María Teresa Andruetto: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada por
Rolando Revagliatti
María Teresa Andruetto nació el 26 de enero de 1954 en Arroyo Cabral,
provincia de Córdoba, la
Argentina. Reside en un paraje sobre la ladera oriental de
las Sierras Chicas de esa provincia, en el barrio Cabana, perteneciente a la
ciudad de Unquillo. Obtuvo por concurso la Beca Secretaría de
Cultura de la Nación
Argentina, la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes, la Beca Anual para
Proyectos Grupales del citado Fondo, la
Beca de la Internationale
Jugendbibliothek (Munich). Ha sido invitada a cátedras de
literatura, de literatura y género, de literatura infantil en diversas
universidades y espacios de formación de grado y de postgrado de su país y el
extranjero, así como a leer sus ponencias y reflexiones en Congresos e
Instituciones de la
Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Colombia, México, Estados
Unidos, España, Alemania, Suiza e Italia. Ha dirigido colecciones informativas
y de literatura juvenil y dirige actualmente una colección de rescate de
narradoras argentinas. Para niños y adolescentes publicó “Stefano” (novela),
“Veladuras” (nouvelle), “El anillo encantado” (cuentos), “Huellas
en la arena” (cuentos), “La mujer vampiro” (cuentos), “Benjamino”
(cuento ilustrado), “La niña, el corazón y la casa” (novela), “Solgo”
(cuento ilustrado), “El país de Juan” (novela), etc. De su
bibliografía para adultos citamos las novelas “Tama”, “La mujer en
cuestión”, “Lengua madre”; publicó el libro de cuentos “Cacería”,
la pieza teatral “Enero”, los poemarios “Palabras al rescoldo”, “Pavese
y otros poemas”, “Kodak”, “Pavese/Kodak”, “Beatriz”, “Sueño
americano”, la antología poética personal “Tendedero”. Parte de su
narrativa ha sido editada en italiano, alemán, portugués, gallego, esloveno,
turco y chino. Ha sido incluida en antologías nacionales, latinoamericanas,
francesas, italianas, españolas, portuguesas, norteamericanas y lituanas.
Recibió, entre otros, el Premio Hans Christian Andersen 2012, el Premio
Iberoamericano a la
Trayectoria 2009, el Premio Cultura 400 Años de la Universidad Nacional
de Córdoba en 2012, el Primer Premio Novela Fondo Nacional de las Artes 2002 y
fue finalista del Premio Clarín de novela 2007 y del Premio Novela Rómulo
Gallegos 2010.
1 — ¿Siempre viviste en esa provincia
tuya que limita con otras siete, la segunda más poblada de nuestro país?
MTA — Salvo un período de casi dos años (1976/1977)
que pasé en la Patagonia
y tres meses del año 1993 cuando cursé una beca en Munich, he vivido siempre en
Córdoba, primero en la llanura profunda, en Oliva, el que considero mi pueblo,
también sede de la Colonia
de Alienados Doctor Emilio Vidal Abal, todo lo cual (la melancolía, la
inmigración, italiana sobre todo pero además siria y española, la locura) marcó
mi escritura y mi percepción del mundo. A los diecisiete años me trasladé a la
capital provincial para estudiar en la universidad, hasta poco antes del Golpe
de Estado del ‘76. Para esa fecha ya estaba en la Patagonia. En algún
momento de 1977 regresé a Córdoba, viví ahí bastante malamente hasta fines de
1983; después de eso, me quedé en las sierras chicas, veinte años en Villa
Allende y desde hace catorce en Cabana.
2 — ¿Podrías establecer para nosotros cuál ha sido tu formación
literaria, además de tu paso por la Universidad Nacional
de Córdoba?
MTA — Estudié Letras Modernas en la Universidad Nacional
de Córdoba, entre 1970 y 1975. Después,
la vida, lo que aprendí trabajando en algunos periódicos y revistas de escasa
circulación. En el año 1984, al terminar la dictadura me integré a un grupo de
personas interesadas en los libros para niños y fundamos el CEDILIJ (Centro de
Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil), donde estuve hasta
1995. Ése fue para mí un espacio formidable de formación grupal y a la vez de
enseñanza de literatura, construcción de lectores y aprendizaje acerca de la
relación entre literatura y escuela. En esa institución di clases en seminarios
y cursos de capacitación a docentes, fui secretaria de redacción de la revista
“Piedra Libre”, en su tiempo una de las dos revistas especializadas en
Literatura Infantil en Hispanoamérica, coordiné talleres con adolescentes y un
ateneo de discusión, entre otras actividades. A partir de 1983 di clases de
literatura en escuelas secundarias y luego en institutos de formación docente
(maestros de grado, maestros de nivel inicial, profesores de teatro) y coordiné
talleres literarios en ámbitos diversos, con niños, adolescentes, adultos;
además en geriátricos, y a jóvenes en
situación de riesgo en instituciones carcelarias y clubes. También di clínicas de escritura de cuentos,
poemas, novelas, todo lo cual fue, a la vez que un espacio de docencia, un
intenso espacio de aprendizaje. Me considero en permanente proceso de formación
literaria, sigo leyendo literatura y sobre literatura como antes, como siempre,
como una estudiante.
3 — Entre 2005 y 2013 has escrito libros en co-autoría: “La escritura
en el taller”, “El taller de escritura en la escuela”, “Ribak/Reedson/Rivera.
Conversaciones con Andrés Rivera” (con Lilia Lardone) y “Mujeres,
artes & oficios” (con Silvia Barei).
MTA — “Mujeres, artes & oficios” no es en rigor un libro escrito en co-autoría;
se trata de la reunión de mis poemas de “Palabras al rescoldo” y de una
serie de poemas de la poeta cordobesa Silvia Barei que giran en torno a la vida
doméstica. Los reunimos en un volumen, con reproducciones de obras de artistas
plásticas argentinas, a instancias de una editorial. Los otros tres títulos sí
responden a proyectos de co-autoría. Con Lilia Lardone somos amigas y ambas
hemos coordinado talleres literarios; en cierta ocasión alguien nos preguntó
por qué no llevábamos nuestras experiencias a un libro y así hicimos, a lo
largo de un año preparamos esos dos libros: uno, concebido como de apoyo a un
maestro o profesor que quiera organizar un taller en la escuela; el otro,
dirigido hacia un posible coordinador de taller por fuera de la escuela. El
tercero, “Ribak/Reedson/Rivera. Conversaciones con Andrés Rivera”
es, en efecto, un libro de conversaciones con el querido, admirado escritor que
nos distinguió con su amistad y nos permitió entrar en su pensamiento, su
historia personal, sus sentimientos, en sucesivos encuentros grabados a lo
largo de un verano. Facilitó la tarea que lo conociéramos y nos conociera
mucho, que hubiera un piso afectivo común. Como las dos habíamos leído
profundamente su obra, buscamos en ella fragmentos que nos pareció que
dialogaban con sus conversaciones.
4 — Dos son los volúmenes en el género ensayo que has publicado “en
solitario”: “Hacia una literatura sin adjetivos” (2009) y a través del
Fondo de Cultura Económica, “La lectura, otra revolución”.
MTA — Son libros que reúnen conferencias leídas en
diversos congresos, en Argentina o fuera del país. Ensayos escritos a partir de
proposiciones concretas, que me han llevado a pensar sobre algunas cuestiones
como la lengua, los procesos de escritura, la voz narrativa, la relación entre
literatura y escuela, entre literatura y memoria y entre literatura e
identidad… Los ensayos han circulado antes en espacios virtuales, revistas y
actas de congresos, y en cada caso una editorial me propuso organizarlos para
un libro.
5 — ¿Hay otros en el mismo género o en narrativa o en poesía o en
dramaturgia que preveas, más o menos en lo inmediato, socializar?
MTA — No hace tanto
apareció “Trece modos de mirar a un niño”, un poema en homenaje al poema
antológico de Wallace Stevens, en una colección infantil, y la novela “Los
manchados”. También están saliendo traducciones de mis libros a otras
lenguas y ediciones en castellano en otros países de Latinoamérica. En cuanto
al teatro, hay varias obras circulando o en preparación que diversos teatristas
programaron a partir de mis cuentos o novelas.
6 — “Narradoras Argentinas” es una iniciativa tuya, y sos co-directora
del blog de ese Sitio y de una colección.
MTA — Desde hace ya muchos años me interesa revisar
la tradición o diversas tradiciones en la narrativa de mujeres en Argentina,
tal vez en el deseo de insertarme ahí de algún modo; algo así como el rastreo
de posibles madres de escritura, un
gesto de agradecimiento a varias de ellas. Y empecé a colaborar con artículos sobre narradoras
argentinas para el diario “La Voz
del Interior”. Después alguien me sugirió que colgara las notas en un blog. Más
tarde invité a otras mujeres (Juana Luján y Carolina Rossi) a organizar una
colección de rescate de narradoras argentinas y le propusimos el proyecto a
EDUVIM / Editorial Universitaria de Villa María. Se trata de una modesta
contribución, no más de dos o tres títulos al año. Hemos publicado la narrativa
completa de Andrea Rabih, una novela que dejó inédita Libertad Demitrópulos,
otra también inédita de Paula Wajsman, hemos reeditado un libro de cuentos de
Fina Warschaver, la primera novela de Elvira Orphée, está al salir un libro de
cuentos de la gran Amalia Jamilis…, todos con un prólogo que explora esa obra.
7 — ¿Ya habrás terminado de procesar que te fue otorgado el más
prestigioso premio a nivel mundial de la literatura infantil y juvenil?
MTA — Sí, ya me acomodé. Agradezco mucho ese premio,
tan inesperado. Me trajo traducciones a lenguas inimaginadas, muchos nuevos
lectores, numerosas invitaciones a ferias y congresos internacionales. Igual
siempre supe que era algo que sucedía desde mi persona hacia afuera y que debía
cuidar que no dañara mi relación más íntima con la escritura. A esta altura
puedo decir que por fortuna ha sido así.
8 — Has traducido, además de cuentos, poemas de la escritora
ítalo-brasileña Marina Colasanti, y has antologado
a la poeta uruguaya Circe Maia.
MTA — Se trata de gestos de amor, amores de lectora.
La traducción de los textos de “Ruta de colisión” (Ediciones del
Copista, 2004) sucedió de modo azaroso; era en principio algo para mí, para
compartir con los míos, en casa; después Marina misma me instó a que lo ofreciera
a un editor; tardé varios años en conseguir que alguien se arriesgara a
editarla, son poemas deliciosos… Me ha dado tantas satisfacciones ese libro. Primero y sobre todo, fue el comienzo de mi
amistad con ella, quien al cabo de los años tradujo mis novelas al portugués;
la invitaron al Festival de Poesía de Rosario, al Festival de Poesía de
Córdoba, nos vimos en tantos lugares… Tengo en la memoria un patio colonial con
ella leyendo sus poemas, magia pura, y tantos de nosotros acompañándola. Antes
y después hubo muchos lectores, muy buenas críticas y el libro incluido en la Colección Juan
Gelman.
Del mismo modo sucedió mi encuentro con Circe Maia, a quien no he dejado
de leer desde que la descubrí, como todo en la vida, también de modo azaroso,
en los primeros años ochenta. Leía sus poemas a mis alumnos de taller, hasta
que, después de mucho tiempo, uno de esos
alumnos se convirtió en editor y me propuso que preparara una antología.
Entonces viajé a Tacuarembó a conocerla, a conversar con ella, para incluir esa
conversación en “La pesadora de perlas” (Viento de Fondo, 2012). Ella es
de una profundidad y de una sencillez extraña, extrema…; fueron días
inolvidables.
En cuanto a la traducción, mi experiencia es muy pequeña, no me
considero, no soy una traductora.
9 — ¿Qué es lo que más te preocupa en la traducción de tus propias
obras?
MTA — Me preocupa todo: el sentido, el lenguaje y muy
particularmente el tono. He sido, sin embargo, muy afortunada: al portugués fui traducida por Colasanti, quien
tiene un manejo muy fino de la lengua, al
italiano por una traductora excepcional como es Ilide Carmigiani, recibí muy buenos
comentarios de las traducciones al alemán, especialmente de la compleja
traducción de “La mujer en cuestión”, y al esloveno… En cuanto al resto, las traducciones al chino, al
turco, desconozco los resultados, aunque no dejo de preguntarme, sobre todo en
las versiones al chino, hasta dónde se habrá podido trasmitir lo que escribí.
10 — “Beatriz” es un homenaje a Beatriz Vallejos (1922-2007).
Seguramente la has conocido personalmente. ¿Cómo está estructurado tu libro?
MTA — Beatriz es también un gesto de amor, en este
caso hacia la persona y la poesía de Beatriz Vallejos. Aunque nos hablamos
muchas veces por teléfono, nos mandamos libros, tarjetas y cartas, nos vimos
sólo en dos ocasiones. Una en su casa de Rincón, provincia de Santa Fe, cuando
ella estaba todavía muy bien, un fin de semana precioso. La otra, unos años más
tarde, en un departamento de la ciudad de Rosario, a donde fue cuando ya no
podía vivir sola. El libro refleja esos dos encuentros, ese “Ayer” cerca del
río Ubajay, y ese “Hoy” en Rosario, y luego una coda, a la manera de una elegía
con cierre musical.
11 — ¿Y Pavese? Un poemario tuyo lleva el apellido del gran piamontés. ¿“Pavese
/ Kodak” es en un volumen la segunda edición de cada uno de dichos libros?
¿En estas segundas ediciones has hecho correcciones o añadido textos?
MTA — No hice correcciones en la reedición de esos
libros; los reuní en un volumen porque las primeras ediciones, pequeñas, ya no
se conseguían. En cuanto a Cesare Pavese es un mojón para mí, por su escritura,
ciertamente, pero también por un modesto mito familiar: mi papá era de un
pueblo vecino a Santo Stefano y recordaba un encuentro con él, una breve
conversación, en la calle. Luego en Pavese hay muchas marcas de “lo piamontés”,
la cultura de mis abuelos maternos en Argentina, cierto modo de hacer y de
sentir que se me vuelve muy familiar, que me conmueve.
12 — Además de la construcción de la identidad individual y social, las
secuelas de la dictadura en nuestro país y el universo femenino, ¿qué otros
ejes insisten en tu narrativa? ¿Qué tratamientos son los que preponderan en
ella?
MTA — Me interesa mucho la oralidad, lo
conversacional, la diversidad de voces. El amor también o el desamor, dos caras
de la misma cosa, ese pequeño mundo íntimo que nos sostiene o nos destruye o
las dos cosas al mismo tiempo.
13 — Oigamos a un novelista, Milan Kundera, en
su “La vida está en otra parte”: “La imagen fantástica que has
depositado en el poema ¿puede haber sido el resultado de tus meditaciones? De
ninguna manera: se te ocurrió de repente, inesperadamente; el autor de esa
imagen no eres tú, sino mas bien alguien dentro de ti; alguien que hace poesía
dentro de ti. Ese alguien que hace poesía es la poderosa corriente del
inconsciente que atraviesa a cada hombre; no es ningún mérito tuyo particular
el que esta corriente, dentro de la cual todos somos iguales, te haya elegido a
ti como instrumento.” Y oigamos ahora una reflexión, algo que
añadir, María Teresa.
MTA — Aceptaría la idea de alguien
que escribe dentro de uno, si pudiera quitarle a esa idea toda
sensación de trascendencia. Los escritores trabajamos con un material prestado,
la lengua. Creo que en los mejores escritores, en los momentos más luminosos de
esos escritores, quien escribe es una sociedad, un pueblo. Las voces de los
otros, haciendo eco en un hombre, una mujer, que toma esas voces y las devuelve
enriquecidas al lugar de origen.
14 — ¿Viste que uno en ciertos casos
quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a
personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece, te desacomoda? ¿Cómo
“lo resolvés”?
MTA — Sí, hay de todo, pero al menos yo,
a las personas que valoro termino de algún modo queriéndolas, y a las personas
que quiero, más temprano que tarde las valoro. Me dejo llevar por la brújula
del amor, pero ese amor creo yo, no es ciego.
15 — De un suceso o personaje
histórico, un escritor construye una novela o un cuento o una pieza teatral o…;
de la novela o…, un cineasta filma un largometraje; del largometraje, un poeta
concibe un soneto; del soneto, otro cineasta concreta un cortometraje; del
cortometraje, otro artista… ¿Qué te provoca compartir con nosotros lo que acabo
de formular?
MTA — Los escritores somos grandes
recicladores. Cada obra está alimentada por otra que estuvo antes y esa por
otra y así, y si tenemos suerte, esa obra servirá de alimento a otras que
vendrán más tarde. Eugenio Montale dijo alguna vez que hacen falta muchos
hombres para hacer a un hombre…; en fin, hacen falta muchos escritores para
hacer a un escritor.
*
María Teresa Andruetto
selecciona poemas de “Sueño americano” (Caballo Negro Editora, 2009) para
acompañar esta entrevista:
Lección de piano
Brilla el asfalto como un vestido de seda
bajo las luces de un teatro. Otra vez marzo
en la avenida que lleva a la maestra de piano.
La llovizna humedece los silos, la alameda,
la resaca de la noche en el billar. Alguien
seca al sol las fachadas de laja en las casas
del centro. Levantan puntos de media,
las chicas de Los Vascos y el
verano
peina el pelo en colas de caballo. Cuando
sea grande, seré concertista, dice a todos
la niña que va a piano. Serás profesora,
dice la madre a la vuelta de los años. Piensa
en eso la niña mientras muerde la madera
del piano. Va su pensamiento lejos del pueblo,
más allá de la maestra y del verano.
*
Películas
En mi pueblo había un cine. El dueño saludaba
a los vecinos como un cura a la entrada de su
iglesia
y era el cine, en verdad, como una iglesia
a la que íbamos, por la tarde, los domingos.
Estaba
sobre la ruta, frente a los trenes que cruzaban
la llanura. Por el veredón paseaban las parejas
con cucuruchos de helado y escuchaban los
hombres
el partido en pantalón de baño y camiseta. En
el atrio
había un kiosco y en el kiosco una mujer vendía
titas y rodhesias. Con vestidos de piqué, los
domingos
por la tarde las dos íbamos al cine, a ver a
Marisol,
a Doris Day, a Joselito. Un día no llegaron
las películas y pasaron un drama en blanco y
negro.
Recuerdo
a la salida la cabeza borracha, el veredón
donde arrastraban su tedio las parejas, los
hombres
traspirando sus camisetas de tira y los
camiones
que rugían por la ruta, con las luces
encendidas,
las primeras de la noche que llegaba.
*
Patricia Lee
Flota Patricia Lee sobre la vereda, como un
poema
de Rimbaud. Es de oro la luz y sin embargo ella
sabe
que puede no alumbrar. Cuando era chica quería
ser
poeta. Tenía al niño genio de la mano, pasaba
con él
su temporada en el infierno. Saludaba el ojo
bizco
camino del templo a los vecinos, pensando
que su palabra no era para esa gente. Algún día
volveré
y seré millones, se decía, cantaré en estadios,
estudios, festivales, y aplaudirán los músicos
del mundo,
no esta gentuza de pueblo. Cuando era chica
quería ser
famosa. Más tarde quiso ser la monja de
Calcuta.
No la maldita, no la artista consumida, no la
puta,
sino la que llora al hermano muerto, al marido
muerto,
a los amigos. Ya no hay distancia entre los
sueños
y la vida. Por eso canta en la noche en los
estadios,
los estudios, los rincones de su casa. Canta
Patricia Lee
y mientras canta la maldicen los bizcos y los
genios,
gritan camino del templo los poetas, Volvé
a tu casa,
Patti, volvé a tu casa. Pero Patti Lee,
Patti Lee…
*
Hostería en las sierras/ Otoño
de 2007
“Mi música es para esta gente”
Ludwig van Beethoven
Tras la ventana del hotel caen las hojas
amarillas,
flotan semimuertas sobre el agua de la piscina,
como
en un cuento de Cheever. En la memoria alguien
arrastra una silla hacia el agua sucia, sin
embargo
es de oro esta luz y ella sabe que puede no
verla más.
Cuando era chica quería ser pianista. Iba con
otra
de la mano, iba con El clave bien
temperado
bajo el brazo, hacia una casa de la calle Francia.
Saludaba camino del conservatorio a los
vecinos,
pensando que su música era para esa gente.
Alguna vez tocaré preludios en un teatro, se
decía,
y aplaudirán los vecinos, la buena gente
del pueblo.
Historia de vida
suya, pero remota.
Más tarde quiso ser como la puta de Fassbinder,
ésa que hacía feliz a todo el mundo. No la maldita,
no la estrella incandescente, no la artista
consumida,
sino la monja de clausura, la que alivia al
peregrino,
la que no le quita a nadie nada. No hay
distancia
entre lo íntimo y lo público, las calamidades
históricas convergen con las privadas. La buena
gente asesina a los débiles y mantener abierta
la herida es la única esperanza.
Historia de vida
remota, pero suya.
Cuando escribe en la noche, crece el murmullo
de tantos y tantos que vienen llegando, un
torrente
que avanza y se dilata, que grita Go Home,
Go Home, necesito un lugar en el mundo. ¡Y ella
que no quería quitarle a nadie nada!
*
Muchacha de Ucrania / 2003
¿Cómo van en tu tierra las cosas?,
pregunto. Siempre peor, me responde,
es todo una mafia. Mi prima allá abajo
levanta la mano. La chica se llama Alexandra
y va a trabajar a Gerona. Tiene a su padre
en Valencia y a su madre limpiando
un albergue en Milano.
Su hermano,
que cumple catorce, se ha quedado en Ucrania
cuidando la casa. Hablo tres lenguas, me dice,
ucraniano, moldavo y rumano, pero
eso no sirve
en España. En el bus van gitanos, letones
y húngaros, y esta chica que tiene a su madre
en Milano. También va una mujer de Trujillo
que no tiene papeles, me lo dijo comprando
el pasaje. Hay un sitio mejor
y está lejos.
(Por la tarde
he llamado
a mis hijas.
No estaban)
Yo
quería quedarme
cuidando la casa, me dice la chica de Ucrania,
pero es mejor que se quede mi hermano.
Conversando, he olvidado que estoy todavía
en Torino, que el bus no ha arrancado,
que mi prima allá abajo levanta
la mano.
*
Los hermanos García / 1978-1983
A Juan, Antonio y Mary
Por la ventana que da a la Escuela Alberdi,
veo pasar
hacia la noche a chicas como yo y a los
muchachos.
Los escucho reír en la vereda, bajo esta
ventana pequeña.
Es noche de sábado y los hermanos cocinan
puchero
de falda y de quijada. Sé que otros se han
escondido
en el Tigre, en la Patagonia o en
Longchamps. Algunos
mandan señas, flores sobre la falda, desde
Oslo,
Gotinga o Ámsterdam. Yo vivo tras este ojo de
buey,
con la quijada contra el marco, mirando a las
chicas
y muchachos que cruzan la avenida. Es también
sábado
en la pieza del hotel, sobre los techos de esta
casa
de citas, junto a la comisaría, donde alquilan
los camioneros sus siestas de amor con los colimbas
o las mujeres de la Humberto Primo.
Aquí, tras el vidrio
de esta raja de luz, bajo el ala de unos
gallegos venidos
de Inriville, espero que pasen los meses o los
años.
García quiere decir Smith y el más común de los
mortales
se llama Juan. Sube cada mañana la precaria
escalera
con su manojo de llaves y comida y como una
lonja
de sol me abre paso entre putas, milicos y
viajantes.
*
Entrevista realizada a través
del correo electrónico: Barrio Cabana, Ciudad de Unquillo, Provincia de Córdoba,
y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes entre sí unos 670 kilómetros,
María Teresa Andruetto y Rolando Revagliatti.
*
Fuente: http://actaliteraria.blogspot.com
–
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