jueves, 21 de julio de 2016

Carmen Puelma-Chile/Julio de 2016

UN PACTO CON EL DIABLO

         Jaime y Andrés durmieron inquietos esa noche. A la mañana siguiente iban a tomar el bus para pasar el verano con sus tíos en el sur.
            -Es mejor que vayan al campo con sus primos a que pasen aburriéndose acá- había dicho su madre.
            - Y pueden ayudar al tío José a cosechar los choclos, los porotos verdes, en fin, hay muchas cosas que hacer en ese lugar. Hay un río cerca de la parcela, y  este año sembraron sandías que son exquisitas. También podrían acompañar al tío a vender a la Feria de San Javier. Lo van a pasar estupendo allá.
         En realidad sus padres estaban preocupados por la posibilidad que tenían de hacer “malas juntas” en los meses de vacaciones. Había llegado al barrio un grupo de jóvenes de aspecto descuidado, que pasaban todo el día en las plazoletas del barrio fumando y haciendo  aparentemente nada. Algunos vecinos comentaban que de seguro eran microtraficantes, porque disponían de dinero suficiente para comprar cigarros o cerveza,  nadie sabía en qué trabajaban sus familias y ellos no estudiaban ni trabajaban.
         Los padres de Jaime y Andrés  tenían un pequeño almacén en el sector, por lo que jamás tomaban vacaciones, trabajaban de lunes a domingo atendiendo su negocio y no tenían muchas posibilidades de supervisar a los chicos, que estaban en plena “edad del pavo”. Así es que, cuando la tía Gloria llamó para invitarlos a la parcela, no lo pensaron mucho y partieron raudos a comprar pasajes, y preparar la ropa correspondiente, junto con una buena caja de mercadería.
         El tío José los fue a buscar en su vieja camioneta a la llegada del bus, y antes de una hora ya estaban sentados y listos para almorzar en una mesa larga instalada debajo de un parrón; los tíos a la cabecera, a la derecha los tres primos y a ellos los acomodaron al lado izquierdo.        - Van a tener que instalarse en la pieza con el Joche, la casa no es muy grande- dijo la tía Gloria.
            Les gustó la idea porque el Joche tenía la misma edad y parecía simpático. Pronto hicieron muy “buenas migas” y empezaron a andar juntos para todas partes.
     Por la mañana ayudaban al tío en el campo y después de almorzar iban hasta un riachuelo que pasaba cerca del lugar a retozar toda la tarde. Una mañana mientras tomaban desayuno, el tío José le pidió al  Joche que fuera a la parcela del vecino, a pedir prestada una máquina de espalda para fumigar la plantación de tomates, que había amanecido plagada de pulgones. Acompañaron al primo y llegaron hasta una casa fabulosa de dos pisos, con piscina, terraza y quincho, y dos grandes vehículos en la entrada.
            - ¡Guaau! Exclamó Jaime: “la media casa” y ustedes con una casita tan humilde, si ellos también trabajan el campo.
            -¡Shht!- dijo el Joche,- ya les explico.
            Cuando hicieron el camino de regreso, el Joche les confidenció que al vecino le iba muy bien en sus cosechas y era dueño de varias parcelas más.
            -Dicen que tiene un pacto con el diablo- les dijo.
            Los dos hermanos quedaron mudos hasta llegar de vuelta a la casa y no volvieron a preguntar absolutamente nada, aunque igual el asunto les quedó dando vueltas en la cabeza, y al llegar la noche le pidieron a Joche que les contara sobre el tema.
            -Tiene que ser en una noche sin luna, puede ser en un bosque  o en alguna cueva, porque se necesita mucha oscuridad. Ahí debes invocar al diablo en voz alta, entonces se te aparece y te consulta que es lo que deseas. A cambio de lo que pidas tienes que darle tu alma cuando mueras y no te puedes arrepentir. Para asegurarse, el diablo, te entrega un contrato que debes firmar con tu sangre.
            -¡Uuuh! ¿Te imaginas Andrés podríamos ser ricos? No tendríamos que estudiar nunca más. ¿Hay alguna cueva por aquí?
            -Ninguna que yo sepa- contestó Joche- pero al fondo de la parcela hay unos eucaliptus enormes, no alcanzan a ser un bosque pero pueden servir, hay que esperar que mengüe la luna y escabullirnos de noche hasta allá.   
            Después de algunos días, la luna no salió y, el trío de muchachos  se escapó por la ventana de la habitación para dirigirse al lugar. Al llegar a los eucaliptus, Jaime, que era el más atrevido de los tres, gritó a voz en cuello: -¡Oh demonio, señor de las tinieblas, ángel del mal, ven a mí!  
            Al terminar estas palabras se produjo un resplandor enceguecedor, los árboles aumentaron su tamaño hasta verse gigantescos, sintieron vibrar la tierra bajo sus pies y un ruido ensordecedor los dejó petrificados en un principio y los atemorizó a tal punto, que huyeron del lugar corriendo desesperados hasta la casa y golpearon pidiendo a gritos auxilio; la tía Gloria los recibió intrigada y sorprendida.
            -Tía, se nos apareció el diablo allá en los eucaliptus, hizo un ruido horrible, produjo una luz gigantesca, como llamaradas espantosas, no veíamos nada, hay que rezar unos rosarios para que se vaya, no queremos que nos lleve.
            -¿Qué estaban haciendo a esta hora en los eucaliptus? Qué Diablo ni que ocho cuartos, chiquillos tontos, a esta hora pasa por ahí el automotor de Chillán a Santiago, y al salir de la curva del fundo Los Peumos, ilumina todas las parcelas del valle y lógicamente hace mucho ruido...Ahora vayan a acostarse inmediatamente.
            -¡Ah!... Igual recen varios Padrenuestros antes de dormir, para que José no los castigue mañana y que sueñen con los angelitos.

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