martes, 23 de agosto de 2016

Eduardo Favio Santiago, 28 años-Argentina/Agosto de 2016



Nombre In-propio

Las lloviznas aromáticas en las repercusiones de un feriado,
marcaban la mejor página de un libro suelto,
con manchadas servilletas de un café demasiado expreso, 
hay vidrios como espadas por toda la casa… otra vez.
Las canciones nuevas necesitan espacio,
frente a la prudencia de un intenso aprendiz
que se encuentra colmado… otra vez.

Por más de un invierno que no llueve, por no sembrar.
Lo que al masticar la savia te produce,
lo que por tu boca recordará,
lo que al sentir el bosque la naturaleza te da,
al mostrarlo todo… otra vez.

Desplegando virtudes en los momentos más precisos.
Abandoné y desistí rápidamente a los sitios que nunca llego
en el abordaje de un sueño,
en el instante que recordaba la promesa de un perfume seco.

La luz empobrecía el atardecer de un suelo blanco,
de un domingo lento.



Se marcaba la gravedad fundiendo espesas líneas,
al profundizar tus pisadas entre vegetación nativa amalgamada,
fina y delicada tormenta de nieve ardía,
difusa en mis ojos fríos de lamentos.
Fue librarme y percibir saludablemente culminar un proceso,
ante las mismas pupilas… otra vez.

Conocer la semilla de una mentira,
de palabras formadas por compromisos necios.
Ella era la más rubia, y él… el más ansiado silencio.






David Hernán Sanjiau, 18 años-Argentina/Agosto de 2016



VEN CONMIGO
(Mención Especial)
Yo estaré al lado tuyo,
no me importa
a donde estés.
Para ti mi amor
siempre estaré...
¡Estaré esperándote!
Cuando tú regreses
voy a estar aquí, mi amor
No quiero que estés sola
¡Ven conmigo!...
¡Vayámonos!
Juntos, a un lugar especial,
a donde nos conocimos,
por primera vez...
¡A ese lugar!
Me enamoré de ti
¡Vamos a la playa a nadar!
Así estamos juntos,
un rato mi amor.

Renato Marcelo Elgueta, 22 años-Chile/Agosto de 2016



LLEGUÉ
(Primer Lugar)
Llegué
y la ciudad dejó de suspirar
¿Que planeta podría parar...
el aplauso de nuestros corazones
juntos, tan juntos?
Muerdo, una nebulosa, explota,
las baldosas se deshielan,
se alejan con las errantes paredes
que se encojen como estrellas
con el techo que se eleva e infla
una gran galaxia de menta.
También nuestros cuerpos
manchados de constelaciones,
dibujadas con huellas
de nuestras manos,
giran con el trébol rojo
de nuestros labios.
Y de pronto
al abrir los ojos
este gran mosaico
comienza a borrar sus márgenes,
los colores se toman de las mano,
como continentes de una sola fe
se rinden y revelan
tu rostro
alto, más alto
que un futuro índigo.

José Alexander González Quizhpe,18 años-Ecuador/Agosto de 2016




UNICAMENTE A TI

(Accésit en el V Concurso Internacional General de Poesía de la Comunidad Literaria y de Artes Plásticas Infanto Juvenil Aventuras de Papel)

 

Aunque no me creas, 
idilio de mi vida, 
te quiero con el alma. 

De nada me sirve 
hacerme el valiente, 
porque cada noche, 
de mis pupilas 
brotan lágrimas 
de tristeza por que 
no estás a mi lado.

Una página 
del libro de mi vida 
me falta escribir completa,
tú, mi reina linda,
aquel rincón 
sobrante y vacío... 

Permíteme 
tomarte de la mano 
y llevarte a la felicidad total,
a cambio de 
que estés conmigo. 

Juro totalmente,
por lo más sagrado,
jamás borrar las letras 
de tu nombre 
de mi corazón.

Acompañarte 
por donde camines, 
guiarte por donde te pierdas, 
amarte,cuando tengas 
frío y tristeza.

Sol Brissolesi, 15 años-Argentina/Agosto de 2016



NUESTROS DÍAS....

El primer día del resto de nuestros días juntos, aparecías como un sol, iluminando cada segundo de mi vida, con esos hermosos ojos de color café.
¡Sabía que eras para mí!
Ocurría, justo, en ese hermoso momento cuando te miraba ese hermoso pelo, justo cuando me imaginaba junto a ti. ...
El fuego de tu amor es el que hoy me alegra el día.
Tus besos son apasionantes... ¡Nunca dejes de mirarme así!
Día a día me enamoro más. Tus manos me hacen sentir la flor más bella de la primavera. Me haces sentir, la hoja de aquel árbol en otoño, donde ante tus caricias caígo rendida de amor.
¡Te amo con locura!

María del Mar Altamirano, 24 años-Argentina/Agosto de 2016



ENTENDIMOS MAL

(Mención de honor en el V Concurso Internacional General de Poesía de la Comunidad Literaria y de Artes Plásticas Infanto Juvenil Aventuras de Papel)


Crucen la frontera y dejen salir 
su desesperado grito de libertad.
Pensaron que se trataba de tomarse 5 minutos, 
confesar todo lo que deseaban ser,
para luego, ponerse el disfraz 
aceptado socialmente y caminar 
con la frente en alto 
mientras vas pisando tu propia alma, 
como obligados, hundidos por dentro, 
fingiendo respeto pero odiando en silencio, 
dejándose domar por la presión del resto.
Entendimos mal. 
No estaba escrito 
volvernos esclavos 
de nosotros mismos.
Pero, porque siempre hay peros,
no se pierden las esperanzas, 
al menos yo no las pierdo,
porque aún las veo. 
Puede que llegue el día
en que rompan la barrera 
y declaren de una vez, 
su propia libertad, 
quemen el disfraz, 
eufóricos al fin, 
confiados en su totalidad, 
viviendo lo que son, 
porque al fin y al cabo, 
solo es eso, 
simplemente, 
entendimos mal.

María Esther Ruíz Zumel-España/Agosto de 2016



GOTAS DE AGUA
                                           "                      
Como una lluvia, o un río que fluye
así que las palabras corren por mis venas
y nada se puede hacer
entonces yo permito que cumplan su destino
y formando dibujos en la página
ahora lo hago versos
como los que viven
un alma respirar
la escritura es el vuelo
y el paseo, el pulso de la vida
así que nada, además de escribir

Nélida Vschebor-Argentina/Agosto de 2016



Del mar


Del mar oscuro que me empuja
llevo el brío de las olas
     y el murmullo de las aguas
          y el frío reflejo de estrellas
                    y el ensueño de la luna



Me empuja como el sino
         del hombre solitario
Como el clamor
           de una historia inconclusa
Como la obstinación
               del desamparo


Dentro de mí anidan
vivencias extrañas     
                         ajenas
Mientras me dejo seducir
            por el vaivén de las olas



Del mar oscuro que me empuja
            llevo gritos de  rebeldía
                      susurros de amor
                           recuerdos encontrados
La Vida           
                                 
            pegada a mi piel


Del libro Novelas cortas y cuentos largos

Patricia Vena-Italia/Agosto de 2016



VOLVER EN PRIMAVERA
Quiero volver en primavera
cuando la ciudad se vuelve azul jacarandá
y el amanecer en el río es dorado.
Quiero volver en primavera
cuando el mundo parece nuevo
y la tarde huele a sol.
Quiero volver en primavera
cuando el aire es tibio y lleno de promesas,
quiero sentir el olor de la pesca
y ver la tierra que bosteza.
Quiero saciarme de abrazos
y reconocer rostros
y estrechar manos
y llenarme de sonrisas.
Quiero caminar por mis calles
y pensar que a la vuelta de la esquina
encontraré mi infancia.
Quiero creer que nada ha cambiado,
que todo sigue viviendo
y que nadie se fue.

Marcelo F. Vazquez-Argentina/Agosto de 2016



TU LUZ

Lejana, impávida, observabas
mi desmoronado andar.
Sórdida mi pena despellejada
entre resbaladizos adoquines
que entorpecian el crujiente
caminar en una noche
que fue noche de verdad.

Aunque distante tu presencia,
los bastones efervescentes
que tu materia ofrendaba,
envolvían con gracia mis confesiones
en el paseo crepuscular.

Podía vislumbrar con nitidez
la ceremonia del vapor de mis
palabras entrelazándose
con el aerosol de tu luz.

El dolor convertido en susurro,
fue recogido en el aire con
las palmas de la caridad de
tu esencia.

La claridad de tu mirada,
la brisa de tu aliento,
y la certeza de tu compañía,
me abrazaron como a un niño.

¡Oh, luna! ¡Estimada luna!
Cómo agradecer el alivio
que mi alma recibe al caminar
bajo el reflejo de tu luz.

 Mención de Honor Premio Mensual de Poesía "Alma Del Campo", Grupo de poesía Tu Voz.



Nilda Spacapam/Agosto de 2016



MORIR
Siento que todo lo perdí,
cuando me dijiste: Me voy.
Siento que mi cuerpo se fue, 

junto a las sonrisas del ayer.
Siento cada instante de mi vida,
que mi futuro, será un sillón.
Siento pena por mí.
creí en tu amor, y fue, nada.
Siento que desnuda, mirando un cielo.
aprendí a llorar en silencio.
Siento cosas raras, no puedo morir.
todavía, espero tu beso al regresar.

Poema participante en el Festejo de los dos años de Aventuras de Papel

Federico Skliar-Argentina/Agosto de 2016



homenaje a  dante  panzeri
nacia dante panzeri un ejemplo de verdad, 
cumpliendo un sano camino de coherencia   individual,  
diciendo lo  que pensaba y no callando jamas,
no negociando ninguna nota cuerda,
con  la maldad de los demas, 
se fue el maestro  ascendido el que admirado sera,
aunque pasen siglos y siglos por cada  periodista oficial, 
huerfanos estan  las oficinas sin alguien para contar,
esas notas  diferentes que sus manos divinas solian  regalar,
tan joven fue hacia el cielo aquella persona de verdad,
que romperia los limites  con solo saber trabajar, 
y en una calle con su apellido que esta en su  barrio legal, 
todos  hacen una reverencia cuando por ahi pasaran, 
la vida y la muerte jugaron aquel año del futbol, 
cuando panzeri fue en contra del mundial que se jugo,
futbol dinamica de lo impensado fue un libro de culto,
editado un dia simple para fanaticos  de coleccion.

Luis Tulio Siburu-Argentina/Agosto de 2016



EL ENSAYO

El aviso en La Nación era escueto: Peralta, Jacinto Emanuel QEPD. Falleció el 2.11.2015. Su familia y allegados ruegan una oración en su memoria.
La mayoría de sus ex compañeros del equipo Las Calas Rugby Club estaban de traje negro, camisa blanca y corbata gris. Algunos aún tenían pegadas en la solapa purpurina de algún casamiento con carnaval carioca. Es que ciertas prendas ya se usan tan poco que no vale la pena gastar en tintorería. Y además, hay más sepelios que casorios.  
La manija de adelante la llevaba el hermano y las demás los amigos más íntimos. A veces se desestabilizaba algo el féretro porque el rengo que lo aguantaba de la parte posterior llevaba el paso un poco cambiado. La esposa asistía desde el cielo; por esa costumbre de imponerse siempre, hasta se le había adelantado en la partida. Sonreía, ahora ella también era viuda.
Un joven sacerdote rezó un responso en voz baja y en latín. Ni se lo escuchaba ni se le entendía.  Algunos lloraban, otros permanecían serios y mirando el piso. Los adolescentes revisaban el facebook en su celular. Los chicos corrían por entre las tumbas tras una pelota ovalada, volteando cruces en cada scrum. Un anciano movía la boca para disimular que había olvidado el Padre Nuestro. Otro longevo decía lo de siempre: “todos seguiremos el mismo camino, pero prefiero estar entre los últimos”.
Los teros se enojaban por la presencia de extraños en su territorio exclusivo  y las abejas porque no podían libar las margaritas de los floreros.
Corrieron la alfombra verde y el cajón empezó a descender rodeado de un silencio que hablaba. Algunos se acercaron a tirar terrones de tierra. Otros prefirieron no embarrarse los mocasines relucientes. Un apesadumbrado y curioso corto de vista, casi se cae adentro de la fosa.

Comenzaron a retirarse de a poco con comentarios propios de afligidos y abrumados…”Qué lindo está el césped, da ganas de hacer un seven de veteranos”…”¿A qué hora juegan los Pumas?”…”A mí la tristeza me abre el apetito, paremos en una parrilla de la Panamericana”…
El empleado de la cochería repartía tarjetas con el número de la parcela, por si algún despistado traía en el futuro un ramo de gladiolos y se lo dejaba por desconocimiento a otro sepultado que descansaba a quinientos metros de Jacinto. Aunque difícil que ocurriera, porque ya nadie pierde diez minutos del fin de semana en un cementerio.
Felipe Murguiondo se había enterado tarde de la desgracia. Llegó corriendo a la puerta del Memorial para no perderse la ceremonia y le llamó la atención ver a una persona junto a la ligustrina, encaramada en una escalera tijera, con largavistas, cámara filmadora y anotador. La curiosidad pudo más que el compromiso con el finado amigo y se acercó al extraño.
No lo podía creer. -¿Qué hacés Jacinto –gritó entre sorprendido y horrorizado - no eras vos el muerto? O me pasaron mal  el dato o esto es una joda…
-Shhh…calláte bocón…algún día seguramente esto ocurrirá…pero por ahora solo organicé un ensayo…
-¿Un ensayo de tu entierro?…qué te pasa loco…¿Y qué hay dentro del cajón?
-Bastante estopa y plomo, los de la funeraria me comprendieron. El que tiene plata hace lo que quiere. Como buen obsesivo no deseo irme  sin que todo salga como lo soñé…tomé nota de los mínimos detalles para hacer cambios en los que no anduvieron…por ejemplo…no se podrá venir con menores de edad y se prohibirán los celulares…al curita éste hay que advertirle que compre un megáfono y recite las oraciones en español…ah… y por favor decíle a los muchachos que la corbata tiene que llevar los colores rojo y azul del club, la gris que la dejen para otro sepelio menos cool que el mío.

lunes, 22 de agosto de 2016

Alicia Scordomaglia-Argentina/Agosto de 2016



 INMENSIDAD
                           San Martín de los Andes, Neuquén
Azul inmensidad…
Mi alma se pierde
Como las gaviotas en el cielo…
El corazón se desprende
Vuela alto…
¡Muy alto!
¡Más alto!
Para reencontrarse
Con los misterios de la muerte
Con los principios de la vida
Con el silencio de mi suerte…
Las montañas son ideales
Que convocan
A un futuro distinto…
No estoy perdida
Estuve escindida
Y hoy me reencuentro…
Anduve malherida
                  ¡En paz me siento!

Edelweys Schaffner-Agosto de 2016




La curandera 

A veces las historias te trepan como enredaderas. Te aferran a un pasado que como una alergia, se empeña en volver una y otra vez…Don Martin Quesada, hombre muy querido en su pago, miraba el camino desde la tranquera. No es que esperara a nadie, no… era solo el deseo de escapar… de boina requintada, facón al cinto de monedas de oro y plata, Don Martin imponía presencia a donde fuera. Esto unido a su dinero, y condición de hombre justo, recto, lo convirtieron en un referente de aquel poblado… casado con doña Ofelia De Sáenz, formaban una pareja simpática, querible. Habían tenido dos hijos. Martincito el varón, hecho y derecho en las lides del campo. Y Azucena, una hermosa niña de ojos claros como el cielo. No se podía pedir más. Regia estancia, servidumbre, nada faltaba. Entonces la pregunta: ¿Qué había en el pasado de Don Martin, que lo hacía lagrimear mirando el camino?... todo empezó hace muchos años. Don Martin y Doña Ofelia, tenían a Martincito bebe. Doña Ofelia, joven en esa época, apenas tenía veinte años y su marido veinticinco. Gritaba todo el día. Doña Pepa una vieja matrona, se escondía en la cocina o en el lavadero, para no aguantarla –La señora tiene hoy muy mal humor, dijo. Joaquín contesto –No debe haber dormido anoche. Doña Pepa lo miro irónica -¿Y cuándo fue amable esta mujer?. Siempre se desquita con nosotros. Joaquín se encogió de hombros ensillo su caballo, para buscar el ganado. La noche se acercaba. ¿Pero qué noche si eran las dos de la tarde?. Joaquín miró el cielo. Una terrible tormenta se acercaba, por eso la oscuridad. Los hombres y el patrón estaban arreando las ovejas y los caballos. El espolio el suyo, debía ir hasta el otro campo. Seguro que las vacas estaban al reparo del monte. A galope tendido, se fue. Y si allí arremolinados, asustados, los animales estaban al reparo del monte. Joaquín caracoleaba con su caballo, tratando de hacerlos ir para el galpón. No lo consiguió. El viento, los relámpagos, los asustaban más. Ya no podía regresar, también su caballo estaba asustado. Podía tirarlo. Empezaba a llover, cuando oyó voces que traía el viento. Vio una joven que con un nylon en la cabeza lo llamaba. Extrañado, soltó el caballo y fue hacia ella. Ésta rápido lo guió hasta el medio del monte. Allí Joaquín vio con asombro, que entre dos inmensos troncos de eucalipto, había una choza… ramas, nylon, lonas añadidas, atadas con estacas. Entraron, a la luz de los relámpagos vio un colchón arrollado a un costado. Dos troncos servían de asiento. Un balde, una hoya y un mate. Quedaban las brasas en un fogoncito rodeado de piedras, tapado con una lata. Joaquín la miraba. –Siéntate, hablo ella. -¿Vives aquí?. Pregunto Joaquín. –Sí, No me quejo. No consigo trabajo, y no hay plata para otra cosa. Muy delgada, su carita pálida, denunciaba una mala alimentación. Era bonita. -¿Fuiste a la estancia de Don Martín. Preguntó Joaquín. –Si fui una tarde, pero la señora me hizo echar. Casi me saca con los perros. Joaquín la miró con pena. Si la patrona era muy celosa y loca. Aquella joven era demasiado bella. La tormenta había amainado. El monte parecía una orquesta de pájaros. Cerca, corría un arroyito, tuvieron que saltarlo, se había crecido. –Gracias por ayudarme. Dijo Joaquín. -Debo irme. Pediré trabajo para ti en la estancia. –Gracias, dijo ella. Busco su caballo, que pastaba allí cerca. Al trotecito se alejó. Pensaba, como haría para decirle al patrón de aquella muchacha… pero bien sabía que la pobre Pepa no daba abasto. Necesitaban otra persona. Lo encontró en el galpón tomando mate con los peones. Él era así. - ¡Que te paso Joaquín!. Exclamo al verlo. Íbamos a buscarte. ¿Dónde te metiste?. -En una cueva en la barranca del arroyito. Por suerte no me moje. Mintió descaradamente, todos lo miraron con asombro. Pero Joaquín siguió serio para las caballerizas a dejar su caballo. Los demás siguieron charlando y bromeando. Todavía había tormenta. Don Martín dijo, que habían anunciado por radio, para la noche, piedra y vientos fuertes. Joaquín pensó en la muchacha y se le arrugó el corazón. El asado se doraba en el fogón. La caña y el mate pasaban de mano en mano. Joaquín se sentó cerca del fuego. -¡Dios mío!, Pobre gurisa pensó. Sola en mitad del monte. No tenía ni para comer. Ya era casi noche, cuando el asado estuvo pronto. Brillaban los facones cortando los trozos. Joaquín corto uno, pero a pesar del hambre, no pudo pegarlo bocado. Se le aparecía el rostro pálido de ella. Tomo pan y salió. Lo guardo en su pieza. Volvió y corto más. Nadie se fijaba. Estaban todos medios borrachos, y el patrón se había ido. Esta vez comió apurado, quería llevarle aquello a la joven. Tomo un trago de caña, y sin que lo vieran, volvió a ensillar el overo. A galope tendido cruzo el campo, y el monte. Recordó que no le había preguntado nombre. –¡Señorita!, llamo. ¡Soy yo Joaquín!. Salió de detrás de un árbol. Asustada. –Sentí galope de caballo y me escondí. Menos mal que eres tú. Habló Joaquín –Te traje comida, come rápido. La tormenta esta encima. Ella agradeció comiendo con mucha hambre. -Te llevaré a la estancia, debes refugiarte. Allí estarás protegida, y dormirás calentita en el galpón de la paja, vamos sube al caballo, no hay tiempo ya comenzó a llover. La joven subió, y al galope, cerrando los ojos para no ver los relámpagos, cruzaron la noche. Ya la peonada dormía. Nadie los vio. Joaquín desensillo el caballo, y coloco unas mantas sobre la paja. Ella lo miraba agradecida. –Por cierto, mi nombre es Azucena. Él la miro –Bonito nombre. Yo soy Joaquín. –Gracias, dijo ella. Esta es la mejor cama que he tenido en mucho tiempo. –Mañana hablo con el patrón. Vas a ver que te contratan. La señora tiene un bebe. Y la cocinera, que esta para todo está muy cansada y achacosa. Habló Joaquín. –Te estaré eternamente agradecida. –Eso sí, prosiguió Joaquín, para entrarle tendremos que inventar algo. Creo que ya lo tengo. Eres mi hermana. Nuestra madre murió y viniste buscándome. El patrón me debe favores, te aceptará. Pensativa ella preguntó. -¿Y si me pide documentos. -No tienes lo dejaste en el rancho que se prendió fuego. Terminó Joaquín. Ella volvió a preguntar -¿Y cuál es tu apellido? –Hernadez. Y desde ahora serás Azucena Hernandez. Los dos reían. Ella agregó –Espero que no me descubran. Joaquín la miró contestando –Tranquila, quédate bien escondida hasta mañana que vengo a buscarte. La noche fue larga y la tormenta un vendaval de aquellos. Azucena había dormido como los dioses. Primera noche en mucho tiempo que dormía calentita bajo techo y protegida. La despertaron voces y se sumergió en la paja. Eran los peones buscando los caballos. Joaquín se había hecho el remolón para poder llevarle un jarro de café con leche y un trozo de pan casero. Azucena comía con ganas. –No hay nadie dijo Joaquín. Allí hay un baño, Tiene ducha. Te traje algo de ropa que la cocinera me dio. -¿Y no hablara? Preguntó asustada Azucena. –Joaquín sonrío. Le dije que eras mi hermana, le conté lo del incendio del rancho, me creyó todo. Y le dio mucha pena. -¡Cielos!. No me gusta mentir, pero tengo que conseguir trabajo. Y entró al baño. Joaquín la esperó. Cuando salió limpia vestida con una blusa de color y pantalones, cabello limpio y peinado, parecía otra. Así se dirigieron los dos por la puerta de servicio al interior de la casona. Golpearon la puerta del escritorio. El hombre levantó la vista de los papeles. -¿Qué quieres?. Estoy muy ocupado. –Patrón mi hermana Azucena. El hombre la miró. Era muy hermosa. -¿Tu hermana?. Se puso de pie. –Patrón ella está sola en el mundo. Perdió todo en un incendio. Nuestra madre murió. Por favor dele trabajo. Doña Pepa precisa alguien que la ayude. Don Martín se acariciaba la barba. –Bien si es tu hermana. La tomaré a prueba. -¡Gracias patrón, gracias!. -¿Cómo te llamas?, preguntó. –Azucena Hernandez señor. –Bien guíala a la cocina. Estarás a las órdenes de la cocinera. Cualquier cosa hablas conmigo. –Sí señor, con permiso. Los dos salieron. La alegría de la chica desbordaba. Pero alguien bajaba por las escaleras. –La patrona murmuro con miedo Joaquín. Una bella mujer pero de cara agría apareció. -¿Y esa quién es?. Joaquín respondió. –Buenos días señora, ella es mi hermana, Azucena Hernandez. -¿Y que hace aquí?. –Es la nueva ayudante de la cocinera, respondió la voz del patrón detrás de ellos. La mujer terminó de bajar las escaleras. –No me consultaste dijo áspera mente. –No lo creí necesario. Hace falta otra empleada, añadió. La mujer miraba con burla a la recién llegada. Con voz alterada y altanera dijo: -Espero no olvides tu lugar. ¡A la cocina!. Don Martín se volvió a encerrar sacudiendo la cabeza. Joaquín guio a la chica a la cocina. Por varios meses todo transcurrió normal. Trabajo salidas al pueblo los fines de semana y algún baile que otro. Azucena, salía siempre con su supuesto hermano. Joaquín tenía novia. Y a veces Azucena volvía sola de las quermeses. En una de esas vueltas Don Martín, que ya prácticamente estaba separado de su mujer, a raíz de su locura, la encontró caminando a la orilla del pueblo. Paró y la invito a subir. Azucena titubeo pero, era el patrón, y la estancia todavía estaba lejos. Aparte había empezado a llover. Todo sucedió vertiginosamente. Algo de alcohol juventud alegría frustración fracaso, la cosa que todo terminó en una noche de pasión. No fue el único encuentro, hubo más. Hasta que Azucena quedo embarazada. Los acontecimientos se precipitaron. Joaquín se enteró, y fue a hablar con Don Martín. Ambos decidieron que no se supiera la verdad por la enfermedad de Doña Ofelia. Esta padecía un grave trastorno nervioso con alteración de personalidad. Decidieron decir que ese hijo que esperaba, era de Joaquín, y revelar la verdad de que no eran hermanos. Decir que eran pareja. Pero igual mente todo se había descontrolado y Doña Ofelia, enferma y todo había exigido que una vez naciera el bebé, Azucena se marchara. Nació una niña hermosa a quién pusieron el mismo nombre que la madre pero esta, había decidió que por el bien de su hija se la dejaría a Joaquín en la estancia y ella se iría. Ante esto Martín que era el verdadero padre, convenció a su esposa de adoptarla. Así se hizo y la pequeña Azucena creció sin faltarle nada. Don Martin y Joaquín ya peinaban canas y aquella chica era muy buena estudiante en la Capital. A veces venía y le gustaba montar a caballo, y recorrer el monte al trotecito. En una de esas salidas decidió ir arroyo arriba admirando el paisaje. En uno de los barrancos vio a una mujer. Parecía juntar flores o yuyos. Se acercó con el caballo de a tiros. -¡Hola no pensé que hubiera gente por aquí!. La mujer vieja algo desgreñada, ropas humildes, palideció al verla. –Usted debe ser la curandera, de la que hablan en el pueblo. La mujer por fin logró hablar. –Si tienes razón. Azucena volvió a preguntar. -¿Vives cerca?. La curandera la miraba, sintiendo que el ayer volvía. –Sí, respondió, a la vuelta del barranco. –Vamos dijo. Podrás tomar un poco de te fresco. Hace mucho calor. Así las encontró Joaquín charlando bajo la enramada. Madre e hija sin saberlo. Joaquín emocionado no podía acercarse. El sabia hacía tiempo que sabía que Doña Azucena estaba allí he iba a comprarle yuyos para ayudarla. Ella no quiso que en la estancia se supiera de su llegada. Solo buscaba ver a su hija aunque sea desde lejos. Y ahora la tenía al lado. Azucena seguía hablando, preguntando con la curiosidad de la juventud. Su madre en cuya cara ajada brillaban los ojos como dos estrellas le regaló un manojo de hierbas en un impulso beso la mejilla tersa de su hija al despedirla. La mujer apoyada en el portillo los vio irse. Y dejo que las lágrimas corrieran. Su hija. -¡Que hermosa era! ¿Cómo iba a decirle que era su madre?. Mientras Joaquín y ella cabalgaban. Azucena habló de pronto. -¡Es algo rara esa señora!. Pero no sé por qué me recuerda a alguien. Me parece conocerla de toda la vida. -Es extraño murmuro Joaquín, sintiendo que se le humedecían los ojos. La joven siguió en silencio. Desde la loma miró hacia el monte. No se veía el humilde ranchito. -¡Qué pena!, dijo ella. No sé por qué hubiera querido verla por última vez. Y volvió a galopear. La noche escondió el lagrimón que resbalo por la mejilla de Joaquín. Ya en el comedor de la estancia, Azucena contaba su encuentro. Joaquín y Pepa escuchaban desde la cocina. Doña Ofelia, ida a causa de los medicamentos, se entretenía en dibujar con el tenedor en el plato. Don Martín que si escuchaba sintió que una espina muy dolorosa, se le removió en el corazón. Al otro día, un jinete acechaba desde el barranco el humilde ranchito. La mujer, había salido a buscar hierbas. El jinete bajo despacio. Cuando la llamo por su nombre, a la mujer se le cayeron los yuyos de la mano. Se habían reconocido. Después de tantos años. Fue un abrazo apretado, y muchas lágrimas. –Nuestra hija casi te reconoce. Dijo Don Martín. –Si casi casi, contesto ella. Es tiempo de que ocupes tu lugar en la casa. -¿Cómo Martin?. Esta tu esposa. –Hoy la llevan los médicos a un instituto. Desgraciadamente es irrecuperable. –Lo lamento, agregó Azucena. Pero si voy, seguiré siendo la curandera. Mucha gente depende de mí. –Pero serás mi mujer. Demasiado hemos sufrido. Y por nuestra hija que te necesita. Fue cuando se dieron cuenta que Azucena estaba allí con el caballo de tiro. Había visto y escuchado todo. E intuida el resto. -¿Mama?, preguntó apenas. –Hija vamos a explicarte todo, exclamo el padre. Un abrazo muy fuerte los unió. –Por fin se la verdad de los rumores que corrían en la estancia. Comentó Azucena. –No nos juzgues por favor, éramos tan jóvenes agregó Martin. –Yo estoy feliz de recuperarlos a los dos. La que creía mi madre, nunca me quiso. Y ahora con su enfermedad todo es peor. Y siguió abrazada a su padre y a su madre. Esa tarde, después que se llevaron a Doña Ofelia, Azucena entro a la estancia. Los tres lloraban. Joaquín intentaba ver, aquella escena a través de las lágrimas. Allá muy alto, sonreían las primeras estrellas.