generó una primera
noción de lugar, pre-geográfico. Muchos inmigrantes lloran el resto de su vida
por la añoranza de su tierra, otros no desean ni siquiera volver a oírla
nombrar. En mi caso, mis padres construyeron el mito y Barcelona adquirió la
categoría de paraíso perdido al que pronto íbamos a volver. El jamón de acá era
carne cruda, las sardinas no las quería ni el gato, y qué decir de las rústicas
panaderías de Lanús! Las de allá
parecían joyerías de lo bien que presentaban sus escaparates. Nada soportaba la
comparación. Ni las cosas ni la gente.
Y sin embargo, y sin embargo, las
grandes zanjas de los fondos de Remedios de Escalada, cerca del club Talleres,
abiertas en campo abierto, donde, con latas de tomate agujereadas, mi hermano y
yo pescábamos mojarritas, tienen tanta sustancia metafísica como la balsa de
agua de Esplugas de Llobregat. Una manera de decir.
Y bien, ya estamos acá, en Argentina,
y Barcelona es una abstracción a la que me religa el discurso de los padres,
las cartas que van y vienen al ritmo de los grandes trasatlánticos y el
recuerdo afectuoso de los tíos, los primos, los amiguitos y la iaia.
Durante muchos años
España y Barcelona fueron sinónimos. Buenos Aires y Argentina también. Se
trataba de acá y allá. Océano en el medio.
Así pasó mi infancia, la escuela
primaria y la secundaria, y el aprendizaje delimitó áreas, intelectualizó
contenidos, fundamentó diferencias. Y profundizó el conflicto. La evidencia de
que no había regreso no produjo el arraigo. O, mejor dicho, la conciencia del
arraigo. Éramos extranjeros, y diferentes.
A los dieciséis años, terminado el
bachillerato, mis padres me enviaron a Barcelona. Por primera vez andaba por mi ciudad de
nacimiento mirando y admirando. Compartiendo con mis primos paseos y bailes.
Pero yo era “la prima de América”. Y, por la calle, me consideraban una
turista. Por mi acento. Por mi lenguaje. Porque me sentían diferente. No era
como ellos. ¿Y cómo era? ¿Cómo se construye un yo sino con los materiales
humanos con los que se va encontrando e interactuando la conciencia, su modo
único de procesarlos?
Hace tiempo me
contaron la historia de un hombre que salió de su pueblo en los primeros años
de su juventud y al que regresó siendo mayor, digamos bastante mayor. Cuando
llegó al pueblo no lo reconoció. Este no es mi pueblo, dicen que dijo. Un habitante
de allí le preguntó cómo era posible que no lo reconociera si ni siquiera una
piedra había sido cambiada de lugar en los últimos cien años: el mismo almacén
en la esquina de la plaza, la misma iglesia, etcétera. A lo que nuestro hombre
respondió que sí, que era posible que estuvieran las mismas casas y las mismas
calles, pero que no estaban las mismas personas. Las que le daban alma
al lugar. Aquellas que él había conocido y con las que había compartido su
niñez y adolescencia. Ni don Ramón, ni don Nicanor, ni Marta ni Juancito…
Un lugar está
significado por los vínculos humanos que generamos en él.
Y como a la vida le gusta tender
hilos de un sitio a otro, y tejer y destejer tramas, ahora tengo una razón
poderosa para volver a mi ciudad de nacimiento, sin necesidad de seguir
preguntándome cuál es nuestra relación. Ahora, mis vínculos afectivos están
equitativamente divididos entre Buenos Aires y Barcelona. Si tuviera el don de
la bilocuidad, viviría en ambas ciudades. Pero ya no me pregunto
a cuál de ellas pertenezco. La
pertenencia es tranquilizadora, pero demarca. Uno no pertenece. Uno es su
historia. Cuando una pregunta no puede responderse, tal vez la dificultad no
esté en la respuesta sino en la incorrección de la pregunta misma.
Pienso en ésas increíblemente ingenuas
—por no usar otro calificativo— que se suele —o solía— hacer a los niños: a
quién querés más, a tu mamá o a tu papá? de quién sos, de tu mamá o de tu papá?
Respóndalas el posible lector.
Barcelona ha crecido, se ha
enseñoreado en su propia belleza, en su geografía privilegiada, en el legado de
creadores como Antonin Gaudí, en la pluralidad de voces que la pueblan. Me
encanta pasear por las Ramblas, ir al Mercado de la Boquería, contemplar una
y mil veces la Sagrada
Familia, caminar hasta el puerto saludando de paso a Colón,
bañarme en el Mare Nostrum. Pero lo que me lleva a Barcelona y no a París, Roma
o San Petersburgo, es el amor. Clara, sencillamente.
En cuanto a las ciudades, creo que
hay diferentes formas de relacionarse con ellas. Puede uno buscar diversión (lo
diverso, le divertissement de Pascal) y visitarlas como turista.
O puede uno viajar para buscar en ellas, en su arquitectura, en su música y,
sobre todo, en sus gentes, la pluralidad de formas en las que se manifiesta el
espíritu humano, ahora y a lo largo de toda la historia. Y, tal vez así, abrir
un poco las propias perspectivas.
2 — Has sido miembro fundador del
Grupo “Informal” y de la
Asociación de Poetas Argentinos —la que pronto cumplirá 25
años—, ocupando el cargo de Vicepresidenta en su período inicial. La condición
de co-fundadora invita naturalmente a sugerirte que nos transfieras todo lo que
recuerdes de aquellos tiempos, de aquellas iniciativas; y quiénes fueron, en
cada caso, los otros impulsores.
MRM — “Informal” surge de una iniciativa de Osvaldo Moro. “Informal” fue
Osvaldo Moro. La idea central, según sus propias palabras, era la de ayudar a
la gente que no tenía cabida en los medios oficiales de difusión a divulgar su
obra. Nace en 1981, en la calle, en una peña folklórica. Siempre con la
característica de poder mostrar creadores poco conocidos, junto a gente de
experiencia. Unos meses más tarde se iniciaron las reuniones de los sábados en
el bar “El Conventillo” de Varela 60, en el barrio de Flores. Allí se
realizaban lecturas de poemas y cuentos. Lecturas concertadas y lecturas
espontáneas. Y siempre había una muestra de pintura y una presentación musical.
Pasaron por “El Conventillo”
reconocidas figuras de la literatura y la plástica como Abelardo Castillo,
Alberto Girri, Juan José Hernández, Olga Orozco, Antonio Di Benedetto, Horacio
Castillo, Dalmiro Sáenz, Celia Gourinski, Alfredo Hlito, Pérez Celis, Gyula
Kosice y tantos otros.
El Grupo Informal, que acompañaba y
colaboraba con Osvaldo Moro, estaba integrado por Eduardo Bocco, José Pensa,
Bárbara Wulman, Julio Cesar Invierno, Marga Schujman, Gregorio Ganopol y quien
esto escribe. Un poco después comenzaron a funcionar los talleres literarios,
en el subsuelo de la librería "El Zapallo", en Varela 22. Allí
comencé a dictar mis seminarios de filosofía y, más tarde, el taller de poesía
y narrativa que, en un principio, estuvo a cargo de Julio Cesar Invierno. Algunos
talleres y seminarios eran gratuitos y en los arancelados la recaudación se
destinaba a solventar los gastos de “Informal”. También se presentaba
anualmente el Salón del poema ilustrado donde un plástico y un poeta trabajaban
juntos. Fue la época de oro de “Informal”. Cada sábado, “El Conventillo” a
tope.
Por razones nunca bien definidas,
“Informal” partió de “El Conventillo” y fue a cobijarse en una antigua casona
de Candelaria 65, barrio de Floresta. Y,
dos o tres años después, a un departamento, en Candelaria 13. Continuaron las
actividades pero, poco a poco, se fueron reduciendo a talleres y cursos,
convirtiéndose en un Centro Cultural bajo el nombre de “Yukio Mishsima”, hasta
la muerte de Osvaldo Moro.
En cuanto a la Asociación de Poetas Argentinos, la idea de su creación le corresponde a Cayetano Zemborain, su presidente, quien, en aquel momento, me invitó a ocupar la vicepresidencia. Nos acompañaba Julio Bepré como secretario. Recuerdo a Carlos Federico Weisse, Adalberto Polti, Silvia Noemí Pastrana (la actual presidenta), Susana Fernández Sachaos, Beatriz Allocati… Buenos recuerdos. Como bien decís, pronto se cumplirán 25 años de su fundación y me alegra ver que el impulso y la diversificación de tareas a favor de la poesía y la cultura en general, siguen creciendo día a día.
En cuanto a la Asociación de Poetas Argentinos, la idea de su creación le corresponde a Cayetano Zemborain, su presidente, quien, en aquel momento, me invitó a ocupar la vicepresidencia. Nos acompañaba Julio Bepré como secretario. Recuerdo a Carlos Federico Weisse, Adalberto Polti, Silvia Noemí Pastrana (la actual presidenta), Susana Fernández Sachaos, Beatriz Allocati… Buenos recuerdos. Como bien decís, pronto se cumplirán 25 años de su fundación y me alegra ver que el impulso y la diversificación de tareas a favor de la poesía y la cultura en general, siguen creciendo día a día.
Por mi
parte, me alejé de la
Asociación no por diferencias ideológicas ni desacuerdos
personales, sino porque mis actividades propias no me permiten disponer del
tiempo que debe dedicarse a una institución. Y porque mi disposición vocacional
no se adapta a las características generales de los desarrollos
institucionales. Siempre, desde luego, estuve y estoy dispuesta a colaborar en
cualquier actividad puntual para la que se me requiera. Cosa que sucedió en
varias oportunidades después de mi despedida como miembro activo de la entidad.
3 — Fuiste jefa de redacción de “El
Cadáver Exquisito”, la revista del Grupo “Informal”. La conocí, y hasta
tuvieron la gentileza de publicarme. Y también lo fueron Luis Benítez, Néstor
Colón, Luis Quadri Castillo, Agustín Tavitian, Luis Raúl Calvo, Daniel
Berenstein, Luis Colombini, Santiago Espel... Sé que el primer número asomó en
1985 y que no asentaban la fecha de aparición. ¿Por qué esa decisión? ¿Quiénes
y cómo decidían el armado de cada edición? ¿Qué motivó su cese?
MRM — “El cadáver exquisito” fue una revista surrealista no por sus
contenidos, que no estuvieron limitados a movimientos ni ideologías, sino por
su realización concreta. Sin fechas, como bien señalás, sin tiempos
determinados de aparición, libre, algo onírica y plasmada más por el azar que
por una razón conductora.
Tengo acá el número uno: Director:
Osvaldo Moro. Subdirector: Eduardo Bocco. Jefa de Redacción: María Rosa Maldonado.
Así fue hasta la muerte de Eduardo. En los
números siguientes, se agrega un Comité de Redacción: Marga Schujman,
Gregorio Ganopol y María Rosa Maldonado. En los últimos números, Osvaldo me
pasa la dirección y él queda como Fundador.
Esto en cuanto a los responsables. La
idea de Osvaldo aparece en la tapa del número uno donde lo señala como
“periódico”, tal vez por su tamaño. Dice allí bajo el título de El
cadáver exquisito probará el vino nuevo: “INFORMAL es un grupo
abierto, pluralista y democrático. Su propósito es difundir sin levantar
ninguna bandera, pero ante la necesidad de ponerle un título a nuestro
periódico, decidimos rendirle homenaje a uno de los movimientos más importantes de nuestra era.” El
contenido, como bien sabés, estaba constituido por poemas y cuentos de autores
consagrados junto a otros poco conocidos y hasta inéditos, y, en casi todos los
números, la representación gráfica realizada por un plástico de la idea del
cadáver exquisito. Colaboraron con sus obras artistas como Osvaldo Svanascini,
Cristina Ramos Siri, Silvia Ocampo, Elvira Luciano, Hermenegildo Sábat…
Te decía antes que hubo una época de
oro de “Informal”, debo añadir que se debió a una hazaña heroica del grupo.
Esto algunas veces ocurre. Hubo un líder que supo hacernos visualizar su sueño,
y lo compartimos. Con placer, claro. Pero, ocuparse de la casa, los niños, el
trabajo, ir desde Congreso hasta Mataderos a comprar kilos de chorizos,
preparar un choriparty, juntar la plata para pagar la edición, pedir las
colaboraciones, organizar los contenidos, hacer la pegatina, llevarlo a la
imprenta… Como dice Cesare Pavese, “lavorare stanca”. Y, además, todo tiene un
tiempo de vida. Un día se fue posponiendo la tarea hasta que quedó postergada
para siempre. Sin premeditación. Sin llanto. Como nos vamos despidiendo de cada
día vivido. Y sin embargo, todo permanece en ese “lugar” sin espacio ni tiempo
que constituye nuestra mayor parte y que apenas atisbamos.
4
— Durante unos meses de 2000 coordinaste en A. P. A. C. (Asociación de
Plásticos Argentinos Ciegos), en su sede de la Universidad de
Belgrano, un taller de escritura para no videntes, lo cual también realizaste
entre 2000 y 2002 en el Museo “Eduardo Sívori”, con el auspicio de la Secretaría de Cultura
del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires. Me pregunto cómo encaraste la tarea al principio y de qué modo
habrás proseguido, a medida que te ibas asentando en tu rol.
MRM — La tarea la encaré con entusiasmo (un regalo de los dioses, según los
griegos), que es mi condición primordial en relación con la docencia. Y con mi
vida.
Y aprendí mucho. En
principio, aprendí braille. A escribirlo y a leerlo. No con los dedos sino con
los ojos, claro. Louis Braille, que vivió en carne propia la falta de visión,
creó ese sistema de lecto-escritura táctil basado en el que un militar llamado
Charles Barbier de la Serre,
a comienzos del siglo XIX, y bajo
el nombre de “escritura nocturna”, usaba
para transmitir órdenes a puestos de avanzada. Braille lo simplificó
convirtiéndolo en el sistema universalmente conocido de los seis puntos. Es
interesante destacar que se trata de un sistema de numeración binario que
precedió a la aparición de la informática.
Tal vez lo más importante que recibí
de esa experiencia, fue la corroboración, una vez más, de que las
generalizaciones —tan necesarias para la ciencia— son una de las fuentes más
peligrosas de error y discriminación: no existen “los ciegos” como categoría
humana. Existe la falta de visión en personas particulares, cada una de ellas
diferente de las otras, única. Como cada ente particular en la formidable
abundancia de los entes. Por otra parte, y también una vez más, constaté cómo
las brutas diferencias económicas inciden en el desarrollo de las personas. El
sistema braille ha sido incorporado a anotadores parlantes y otros elementos de
nueva tecnología que pueden portarse fácilmente e, incluso, adaptarse a las
computadoras tradicionales. En la actualidad se dispone de gran cantidad de
elementos que facilitan la lectura, el aprendizaje, la comunicación e, incluso,
la vida doméstica, para personas con discapacidad visual, ya sean ciegos o
amblíopes, pero son muy caros. Desde el elemental bastón blanco, la braille
speek, los comunes grabadores de voz, el reloj parlante o un sencillo detector
de líquidos para poder llenar una taza sin que se desborde. Todo depende del
poder adquisitivo. Sin hablar de las dificultades en el acceso a puestos de
trabajo… Aun así, también hay que mencionar que existen instituciones como la Biblioteca Argentina Para Ciegos (entidad
no gubernamental sin fines de lucro) y varias otras, cuyo objetivo principal es
contribuir a la plena integración de las personas con discapacidad visual a la
sociedad.
En cuanto a la motivación y metodología en general, no se me presentó
ningún problema. Trabajamos con lecturas, música, objetos diversos que iban
tomando de una bolsa y que reconocían por el tacto… y después escribían, cada
uno con los elementos que tenía a disposición. Incluso manuscrito. Para
facilitarles esa escritura, se me ocurrió doblar la hoja por cada renglón como
se hace en el juego del cadáver exquisito: a medida que van escribiendo la van
desdoblando y queda bien determinado el sitio de la escritura. Como te decía al
principio, fue una experiencia enriquecedora y muy gratificante, como lo han
sido, y lo son, mis otros talleres y seminarios. Creo que la conjunción de
vocación y trabajo es un privilegio que nos libera del absurdo. Pero este es
otro tema.
5
— “el zumbido de dios” cuenta con prólogo (“Un insecto llamado imago”)
del poeta Reynaldo Jiménez, y “atzavara” con un posfacio (“Raíz abisal”)
también de Jiménez y de una extensión inusual: veinte páginas. Los que
conocemos algo de su obra sabemos cuánto y cómo discierne y profundiza en sus
ensayos. ¿Qué nos podrías trasmitir sobre sus análisis a propósito de tu
poética?
MRM — Primero
hablemos un poco de Reynaldo. Sólo un poco, porque sobre él es mucho lo que hay
para decir. Multifacético, talentoso y “…con esa gracia/ que no tuvo nadie…”,
como dice Gonzalo Rojas. Reynaldo Jiménez está considerado como un poeta
neobarroco debido a que fue incluido en “Medusario”, la antología de Roberto Echavarren,
José Kozer y Jacobo Sefami, que agrupó por primera vez a una serie de autores,
originariamente no conectados, que presentaban en sus obras una común tendencia
hacia el neobarroquismo. Pero hay que decir que esta calificación no agota ni
determina las particularidades de su escritura. El propio Reynaldo, en una entrevista
emitida por el programa “Definición de Savia”, en Radio Círculo,
Círculo de Bellas Artes, Madrid, dice: “En realidad lo mío tiene más que ver
con la poesía lírica, en general… con una especie de trabajo con el oído y con
la resonancia, más que con la enunciación directa… hacer algo que pueda ser
trasladado hacia la voz, emitido en voz alta…Y también con una especie de
intrusión de otras lenguas, mezcladas, mixturadas, palabras dentro de
palabras…” Gabriel Bernal Granados, en su libro “Musgo”, dice de la
poesía de Reynaldo Jiménez: es “un laberinto de mil puertas, se puede entrar
a destajo y salir perplejo. Siempre perplejo pero no impune. Lo de Reynaldo es
también una búsqueda de conocimiento, de mejora espiritual.”
Dentro
de sus múltiples actividades culturales está la de haber sido director de la
revista-libro “tsetsé” y de la editorial del mismo nombre. Poeta, traductor,
creador de eventos poético-musicales, performer, ensayista y un amigo
excepcional a quien pedirle algo tan delicado como: podrías escribir unas
palabras sobre “el zumbido de dios”? La respuesta fue “Un insecto
llamado imago”. Diez años después, repetí la pregunta acerca de “atzavara”,
y el resultado consistió en un posfacio titulado “raíz abisal”. Ambos textos
con un valor poético intrínseco y, sobre todo el segundo, por su extensión y
profundización en el tema, concernientes a la categoría de ensayos. Un placer y
un hallazgo su lectura.
En cuanto a la relación de esos textos con mi propia creación poética,
fueron una magnífica posibilidad de comprobar que se había producido esa
extraña conjunción de sentido entre el escritor y su lector y, a la vez, me
revelaron aspectos que no había percibido en ellos. El poeta, el escritor, es,
en verdad, un escribiente. Como dice Heidegger, en el lenguaje no es el ser
humano el que habla sino el lenguaje mismo. Para Umberto Eco: "Nada consuela más al novelista que descubrir lecturas que no se le
habían ocurrido y que los lectores le sugieren”. Y agrega: “El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, sino, ¿para
qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar
interpretaciones?" Esto es válido
también para la escritura poética. Una lectura no desautoriza otra diferente.
Cuantas más, mejor. Es la expansión del signo más allá del sentido estricto que
tiene para cada subjetividad. Alberto Girri, no
recuerdo si en “Cuestiones y razones” o “En la letra, ambigua selva”,
afirma que la ciencia trata de resolver las ambigüedades, la poesía de crearlas. Esa ambigüedad abre las visiones que cada
lector puede ir extrayendo de su lectura. Y le permite al escritor ir
descubriendo aquello que no sabía que iba a escribir.
6 — Del francés has traducido textos de Charles
Baudelaire, Albert Camus, Jean-Paul Sartre…, y del portugués, poemas de los
brasileños Sebastiao Uchoa Leite, Claudio Daniel… ¿Considerás la tarea de la
traducción poética como un acto de creación poética en sí mismo?
MRM — No he tomado nunca la traducción como un trabajo proyectado y ejercido
por sí mismo sino que, casi siempre, ha estado en referencia a mi propio placer
de traer al castellano textos o poemas que me interesan —o sea,
en los que deseo introducirme para apoderarme mejor de su condición indagatoria
o estética. En este sentido, ese juego sutil y aventurado que es llevar una
construcción lingüística de uno a otro idioma, tiene, como bien sugerís con tu
pregunta, ciertas características del acto creativo. Por eso Alberto Girri,
que, con gran generosidad y maestría, casi siempre acompañaba sus propias obras
con la traducción de algunos poemas de autores consagrados e, indudablemente,
admirados por él, en su libro “Lo propio, lo de todos”, le da el nombre
de versiones. Allí tenemos Sweeney entre los ruiseñores
de T. S. Eliot, Retrato de una muchacha de Conrad Aiken, Trasplante
de Theodore Roethke y Dios de nuestros padres de Robert
Lowell. Y, en Monodias, nos regala cinco poemas de Robert
Graves, sus preciosas versiones.
Sin embargo, una versión no
es un poema propio. La indeterminación (libertad?) inicial no es total. Tenemos
allí una creación que nos antecede y nos condiciona. Yo (y uso el pronombre
personal para deslindar y enfatizar convicciones) no considero que sea un acto
estricto de creación poética. Es, sí, algo cercano en donde entra en juego la
práctica de un “yo estético” que acompaña al creador en su faena con el
lenguaje. También creo que este “yo estético”, por su propia naturaleza
fluyente, en constante construcción y transformación, es modificado por el
contacto con los nuevos materiales. En esta dialéctica que es el ir y venir con
las palabras y los sentidos de una lengua a otra, la ganancia —para el
traductor, y tal vez también para el lector— está en relación con el riesgo y
la honestidad con que se ejerce el acarreo de materiales. La construcción del nuevo
poema, o texto. Incluso la lectura de un mismo poema, en cualquier lengua, por
diferentes personas, o por la misma persona en diferentes momentos, también
produce versiones.
7 — Hay testimonios de escritores que han
meditado durante extensos lapsos antes de abocarse de lleno a la concepción de
algunas de sus obras: Pío Baroja, Rilke, Malcolm Lowry, Marguerite Yourcenar,
Flaubert, Gabriel García Márquez, Azorín, Agatha Christie, Miguel de Unamuno,
Jean Genet, Ramón del Valle-Inclán… ¿Te ha sucedido con alguno de tus
poemarios, con tus ensayos? Y en tanto sos narradora inédita, extendemos la
inquietud a las dos novelas. ¿De qué tratan?
MRM — La palabra meditar oculta una interesante y radical
contradicción: de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia,
meditar es “Aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración
de algo, o discurrir sobre los medios de conocerlo o conseguirlo”. Es
decir, meditar es pensar. Aplicar nuestras funciones cognitivas
conscientes de un modo concentrado e intenso.
Pero,
por otra parte, para muchas filosofías, sobre todo de cuño oriental, el
objetivo principal de la meditación es concentrarte para, poco a poco, detener
la mente hasta liberarse de la conciencia, de su vago e incesante fluir. Es
decir, meditar es no pensar. Es llegar a un estado de desprendimiento
del yo donde el conocimiento ha dejado de ser una actividad racional, una
diferenciación sujeto-objeto, para convertirse en esa experiencia directa que
nos revela la unión con todas las cosas. (La física cuántica parece corroborar
esta intuición tan antigua.)
Entonces, cómo medita su obra cada creador? Pensando, durante un tiempo
más o menos prolongado, cómo llevarla a cabo? Discurriendo el modo de enfocar
el tema? Decidiendo formas y contenidos? Desarrollando mentalmente la trama
hasta el final? O dejando que su inconsciente madure aquello que él no sabe,
pero intuye, que debe hacer? Cómo, digamos, armoniza su pensar con
su no-pensar?
El
procedimiento de cada subjetividad es único y sólo podemos guiarnos por sus
propias declaraciones. Creer en su palabra e indagar en sus silencios, ya que
lo no-dicho tiene tanta presencia como lo nombrado.
Por mi
parte, nunca tuve método ni horario en relación a la escritura. Uno de mis
roles, y no el menos practicado, ha sido —y sigue siendo— el de ama de casa.
Las tareas domésticas no me incomodan ni perturban, al contrario, las realizo
con agrado y son una viable actividad física, muchas veces silenciosa, que me
permite abstraerme y conectarme con ese pensar no-pensar de donde
nacen los poemas. Cuando nacen. Porque el estado de poesía, para mí, abarca
mucho más que la estricta escritura del texto poético.
Habrás
notado, Rolando, lo exigua que es mi lista de libros publicados. Y la lejanía
temporal entre ellos. No estoy tratando de ser poeta ni escritora, ni nada. Las
cosas van aconteciendo y yo siento la disposición y el placer de que eso
ocurra.
En
cuanto a las novelas, el deseo de expresarme a través de ese género, viene de
mucho tiempo atrás, pero sólo hace aproximadamente cinco años que comencé a
desarrollarlo. La primera novela se concretó en tres meses. Temas personales.
La guerra civil española. Mis padres. Las calamidades que supone todo
enfrentamiento bélico. Fue placentero y doloroso escribirla. Está bien, ya está
hecho. Era mi iniciación en el género y tuvo su público: mi familia.
Después escribí muchos textos, comienzos de otras novelas, hasta que
llegó el tema con el que sentí que despegaba de la
catarsis y la memoria y comenzaba un proceso de creación abierto. En esa novela
estuve trabajando más de dos años, y sigo corrigiendo. Y otro tema se inició que
me genera mucha expectativa ya que no sé qué va a pasar allí, en la escritura.
Ese lugar maravilloso donde todo es posible.
8 — ¿Las poéticas de quiénes, muy
diferentes a la tuya, te atraen mucho? ¿Y las de quienes, con las que te
identifiques, más admirás? Y en los dos casos, ¿por qué?
MRM — Me resulta muy difícil evaluar las poéticas en relación a mi propia
escritura, ya que ésta es la menos perceptible para mí misma. No he adherido a
escuelas —al menos no conscientemente— ni seguido a maestros. Al contrario,
creo que toda la poesía leída y admirada ha dejado su rescoldo activo en mi
propia creación, me sienta más o menos cercana a lo que llamamos usualmente
estilo.
Tal vez podría intentar separar las
poéticas que me han extasiado (producido placer estético) y siguen haciéndolo,
desde otra perspectiva: las admiradas en sí mismas y por sí mismas, y las que,
además, me han provocado un íntimo sentimiento de empatía en referencia a sus
autores que va más allá de lo estético. Aunque esto no cuente en la apreciación
de la obra.
Entendida así la diferenciación,
veamos algunos nombres. Me atengo a una memoria espontanea y me limitaré a no
más de diez poetas ya que la lista completa seria un desatino.
Primer grupo: Ted
Hugues, Wislawa Szymborska, Antonio Cisneros, Alberto Girri, Leopoldo María
Panero, Paul Celan, Sylvia Plath,
Ferreira Gullar, José Lezama Lima…
Segundo grupo: Tomas Tranströmer, Héctor Viel
Temperley, Gonzalo Rojas, Juan L. Ortiz, Jacobo Fijman, Antonio Gamoneda,
Cesare Pavese, Georg Trakl, Robert
Bringhurst…
Pero, Rolando, más allá de esta
clasificación ad hoc con la que intento dar una respuesta a tu pregunta, cada
poeta nombrado es un caso único y singular. Al igual que su obra. Y, cada una
de ella, junto con las numerosas no mencionadas, significa un universo de
sentidos, emociones y asombros que me brindan su compañía en el camino. Quiénes
seríamos nosotros si no hubieran estado ahí —si no estuvieran— ellos, los
poetas?
9 — Transcribo
del volumen “De un día a otro” de Ricardo H. Herrera (Grupo Editor
Latinoamericano, Buenos Aires, 1997): “Degradada socialmente, convertida en
solitaria vergüenza individual, la palabra poética ha caído en estado de
desgracia; vive como si no tuviera futuro. Condenada a negarse a sí misma, a
aborrecerse incluso, a experimentar el dolor de habitar un tiempo sin sentido,
sin contenido; así subsiste. Desarraigada del paisaje y del destino, perdida su
ascendencia mítica, desplomándose en la mudez; de este modo comparte los
infortunios de la pobreza.” ¿Adherís a esta visión? ¿Añadirías,
retrucarías…?
MRM — No he leído “De un día a
otro”, y, así, descontextualizado, es difícil comprender la totalidad de
sentido del párrafo. De todos modos, como vos decís, parece tratarse de una
visión. O sea, una apreciación personal, ideológica. En todo caso, no una
afirmación justificada por la aplicación de un método consensuado. Simplifico:
no es ciencia sino opinión. Y, tratándose de una opinión, nada hay para
retrucar aunque no se comparta lo expresado. Se trata de la percepción personal
que Ricardo H. Herrera tiene (o tuvo en 1997) de la palabra poética y su estado
(de desgracia) en un tiempo sin sentido.
A qué se
refiere? A un momento histórico particular? Al siglo pasado? A una crisis
planetaria? Sólo puedo suponer, y eso significa entrar en un juego de razonamientos falaces.
La percepción de lo que denominamos
realidad, y de cada una de sus parcialidades, depende de las significaciones y
preconceptos que todos tenemos sobre ella. Caso contrario, enmarañados en la inagotable
multiplicidad en la que estamos insertos y de la que formamos parte, no
podríamos percibir nada. Así, lo que esperamos encontrar allí será, de alguna
manera, lo que encontremos. Y, por lo tanto, lo que entendamos por palabra
poética determinará nuestra percepción acerca de su presencia y
abundancia.
Por mi parte creo, como dice Gabriel
Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”. Y de
presente. Corroboro su presencia cada día en la numerosa edición de libros de
poemas, en su mayoría publicados a cargo de sus autores; en la profusión de
talleres, concursos y cafés literarios; en el surgimiento de nuevas editoriales
independientes que se animan a luchar contra el sistema; en las revistas de
poesía que se encuentran en librerías y quioscos; en la ingente cantidad de
páginas, blogs, revistas virtuales, materiales subidos a facebook, linkedin,
twiter, y, en fin, a toda la web en general. No alcanza el día para leer tantos
poemas. Para conocer a tantos poetas. En muchos casos, singulares y admirables.
Y todos, poetas y divulgadores, trabajando “por amor al arte”. Como es tu
propio caso.
Tampoco
creo en el mito urbano del “poeta oculto” o “la vergüenza de ser poeta”. Cuando
se llena una planilla en la que se debe asentar el oficio, por supuesto que va
a figurar abogado, peluquero, médico, profesor, etc. La razón no es que se
avergüence de ser poeta, sino que nadie —o casi nadie— vive de la poesía. Me
consta que somos muchos los que intentamos serlo, y lo manifestamos sin
titubeos por el simple hecho de mostrar nuestras obras.
Y, en cuanto al tiempo sin sentido
—pesimismo, escepticismo o nihilismo—, son modos de la sensibilidad humana que
se han manifestado desde siempre, al igual que sus opuestos, en la historia de
la humanidad. Baste mencionar, en tiempos cercanos, a dos pensadores tan
importantes como Arthur Schopenhauer o Émile Michel Cioran. Y a sus contrarios:
Henri Bergson y Max Scheler, por ejemplo.
Sin duda, no estamos en el Paraíso.
El hombre no habita el mejor de los mundos. No voy a enumerar, todos conocemos
las calamidades, las vemos y oímos, e incluso las vivimos, todos los días.
Camus, nos habla del absurdo. Nos explica que entre los deseos
de absoluto que subyacen en el hombre —vida, amor y verdad— y la realidad, hay una escisión insuperable.
Y que esa injusticia es la madre de todas las injusticias. La vida es la
condena de Sísifo, o sea, el trabajo absurdo. Y, sin embargo, Camus encuentra
la salvación en los sentimientos de compasión y solidaridad. Sísifo no está
solo subiendo la empinada cuesta, está con-los-otros, los que como él, llevan
adelante la dura tarea. Y la perspectiva segura de la muerte. Pero en ese
ascenso en comunidad, son iluminados por el sol de mediodía. Los valores que
dan sentido a nuestras vidas no son abstractos universales flotando en el mundo
de las ideas. Cada ser humano colabora en la tarea de encarnarlos con sus
propios actos y decisiones como, por ejemplo, quedarse en la ciudad apestada,
luchando para mejorar las cosas, compartiendo el destino común. Adhiriendo a la
resistencia. Eso creo. Además,
somos tan jóvenes!
En lo que Carl Sagan llama
“Calendario cósmico”,
que es una escala en la que el período de existencia del universo, desde el big bang hasta
ahora, se extrapola a un calendario anual, los humanos aparecimos el 31 de diciembre a las 22.30 horas
y hemos llegado tan sólo a las 24 horas. Tan limitada es nuestra perspectiva.
Pensar en esto tal vez nos haga, como Sagan dice, un poco más humildes.
*
María Rosa Maldonado selecciona poemas de su
“atzavara” para esta entrevista:
noche
de las diatomeas: una meditación
I
sílice
en la charca
diminutas mitades
cerradas espinescentes
por el azul perfecto
del espacio avanza
el humo de los
papiros
has estado ahí
migración tras migración
entre los suaves
pliegues de lila devorando
esa oscura materia:
tu propio cuerpo
cedido a la mutación y el tránsito
vipassana bhavana
vipassana bhavana
lo que ves ahora
es la primera noche de los cielos
sus enjambres
protistas
noctilucas
girando en
torbellino
el hidrógeno de la gran explosión
la nada
abandonada a su luminiscencia
II
hialina oscuridad
en los astrocitos fulgores
de berilo
es esto el
atman? lo real intangible?
agua para el culto?
(plancton debajo de
la lengua)
la postura
—saber sin
oscilaciones—
aparece con el
desprendimiento
fosa ilíaca derecha:
la resurrección
izquierda:
crecimiento de las
diatomeas
cenozoicas cajitas
de cristal
su multiplicidad sin
límite
manando
en la abisal caída
para el
desplazamiento:
nitrógeno de nautilo
—tantos millones de
años en el gozo del mundo—
así
hundirse
uno buenamente en el océano de eso
III
sumersión dulce
—o salada—
el agua es una
tisana
donde te meces en
suave maceración
un alcohol aromático
desciende por
la costa del útero
hipoxia hipoxia
anoxia
agua lustral funeral
del amnios a la grieta del deshecho
aquí es donde todo
se detiene
en la lejana
superficie una pradera de luz
infiltrada de florescencias
manchas de klimt:
cinias amapolas gencianas
malvas lirios
acacias tulipanes
o asterionellas eucampias
cymbellas fragilarias
vivos silicios microscópicos vistiendo de lujosa pedrería
tu advenimiento
al reino
qué reino?
a través de la
cortina
el sol dibuja flores
en el aire del cuarto:
cinias gencianas
amapolas
*
ontario hace pie en el sueño
II el desfiladero de la adivinación
sobre la clara oquedad del mundo arktos finge soñar
su interminable
invierno
desde ese borde nos
observa la nada
morosa morosa
se desliza
como un armiño (rata
armenia) por la cripta del lago
hunde sus dedos
infalibles
en la
garganta del río de los muertos
dice:
para la gran migración
no está previsto
ni barquero ni barca
tan sólo un ojo
vivo en la boca del lobo
una nube de espuma en el alma del córtex
el frío
clausurando una a una las puertas
y la grieta de la resurrección
con
su celda nupcial y
sus reales
crisálidas de fuego
III (figura en blanco)
la marcha de los lobos
hacemos el camino en
enorme silencio bajo
la lisa cúpula
del aire
sobre el indiferente
suelo de esta tierra
asediamos nuestros propios perfiles buscando:
el gran
deslumbramiento la opacidad y
finalmente la caída
—bajamar de los mundos—
pero el deseo no muere (cuando clava el aguijón) como la abeja
sino que se
acrecienta posee
la codicia imperiosa
del abismo
incoloro e inerte
nos rodea el
argón
como una
joya azul
como un traje de
fiesta en la noche del polo
con sus núcleos de
hielo y aguas subterráneas
por donde fluye
la luz del caribú
fantasma
del alimento consagrado
que nunca
alcanzaremos
*
la
delicada luz de los venenos
la madre:
II
atzavara vara de atzavara
madre de floración
reciente que entra por todas las
ventanas
con sus muchas
cabezas
lo que aparece no
viene de esa tierra
donde nunca
hubo planta
ni mujer
del tálamo nacen —cerebrales— se enlazan con las regiones
más hondas de la glía
sueño
hambre
sed
íntimamente
unida la piamadre
blandamente me
abraza
sus flores apoyan la mejilla en el cielo gris
azulado de las hojas
allí mismo estolones
del sostén
de la reparación
pues lo que cuerpo nace
lleva la oscuridad entrelazada
del carbono
vitriolo de la respiración
—el precipicio que
se muestra—
es ella y ella
hablamos
ahora puedo decirle:
cómo voy a
vivir cerebral en la asfixia
de tantos años bajo
tierra?
me responde:
en este aquí nada
es de nadie
yo soy el padre
soy
la casa aquella devastada y
la otra
y ando suelta en el mundo
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, María Rosa Maldonado y Rolando Revagliatti, 2014.
*
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