lunes, 22 de agosto de 2016

Agustín Rojas-Chile/Agosto de 2016



VOCES INTERIORES

“La voz, pequeña arpa eólica
colocada por la naturaleza
 en la puerta de nuestro aliento”.

            -El día tocó a su fin. Fue una pesada jornada en la cual debí cumplir diferentes diligencias destinadas a mejorar mi diario vivir.
            Llegó la hora del reposo, la meditación, el sueño. Cuando mis ojos cansados se entrecerraban en busca del descanso reparador, se me ocurrió reunir a mi corazón y a mi razón y enfrentarlos a mi yo, a mi alter ego: Les pregunté directamente: -¿Quién soy yo?
            El corazón respondió: -Tú eres un ser espiritual. Reina la nobleza y la confianza en ti porque eres leal. Me haces latir alegremente cuando realizas actos de apoyo al prójimo.
            Verdaderamente, me sentí halagado, reconfortado por estos conceptos.
            -La razón acotó: -El corazón no te conoce. Él sólo late para mantenerte con vida. Es su razón de ser. En cambio, yo manejo tu destino, lo programo, te conduzco por la senda correcta, te he hecho triunfar en la vida y sentirte realizado.
            Para ponerlos en aprieto les pregunto:
            -¿Recuerdan aquella vez que invité a mi casa a un grupo de amigos muy queridos, y tú, corazón, me sugeriste sirviera un rico “chupe de lengua”?
            -Sí, claro, como si hubiese sido hoy. Y ¿recuerdas lo que expresaron tus comensales?
            -Lógico, lo recuerdo muy bien.
            -Entonces me pediste explicaciones buscando el por qué de esa selección. Te expuse: La lengua es el órgano más noble del cuerpo, con él te alimentas, rezas, das gracias a Dios, bendices a tus amigos, transmites tus ideas, expresas tus sentimientos, te comunicas con tus amistades.
            -Yo también recuerdo- expresó la razón- La ocasión en que un grupo de personas no muy gratas concurrieron  a tu hogar a cenar. Sugerí lo mismo que el corazón, “chupe de lengua”. Los comensales salieron satisfechos por la calidad del menú. Me preguntaste ¿por qué sugerí aquello?
            Respondí: -La lengua es el órgano más vil del cuerpo humano, con ella blasfemas, ofendes, expresas lo más bajo de tus pensamientos, engañas, mientes. Tus antagónicos amigos entendieron el mensaje. Hoy son mejores personas. Aún siento los aplausos con que aprobaste nuestra decisión, dijo la razón.
            -Bien, ya que estamos “secando los trapitos al sol” pregunté:-¿Recuerdan mi estado de ánimo cuando la pena me consumía, la tristeza se abrazaba a mi cuerpo, la nostalgia corroía mi espíritu y pensaba que sólo el suicidio me conduciría al precipicio de lo eterno?
            -Han sido los momentos más difíciles que he debido sortear para sacarte de ese estado de descontrol en que caíste luego que, aquella morena de ojos verdes te dejó de amar…¡Qué momentos más infernales aquellos!- expuso la razón- tu tonto corazón lloró junto a ti. Ambos languidecían de dolor, sentados en las rocas de la Avenida Perú, en Viña del Mar.
            Recuerdo que te decía:- No llores por una mujer que te deja. Levanta cada una de estas piedras y encontrarás diez mujeres que te sonríen. Pero tú, hombre imbécil, cada vez más apesadumbrado, sólo querías morir…
            -¿Tienes algo que aportar, corazón majadero, ante tamaña brutalidad?
            -Sí, amiga razón. Reconozco que eres más fuerte que yo. Eres pragmática, nada te altera, eres terca como mula. En cambio yo, en cada palpitar, siento como la corriente sanguínea llega a mí más caliente, cuando más triste está este hombre, y siento pena por él. Sé de muchos corazones partidos en dos, cuando las lides del amor llevan a la separación de quienes se aman…
            -¡Bueno, bueno, ya basta! Ahora creo que me comprendo mejor. Reconozco que sin ustedes no podría existir, los considero a ambos. Puse la cabeza en la almohada, me dormí con la paz del hombre justo…





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