El sueño de Caro |
Revista Literarte creada en Noviembre de 2001 para la difusión de todas las disciplinas del arte.Declarada de Interés Cultural por el Honorable Concejo Deliberante de Vicente López en Diciembre de 2002. DECLARADA DE INTERÉS CULTURAL POR LA SECRETARÍA DE CULTURA DE LA PRESIDENCIA DE LA NACIÓN ARGENTINA SEGÚN RESOLUCIÓN 1706/10, en Junio de 2010 Si querés publicar tu texto, música, pinturas, esculturas, danzas; enviá el material a: revistadigitalliterarte@gmail.com
martes, 20 de febrero de 2018
lunes, 19 de febrero de 2018
Keith Poppins-Argentina/Febrero de 2018
FRAGIL
Me desperté, no como quién se despierta a la mañana, elucidando
el nuevo día. Me amanecí desconforme y mareado. Estaba sentado en una escalera,
era una pieza cuadrada, a mi lado me rodeaban los vidrios calados por flores,
aunque soy amante de las flores, no pude divisar precisamente de que variedad
eran, pero estaban, estaban tan presentes como la escalera redonda en la cual
persistía sentado. Se escuchaban murmullos, muy allá, a lo alto de los
escalones, eran susurros de gente humana, como si estuvieran dialogando
activamente sobre un tema que interesara a todos, escuchaba opiniones, intuí
que debían de ser más de uno. Seguía mirando hacia mis costados, sin poder
moverme demasiado, mi cuerpo estaba quebrado, débil y frágil, no sentía mis
pies pero si mis ojos, que observaban ya con mucha claridad el terreno. Las
paredes eran tan grises como el cielo en la cumbre máxima del invierno. La
escalera era de madera, de un color marrón gastado, como un dibujo animado de
esos que veía cuando era chico. Sin mover mi cabeza, mis ojos se enfocaron en
mis brazos que estaban cruzados sobre mi pecho, como si me hubiera dormido
especulando y pensando en no sé qué. Buscaba explicaciones pero no las
encontraba. Empecé a desesperarme cuando de pronto un aullido proveniente del
final de la escalera me sobresaltó. Sentí mi cuerpo, no era un gato, era un
mugido muy diferente al de los gatos, pero si era de un felino. Los susurros se
callaron y dieron paso a los gritos desesperantes de este ente que emitía el
gruñido. Mi mirar era fijamente hacia arriba, sin emitir sonido y movimiento.
Seguí esperando. Lo escuche cuatro veces más y se calmó. Los murmullos sonaron
nuevamente. Poco a poco empecé a sentir mi cuerpo, primero en forma de
cosquillas, luego en un carácter de nerviosismo. Logré pararme, me apoyé
suavemente en la escalera y empecé a subir, muy suave y lentamente, aplacando
el mayor de los silencios. Las plantas de mis pies pesaban como grandes bolsas
de concreto, pero seguía escalando. La escalera empezó a tornarse curvilínea,
seguí avanzando, los murmullos seguían debatiendo y ese ruido me daba confianza
para continuar, tenía miedo... ¡Sí que lo tenía! Pero... ¿Que era toda esta
situación? ¿A dónde estaba? Empecé a ver bultos al final, necesitaba una
explicación. Un escalón antes de llegar hacia la luz, el aullido resonó de
nuevo, hiriente y determinante. Mis pies se aflojaron y caí, me desmoroné por
la escalera, rodando y golpeando todo mi cuerpo con cada escalón, llegando de
nuevo al lugar donde había despertado. La sensación fue igual a la fragilidad
que sentí al despertar la primera vez, el cuerpo dolido, la cabeza mareada y la
insatisfacción de no saber quiénes eran ellos, ni quien era yo.
Diego Felber-Argentina/Febrero de 2018
YA NO VOLVERÁS
Su mirada se perdió en el ocaso, el sol arrasó con su ser,
dejando en mí esos recuerdos, antaños como el mejor vino.
¿Como hago para olvidarte si el mar pronuncia tu nombre una
y otra vez? ¿Si aún respiro el aire con el aroma de tu piel?
Tus huellas se pierden en la infinidad del olvido...
¡Es difícil desprenderse de tí, amor! Pero, ya no queda
nada: Me siento vació, mi alma está triste y despoblada.
La noche se asoma y la fría soledad me sorprende (Me
acorrala). A lo lejos observo la luna tan brillante que dibuja el horizonte con
su claridad.
Mis lágrimas al caerse se mezclan con el rocío del césped
(Es duro aceptar que ya no estás), que mi único consuelo será el de recordar lo
que un día fuimos, pero sin olvidar aquella certeza de que tú ya no volverás.
Martín Farel-Argentina/Febrero de 2018
OTRO DÍA
Me dirigía como siempre a la estación, y en el camino me
cruzaba con lo de siempre, perros ladrando, las canciones de Nirvana, viejas
caminando al son de la batería de Cris Coma...
Compraba un paquete de cigarrillos mentolados en el lugar de
siempre y ahí me di cuenta de que estaba viviendo otro día.