viernes, 20 de mayo de 2016

Miguel Amilachwari-España/Mayo de 2016



COMPAÑEROS EN  APUROS
Los protagonistas; el y ella, no se conocían; una mañana, típica  estampa de una convulsa ciudad, salían de sus pisos, atorados por un inusual retardo.  Estaban con los nervios al borde pues tenían que llegar a tiempo a sus trabajos.  A èl le tocaba  subir una cuesta serpenteada por frondosos árboles que desembocaban en una amplia avenida; ella emergìa de un callejón, difícil de precisar a vuelo de pájaro.  Ya en la avenida aceleraban el paso para coincidir en la parada del bus.  El tiempo jugaba en su contra, los  nervios desentonaban el buen ànimo matinal.  Pròxima estaba  la tan ansiada parada, ambos ya la divisaban sin aspavientos; por travesuras del  destino estaba arribando  el bus a su acostumbrado paso, pero adelantado en algunos minutos. Què casualidad!  No habìa pasajeros esperando…  Nuestros  héroes  de una cotidianidad urbana emprendieron  una  veloz carrera contra el cruel tiempo… Corrìan  sin tregua a ver quièn alcanzaba  al vehículo en   marcha.  Agitaban  los brazos como si fueran  unas enloquecidas aspas  de molino  en plena furia de un temporal … había   un  urgente interés  por  llegar  al  devenido oàsis.
-Eh!  - Espere! Eh…! - Chofer!  - Detèngase un momento…!  -Por favor…!    -Alguièn  de los pasajeros oye…!
-Eh! –Pare…!
-Quièn le avisa al chofer…!   -Pare…!
-Se lo suplico…!
Reglas son normas o còmo quiera entenderse… los pasajeros no se percataron  de los atribulados chicos.  Nadie se dignò en girar su cabeza. Para colmo de males, ninguno de los usuarios pulsò el botón de solicitar la parada.  El chofer, al no observar la señal acordada, pisò el  acelerador y siguió su recorrido dejando atrás a nuestra circunstancial pareja con los crespos hechos…   era como ver partir la suerte sin que èlla tuviera un chance de  retorno.
-Coño! –Coño con este cabròn! –Coño! – se desahogò  èl, mientras trataba de retomar el aliento luego  de la estampida en dos patas.
El  pobre daba làstima, la camisa fuera de los pantalones,  profusas manchas de sudor en las axilas y pecho, el rostro rubicundo; sudaba a  chorros. Hablaba con voz  entrecortada .
-Què desgracia! –Còmo harè para estar puntual…!  Se lamentaba ella, mientras se  secaba el rostro con un  delicado pañuelo.
No había nada que hacer… se reponían del percance; tenìan  una sola oportunidad : esperar el próximo  bus.  La estaciòn del Metro quedaba distante de la línea de autobuses; resultaba en vano marchar hasta ella.
-Menos mal que no extraviè el pasaje…lo sujetaba con la mano durante la alocada carrera… Sòlo èsto me podría haber faltado como regalo del dìa…! – se  quejaba èl mientras se acomodaba la camisa. –Què vaina… ningún pasajero se molestò en voltearse…! -  seguía con sus comentarios.
-Asì pasa…! – respondió  èlla con  resignación. –Veo que no tiene con què secarse el sudor  de la cara… si quiere… tome mi pañuelo…! -  comentó ella al detallar  las copiosas cataratas en el rostro  del   compañero  en el  casual contratiempo.
-Se lo agradezco…! – se sorprendió el  chico.
La obligada espera  permitió un deshielo en la charla de ambos; un motivo suficiente para iniciar una conversación con sus altibajos al fustigar al impasible chofer del autobús.  No había otra solución puès iban  a llegar con retraso a sus obligaciones, sòlo quedaba avisar a los  colegas  de la mala  nueva. Ambos compartìan el  impase, chispa suficiente para iniciar un cotilleo. Se hacìa trizas una prefabricada etiqueta  por la sociedad,  por lo demás de una plàstica factura;  bastaba ver el aspecto  lamentable  luego  de la endemoniada  persecusiòn.  Fluìa una conversación entre ellos,  se entendieron con el mágico lenguaje  de  la solidaridad  y compartir un problema en comùn.  Brotò de la nada una química por lo demás hasta hoy enigmática.  Se  detenía el nuevo bus en la parada, ambos subieron con un humor diferente.  El  acompañò a  ella  hasta  su parada, en la travesìa  habían acordado  una cita  esa tarde.

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