LLAMADA DE SANGRE
No resultaba
tarea sencilla ser un
adolescente. Martìn se despertaba para ir al Colegio, esperaba
que no fuera una jornada aburrida. Se vistió con desdèn; finalmente
bajò a desayunar. Su madre estaba allì, pendiente de èl, era su niño,
detalle que exasperaba a Martìn. –
Mamà…! No soy un niño…! le contrariaba. No pretendía polemizar con su progenitora, se
resignaba que fuera asì, tan sòlo en casa, no le fuera a delatar en la
calle. Tenìa su secreto que no compartìa con ella, no deseaba provocarle una ansiedad adicional,
callaba a como diera, tarea que no resultaba fácil pues tenìa que lidiar con
el acoso de un condiscìpulo, grandulòn
de tallas, pero con escasa masa
encefàlica; los puños y la maldad se le
daban de maravilla para atormentar a sus
semejantes. El maltratador gozaba de prebendas, pues era
hijo de un acaudalado artífice de la política local, sin escrúpulos, que ansiaba del poder por todos los medios. El vástago gozaba de protección a pesar de las barrabasadas. No existía ley
que le pusiera coto. No se limitaba
al acoso corporal, ejercìa un tormento
psicológico para obligar a
cumplir sus deberes so pena de caerles
a trompadas o sustraerles el móvil o la
tablet. El individuo era una
plaga viviente, le conocìan sus
profesores, pero tenìan que bajar la guardia;
enfrentarse al todopoderoso padre
no prometìa buenos resultados a los
justicieros, sus trabajos pendìan de un hilo. Expulsarlo
no era una opción, so pena que la furìa paterna cayera sobre el instituto.
-Buenos días…! Todo bien…!
dijo la madre.
-Buenas… mamà… normal…!
-Estàs distraído…
algún problema…? preguntò la progenitora.
-Pura rutina…! – respondió Martìn.
-Me comentaron algunas vecinas
de un tal Brayan molesta a los
alumnos… te ha fastidiado…?
-No…mamà! – mintió Martìn para no
sobresaltar a la preocupada mujer.
-Se quejan que el fulano es una pesadilla…! –insistìa la
señora.
-Goza de mala fama… pero
tiene apoyo del padre… dinero y poder
mandan…!- se excusò
el chaval, procurando cambiar de
tema.
Hablar de Brayan le enfermaba
puès era una de sus víctimas preferidas, en màs de una ocasión cayò bajo sus puños, dejando sus secuelas en
heridas y hematomas; ante la preocupación materna, se disculpaba diciendo que
fuè por torpeza o accidente. Se salvaba de las repetidas golpizas haciéndole los deberes cual esclavo, puès el acosador sabìa
del buen rendimiento de Martìn. Era un
drama viejo, por temporadas arreciaba el desalmado como si recordase al sometido quièn monopolizaba el
poder. Las de Brayan habían pasado a mayores fuera
del Colegio, se comentaba que había cometido robos y desagravios a personas.
Su saña crecía, no sòlo le
satisfacìa el botìn, tenía que retroalimentarse provocando lesiones y tormento
psicològico a las vìctimas. Todo era
ignorado, las autoridades
permanecían paralizadas frente a los desmanes
del incipiente delincuente. Se
insistìa, entre susurros, que una
anciana murió luego que èl la asaltara. No se salvaban las mascotas, si por
descuido quedaban libres, no regresaban;
las encontraban degolladas en
algún contenedor o descampado.
Martìn llegó al Colegio, saludo a los compañeros; se
sentó. Era un chico social. Se relacionaba con todos, se divertía contando
anécdotas; no era el tìpico bufòn, de
esos que saturan con sus chistes a quienes le rodean. Se encontraba
ensimismado, meditando viendo el
pizarròn. No tardò en
aparecer el bravucòn quien pateò
la silla de Martin; èste cayò de espaldas. Los presentes se reìan de
la inusitada escena. Martìn se incorporò del suelo y Brayan, en actitud
perjuriosa, volvió a
aventarle con
otro empujòn; èsta vez Martìn no
cayò, logró estabilizarse dando vaivenes. No había llegado aùn el docente.
Martìn no tenía miedo de pelear,
tras la agresión, pero el salòn no era
el sitio para dirimir diferencias de carácter u opiniòn. Prefirio bajar la guardia para evitar males mayores.
-Tienes miedo…- Cobarde…! –
dijo el envalentonado maltratador. –A ver si tienes el valor de acusarme en la
Direcciòn…Ja! Ja!
- seguiò ensañándose.
-Miedo no tengo… tù lo
sabes…! – espetò Martìn viendo a los ojos del
agresor. –
-Me desafìas… te atreves… Ja! Ja! – seguía Brayan.
-No quiero desafiarte…! - Ni deseo pelear…! – aclarò Martìn.
Entraba el profesor; el agrio careo se suspendió con la premura de un soplido de velas de una festiva tarta.
-Algùn problema chicos…?
preguntò el docente al notar un
extraño ambiente en el
salòn.
-Nada profe…
se resbalò accidentalmente Martìn
…! - insistieron las voces de algunos
alumnos.
-Estàs bien Martin?- preguntò
el profesor.
-Todo bien…profesor… sin
problemas…! –contestò el muchacho
ocultando su rostro descompuesto.
Brayan permanecía como si no
hubiera propiciado problema alguno, su caradurismo era envidiable. Transcurriò el dia
sin sobresaltos. Sonò el timbre
de salida, todos salìan apresurados
fuera de los salones; en el
pasillo Brayan detuvo a Martìn obstruyéndole el
paso, en voz baja le amenazò:
-Martìn…! –Vas a pagarla…
tu vida será el precio…! -Puedo cometer cualquier crimen…saldrè libre…
estàs advertido…!
-No amenazes en vano… no te
temo…! Deja de alardear…! – le
contrariò Martìn desafiándole.
-No juegues conmigo… Martìn…!
–Si estoy furioso enloquezco…! – insistìa el bravucòn.
Martìn se apartò y siguió su camino. No estaba tranquilo, sabìa que las amenazas
del Brayan no serìan gratuitas; no podía
darse el lujo de bajar la guardia.
Transcurrieron las semanas sin
que sucediera percance entre Martìn y el acosador; el primero, se apartaba con
antelación en caso de coincidir en los
pasillos o patios del Colegio; en la calle, intencionalmente cambiaba de ruta
para evitar un encuentro; no resultaba fácil vivir con la zozobra de una
emboscada, como no sucedìa nada, de a poco, fuè
descuidando la vigilia, pensaba
que fueron bravuconadas, o asì lo querìa ver.
Llegò a intuir que al imbécil se
le olvidò la venganza; màs sucedió lo
contrario. A la salida del chalet de una compañera de estudios, a cuenta de
unos deberes pràcticos, hacia las once,
yendo sòlo fuè abordado en hábil emboscada por Brayan;
èste sacò un cuchillo y amenazò a Martìn:
-Sìgueme… no grites…! –
ordenò secamente. –Cuidado con huir…te
matarè en el acto…! – amenazò el
bravucòn.
-Càlmate Brayan…! te seguirè…!
a dònde
iremos…? – intentò apaciguar al
enemigo.
-Cumple mis òrdenes…!- nada
màs… y calladito…!- Oìste mierda…?
-Te sigo…! – Caminarè en silencio…! – respondió Martìn, tratando de calmarse luego de la
ingrata sorpresa.
No se veìa la luna por la
nubosidad, pero era noche de luna llena; en algún momento, los vientos
despejarìan la bruma. Transitaron por
solitarias veredas hasta arribar a una
abandonada nave, plaza que tenía una ganada fama de peligrosa por unos extraños
hechos acaecidos allì, violentos decesos
sin explicación, ruidos de metales
o una jauría de
animales aullando o
peleándose; solìa permanecer solitaria, salvo por algunos
extraviados borrachos; los y consumidores quienes rehuían intencionalmente del proscrito sitio.
-Està maldito…! - se repetían entre ellos, sin sumar a la
conversación otros detalles.
El someter excitaba a Brayan;
se sentía poderoso, fluìa la adrenalina por el
cuerpo avivando los sentidos; la
venganza alimentaba su ego, crecía su
pasión por la muerte al acorralar a la indefensa vìctima.
Repetìa sin fatiga que apuraran el paso: - Camina … Martìn! - No te
detengas…! Llegaron al sitio; no había ningún alma
aparentemente. La pèsima fama del lugar
atraía al gamberro con hipnòtico
sadismo. –A ver sì eres valiente…renacuajo…! - Ja!
Ja! – observò, al llegar ambos
chicos. La ausencia de farolas hacìa tenebroso el ambiente, una
penumbra apenas permitìa divisar a
escasos pasos, pero los suficientes
como para cometer una fechoría
con desatadas ganas. El angustiante
silencio era interrumpido por los
cànticos de grillos. Se sentía a
distancia el hedor de unos desperdicios rancios.
-Llegamos Martìn…! - Te
acuerdas lo què te dije… no saldrás
vivo… te agarrè manìa…!- las
frases de Brayàn rompìan el silencio.
-Recuerdo tus palabras…! respondió
Martìn tratando de verificar los pormenores , a pesar de la escasa
visibilidad, dònde podían
encontrarse; sus perspectivas de salida eran
funestas, intuìa un desenlace
desfavorable, barajeaba si habìa opciòn
de escape. No
soplaban buenos augurios. –Escucha Brayan, te acompañè
para ver si lográbamos limar las asperezas… no estoy cabreado… podemos
ser amigos… puedo disculparme…
terminaremos el asunto…! – probò Martìn.
-Nada de disculpas o
lloriqueos… lo mìo va en serio…te advertí…! – amenazaba Brayan. –No mires a los
lados…no hay escapatoria…! – soltò prenda
el bravucòn con desvergonzada alevosìa, viéndose infinitamente
superior a la sometida presa.
Recogiò el victimario un leño del
piso que calzaba bien en su palma, artefacto suficiente para infringir
graves lesiones en el cuerpo del amenazado chico. Este retrocedió unos pasos atrás, màs una
pared impedía mayor distancia en su retaguardia.
-Hasta aquí llegaste… mocoso… ve despidiéndote de
èsta vida…! – elevaba su voz el potencial asesino.
-Dèjate de bromas… -Estàs
intoxicado…? - No apestas a alcohol…! – Estàs loco…desquiciado por la
rabia…! – replicaba Martìn.
.Sì,loco!... de eliminarte
como cucaracha… còmo alimaña dos dos patas…! – siguió el sanguinario
acosador avanzado lentamente para
infringir en la vìctima el peso de un
pausado acoso psicológico .
-Dèjate de juegos… Brayan…èsto
dejó de ser una broma hace un buen rato…! –Basta…! – respondió el atemorizado
chico intentando apartarse de la enorme figura del delincuente.
-No corras… defiéndete…! -A ver si eres valiente… Ja! Ja! -
apabullaba el torturador.
Tratò de escabullirse Martìn pero una andanada de golpes lo
derribaron; procuraba proteger con los brazos su cabeza, de poco le servìa
el morral en la espalda ante los
inmisericordes zarpazos; al caer su
cabeza impactò con un contenedor, èsto le provocò una herida cortante en la
frente y cuero cabelludo; sangraba
profusamente. Rodaba por el piso para
esquivar la sarta de leñazos; contadas
partes podían salvarse de esta artillería de golpes y patadas.
-Dèjame… Brayan… estoy
herido…! –Ah! mi muñeca… està
fracturada… desgraciado… demente…!-Loco por aniquilarte… alimaña…! -
gritaba el desquiciado Brayan.
Martìn perdía destreza para
sortear los cascasos; las lesiones eran severas, no podía pararse. Apenas veìa
a cuenta de los pàrpados inflamados; la sangre cubrìa
su rostro. Divisaba desde el suelo la enorme figura del
asesino; se despejò la espesa bruma, la
luna llena estaba en su apogeo.
De improviso se proyectò en la agreste
calzada la sombra alargada
de un testigo adicional en el lúgubre escenario.
-Dejà al muchacho…! – ordenò
una voz grave detrás del bravucòn demente. –Te ordeno… suéltalo de una
sòla vez…!
Oir esa vòz detuvo la
maquinaria de golpes de Brayan; èste se volteo y direccionò su mirada en la busqueda de los
repentinos sonidos. La luz de la luna
permitìa divisar una imagen de un sujeto alto, escaso de carnes, con unas ropas
que colgaban por su extrema delgadez.
-Apiàdate del chico…! .
sentenciò con voz sepulcral.
-De dònde saliste espantapájaros…? – desafiò el maleante. –Despuès de acabar con èsta mugre… irè por tì…! -
Saliò un a mandarme… !
Te harè papilla…!
Brayan empujò con violencia
al extraño; èste dando
traspiés cayò de espaldas como un
saco de patatas.
-Menudo salvador te
sacaste Martìn…! - vociferò el
enajenado grandulòn.
El plenilunio brillò con
intensidad la fatídica escena; Martìn
permanecía en el piso, apenas podía moverse; carecía de fuerza, el cuerpo no le
daba para màs…el dolor impedía
defenderse. Volvìa el asesino por sus fueros, la muerte era inminente. Se oyò un poderoso gruñido, seguido de alaridos entremezclados con aullidos. La figura caída del espantapájaros se incorporò transformada
en un corpulento amacijo entre humanoide
y bestia; tenía los ojos como dos carbones encendidos
de una barbacoa. La ropa que hace
minutos sobraba en el enjuto cuerpo apenas contenìa una velluda aplanadora de
mùsculos. Mientras se acercaba hacia
Brayan, salìa un abundante hàlito de vapor con sus gruñidos. La silueta era del tamaño de un
incorporado oso pero con rasgos
de un humano convertido en una bestia, un enorme
lobo apoyado en sus patas traseras,
dispuesto a saldar , en la
brevedad de escasos segundos, la ofensa
de una descabellada desobediencia y una
no justificada agresión. Nada bueno le deparaba a Brayan. Este permaneció con el taco de madera alzado
en actitud de un nuevo golpe mientras se
acercaba la bestia en actitud acorralante.
Atizò un golpe en el cuello del monstruo, èste no se inmutò, màs bien, arreciaron los alaridos y gruñidos; no le diò oportunidad de
levantar de nuevo el instrumento de tortura; un tentàculo transformado en garra sostenìa por el cuello
al sofocado asesino; lo alzò como una
pluma. Brayan no podía gritar, sòlo agitaba sus miembros procurando golpear en
alocada maquinaria al velludo
visitante. Martìn apenas divisaba
la bizarra escenificaciòn entre el fenómeno recién llegado y su torturador, poco podía hacer; no podía
incorporarse, perdia por momentos la consciencia; perdió la nociòn del tiempo. Viò que el
depredador lanzò a Brayan, con inusual soltura hacia una pared próxima a una altura coincidente con un
segundo piso, el impacto hizo ecos en el
deshabitado sitio; la caída al
suelo sonò a una caja de madera que
estallaba llena de objetos fràgiles, èstos crujìan, mientras rodaban, por los
gastados adoquines. El armagedon
humanoide devenido en un despiadado ente despedazaba sin piedad
al otrora insultante delincuente.
No se oían auxilios, se percibìan
los gruñidos del leviatàn que se satisfacía descuartizando a su presa. La gràfica de imàgenes impactò
al lesionado chico,èste no daba crédito a lo que veìan sus ojos
inflamados, poco le importaba su destino, intuìa que la próxima vìctima
sería precisamente èl.
Esperaba que el monstruo terminase con Brayan; su antiguo agresor ya no se movìa,
las mordidas sacudìan el torso en
caòticas oscilaciones. Levantaba al inerte cuerpo con sus colmillos
y lo lanzaba de un lado a otro; el
monstruo jugaba al sobrado felino sometiendo a un indefenso roedor. Martìn oìa el poderoso jadeo con cada
gruñido, una amplia estela de vapor emergìa
del hocico con las
espiraciones. El engendro consumìa su furia baqueteando los despojos de
Brayan; finalmente los envió a una semidestruida muralla de ladrillos donde
quedaron ocultos en el azabachado disfraz de la noche. Seguìa dando vueltas el estafermo tratando de
tranquilizarse cumplida la sangrienta refriega; bufaba con cada zancada dando muestras de
quièn era el indiscutible líder;
volteaba en dirección de la luna
y emitìa prolongados aullidos que estremecían la quietud nocturna. No cabìa duda, había triunfado apaleando al
impertinente hostigador escolar. Martìn
pensó en lo peor cuando viò acercarse a la bestia; se despedía de esta vida,
puès se daba por muerto. Logrò a duras
penas pronunciar con apagada voz:
-Madre… perdóname…!
Detallò las pupilas
fosforescentes del monstruo; sentía
su aliento caliente, un olor a
pelambre canina sucia; el
engendro lo examinaba, sin atacar.
Sintiò las babas de saliva sobre su rostro; le daban asco, màs no se atrevìa a mostrar rechazo alguno.
Permanecìa inmóvil aguardando el lapidario zarpaso; màs no ocurrìa nada.
El estafermo olfateaba. Estaba allì a su lado, lo detallaba, màs bien en
actitud de proveer un cuidado primitivo de animal a un ingrato humano. Con su lengua àspera comenzó a lamer las
heridas del chaval procurando limpiarlas
de sangre y suciedad; se tomaba su
tiempo cual mèdico que examina con detalle
al enfermo de turno.
Impregnaba con su saliva los hematomas y heridas; un renovado calor
invadìa a Martìn, dejando la gélida
estela que había penetrado previamente
sus entrañas. Se iba adormeciendo plácidamente como si alguièn le arruyara; perdió la vigilìa sintiendo la presencia de una mole que le
acompañaba en su despedida terrenal.
Pasò el tiempo; Martìn se
sobresaltò, intuìa que podía estar ya
alojado en el paraíso; pues no, estaba en la oscuridad de la fatídica película
recién proyectada. El individuo
largilucho, el < sin techo>
permanecía sentado a su lado.
-Vivo… ! - balbuceò incrédulo el chico.
-Sì! – respondió el vilipendiado .
-Me morìa…! -
-No era tu hora
aùn …! sentenciò el casual
acompañante.
-La bestìa…dònde està! – preguntò atemorizado Martìn.
-Se fuè…! Cumpliò su cometido …! – respondió con grave entonación.
-Me salvaste…?
-Sì!...- al que llamas
bestia…!- contestò la quijotesca
figura. –Sin dudas, ibas a morir
…!
Martìn se sorprendió que podía
moverse sin los impedimentos previas; no
había dolor ; rotaba la muñeca. Se palpò
el rostro y detallò la ausencia de
inflamación. Podìa abrir los ojos sin dificultad. Las
heridas habían cicatrizado.
-Me siento curado… no lo puedo
creer…! -Còmo lograste ese milagro…! –
repreguntò Martìn aùn sin creer la sobrenatural recuperación.
-Bienvenido a la manada…! –
contestò el interlocutor
dando a las palabras pronunciadas un aire de misterio.
-Manada…? -Animales…?
-Lobos…?
-Con el tiempo lo entenderas…
lobezno…! -El germen de una antigua
tribu te salvò… tienes un don… lo
descubrirás y sabràs usarlo… para bien o mal… dependerá de tì…!-reflexionò el
autoinvitado maestro. –Recupèrate
y màrchate…! -Yo seguirè mi
camino…!
El desconocido se desvaneció en la penumbra que
insistìa retornar. Vibraba el móvil de Martìn con la llamada de su atormentada madre.
-Hijo estàs bien…! es
tardìsimo…! te pasò algo grave…! –
preguntaba llorando la
desconsolada mujer, incrédula de oir la voz de su retoño a esas horas de la
madrugada. – Seguro què estàs bien… dime
la verdad…! - insistìa.
-Estoy bien mamà…
pronto nos veremos en casa!
La noche recobraba su tenaz
oscuridad; disminuìa su fulgor el plenilunio. Martìn trataba de entender lo sucedido
abandonando apresuradamente la trágica instantánea fotográfica de hace apenas unas horas atrás… sobraban las preguntas… se carecían de respuestas, por los momentos.
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