LA
MOTO DE
ALFONSO
Hace
mas de 10 años ya, durante la noche, sonó mi teléfono, era mi viejo amigo
Alfonso, 53 kg
cuando esta de buen peso, 1.62 de estatura, con la tranquilidad que le
caracteriza, me dio la noticia de improvisto “Compre moto”, la primera moto
para el grupo de judokas, ahora llamado de la “vieja guardia”, era un
acontecimiento mayor, debido a la abundancia de escasez que nos caracterizaba
en ese tiempo, un sin número de preguntas salieron de mi boca, con la
alteración normal de un evento de esa magnitud; que marca?, modelo? color?
Inmediatamente mi amigo cortó toda comunicación con la siguiente frase
“Tranquilo”, mañana nos vemos a las 9 am donde Hugo, Hugo mi otro amigo, se
describe básicamente con dos palabras, buena gente y feo.
Sin falta
9 am estábamos Hugo y yo, esperando la llegada de Alfonso en su nueva moto,
pasadas las 10 am, después de dos cervezas ya, llegó un taxi con nuestro amigo
adentro, el corazón nos latía más
fuerte; se accidento? La moto? Salimos rápido a preguntarle y con la misma
calma de antes nos contesto, “Tranquilos”, la moto esta en la maleta del taxi,
estupefactos nos miramos Hugo y yo, al
mismo tiempo lo veíamos sacando con el taxista, un costal con lo que alguna vez
fue una moto, pagó, nos miró y nos dijo “Mírenla, esta es la moto que compré,
no es sino armarla y como nueva” Hugo buena gente pidió tres cervezas y dijo “Pues
manos a la obra” Alfonso y yo nos sentamos a observar el complicado
acoplamiento de piezas por parte de Hugo, que pasadas 3 horas de extenuante
trabajo, se empezaba a preguntar porque sus dos amigos no le ayudaban en nada?
Sin embargo era hora del almuerzo ya y el ánimo se calmó, apareció de repente
Luz, mamá de Hugo, fresca y alcahueta como todas nuestras mamás, con una
bandeja llena de arroz con huevo y papitas, para dividir equitativamente entre
los tres, lógicamente el anfitrión, el que más había trabajado, fue el que
menos comió. Mientras lavaba sus manos llenas de moretones y grasa, Alfonso y
yo habíamos acabado con casi toda la bandeja de este delicioso platillo, pasó
casi una hora discutiendo los detalles financieros del negocio, precio vs marca
y modelo, con opiniones encontradas entre el que hizo el negocio y todos los
demás.
Pasadas
las 4 pm pedimos más cervezas y reanudamos el proceso de ensamblado maestro, en
esta fase del proceso, Alfonso comenzó a hacer algunas críticas del trabajo de
Hugo (B.G) “Mal esto, mal aquello” repetía en cada paso que hacía Hugo con las
50 partes de la moto, que aun estaban regadas en el patio de Luz, B.G Hugo se
empezó a impacientar y después de la décima crítica, soltó calmadamente lo que
tenía en la mano, se sentó con nosotros dos, tomo su cerveza, nos miro
fijamente a los ojos y nos dijo, “No
trabajo más” no habían pasado ni 5 segundos cuando Alfonso se paró y dijo “
Listo no hay problema yo la termino de armar” 6 pm un poco prendido y sin
ningún conocimiento de motos, se hizo manos a la obra, pasaron unos segundos,
todos en silencio,
Alfonso
miraba una y otra vez todas las piezas regadas de la moto y una herramienta
desconocida hasta el momento para el, sus
primeras palabras fueron “Eche(yo), te necesito aquí de asistente” yo, otro
desconocedor
total
del fino arte de la mecánica, me paré y me puse a disposición del nuevo
mecánico en jefe, de ahí en adelante ocurrieron una cantidad enorme de
accidentes, regaños y discusiones entre el mecánico en jefe y su nuevo asistente
“Esto es aquí!! Oigan a este” decía el asistente,
Hugo
B.G, miraba indiferente con su cerveza helada y los pies sobre la mesa, pasadas
las 8 pm y debido a los regaños y encontrones con el jefe de mecánicos nuevo,
Eche(yo) procedí a renunciar en forma irrevocable a mi cargo de asistente de
mecánica gratis, Alfonso simplemente dijo “No hay problema, yo termino solo” .
Heridas,
moretones, golpes y maldiciones, se escucharon por nuestro amigo, 10.30 pm, con
15 piezas sobrantes y ya con muchas Pilsen encima, se escucharon las siguientes
palabras de Alfonso “ Listo! Sobraron algunas piezas, pero es mejor que sobre y
no que falte” llenos de desconfianza y muy alegres ya por el efecto de las
cervezas, nos fuimos a observar la prueba de ruta de la moto marca Chappy
80 cc, que se veía un poco enfermita,
Inició
el proceso;
Paso
1, encendido, inmediato, el orgullo se dejaba ver en la sonrisa de Alfonso.
Paso
2, luces, negativo hacían parte de las 15 piezas sobrantes, pero eso no era
relevante para el momento.
Paso
3, arranque, no fue pequeño nuestro asombro, al observar por primera vez en
nuestras vidas una moto andando en sentido contrario, hasta concluir en una
pequeña caída de nuestro amigo y su dignidad destrozada.
Inmediatamente
Hugo buena gente, se compadeció y dedico otras dos horas en tratar de unir y
dejar medio pasable una moto, en estado crítico ya. “OK se hizo lo que se pudo
por esta moribunda, perdón la nueva moto de mi amigo” dijo Hugo, procedimos a la segunda prueba de
ruta, en la loma de Manrique, con beriberi, sin luces, ni direccionales, ni
stop y casi sin frenos, anduvo entonces la moto de nuestro amigo, no sin un
largo aplauso de todos nosotros, incluida toda la cuadra, testigo todo el día,
de nuestro triste espectáculo.
12.30
am cansados, semiborrachos, decidimos partir para nuestras casas, Alfonso
jovial y contento, por ver su moto andando, expresó “Moto es Moto” e
inmediatamente se ofreció muy comedidamente en llevarme a mi casa, el terror se
apoderó de mi, al imaginarme en las lomas de Manrique, en Chapy, sin luces, ni
frenos y con un borracho sin pase que no sabía manejar moto, sin mencionar el
beriberi que se incrementaba en cada hueco en que se metía, después de mucha
amable insistencia y ya con las disculpas agotadas, tome una decisión, de la
que me arrepentiría enormemente unos minutos después.
Desde
el mismo momento en que partimos a este fatídico viaje, se presentaron los mal
llamados “pequeños contratiempos”, para empezar no prendía ya la moto, 1 am
pasadas y mi amigo se veía prendiendo la moto en su delgadez, un poco ebrio,
agotado y ya un poco arrepentido del negocio aquel, luego de 20 minutos de insistencia,
prendió la famosa moto Chappy de Alfonso, en ese momento nos contó por fin “No
la verdad es que esta moto me la vendió el hp…de Pio Antonio, otro personaje de
judo, muy popular en Robledo parque, docente de profesión y dotado con el don
de la palabra, casi sin ninguna respuesta a esa esperada y predecible noticia,
ya producto del cansancio y las cervezas demás, decidimos partir, Hugo buena
gente, su familia y la cuadra, nos despidieron y descansaron.
Sin
casco, ni chalecos, empezamos a bajar por la calle del tango y el beriberi le
duraba cada vez más tiempo a la diminuta moto, apenas íbamos en la avenida
oriental y yo ya había contado 20 conatos de accidente y tres apagadas de moto,
a mi se me había pasado todo rastro de alcohol, por la adrenalina generada en este
peligroso viaje.
Otra
apagada, nuevamente observaba yo la figura de mi amigo tratando de encender su
pequeña moto, esta escena se repetiría frecuentemente en todas las motos de su
propiedad en los siguientes años, no se dejo esperar su típica frase después de otros 20 minutos cuando encendió
su moto “Rumbo a Siberia..” 2.30 am
reiniciamos nuestro viaje, tomamos los puentes de la oriental, cogimos la oreja
de la regional, esta parte del viaje fue más calmada y parecía predecir que el
resto del viaje sería así, pero estaba equivocado, porque cuando estábamos
girando a coger la macarena pudimos observar un reten gigante, con; policías, tránsitos, ambulancias y grúas,
esos retenes de sábado en la madrugada, donde el 99 % de los motociclistas de
Medellín tienen algún tipo de problema, inmediatamente mi amigo trato de girar
a la derecha a coger Sanjuán y así evadir el cerco policíaco, pero no contó con que el beriberi le impedía
todo tipo de maniobras, pudimos entonces ver a un agente, moviéndonos
amablemente la mano para que nos acercáramos, yo le dije a Alfonso no se
preocupe que en esta moto hasta a pie nos hubieran alcanzado, desde ese momento
en adelante, debido a una mezcla de sentimientos y la situación en sí, la risa
de apodero de mi, también ayudado por las cervezas remanentes, mi amigo muy
preocupado, profirió, amenazas, codazos y advertencias contra mi para que dejara
de reírme, pero era imposible detenerme al imaginarnos llegando a un reten
gigante, sin luces, direccionales, cascos, ni papeles, con el beriberi
acelerado, sin mencionar el estado de embriaguez.
“Muy
buenos días ya” dijo el agente, muy buenos días agente, respondió mi amigo
codeándome para que dejara de reírme, iniciaron las preguntas del agente de
transito;
Luces? Ah! Es que esta moto es nueva, pues la
armamos hoy porque……stop y direccionales? Le interrumpe el agente, ah!! No, no tenemos responde Alfonso, “mmmm sus
cascos??? No, no agente no tenemos!! , “páseme el seguro obligatorio”, dice el
agente ya un poco molesto, “ah!! No aun
no lo tenemos, responde mi amigo haciéndome una cantidad de gestos para que
dejara de reírme.
“hombre…,
páseme la matrícula haber que hacemos con usted” finaliza el agente, a lo que
responde mi amigo con una frase memorable, “no
agente, eso si no lo tenemos” ya mi fuerza de voluntad quedo vencida y no
pude contener una carcajada gigante a los que el agente reaccionó
inmediatamente diciendo “Estos dos están borrachos” y nos mandó a un carrito
muy iluminado a hacerle prueba de alcohol al preocupado conductor que ya ni me
determinaba, le dieron un pequeño tubo conectado a un monitor por una
manguerita y un agente dijo inmediatamente, “sople duro!!!” Alfonso inició a
soplar y soplar, no había registro, ni negativo, ni positivo, “Sople duro
haber, le repitió el agente, cuando Alfonso estaba rojo rojo de soplar sin
ningún efecto, el agente se percato que se había dañado el equipo, volvimos
entonces a la moto, ya yo estaba más calmado, Alfonso sacó un papel medio
arrugado que al parecer reemplazaba la matrícula, suplicas y más suplicas se
dejaron venir, esta vez yo apoyé a mi amigo pensando en las consecuencias futuras, el agente por fin se compadeció y nos dijo,
como veo que están como armando su motico, les voy a hacer el parte solo por el
seguro obligatorio, mi amigo dio las gracias rápidamente y aceleró el proceso
con temor que se arreglara el equipo medidor de el grado de alcohol.
Partimos
nuevamente y como es común entre nosotros nos reímos de todo lo que nos había
pasado, paramos a tomarnos la última cerveza, yo quede de pagarle la mitad del
parte por mi responsabilidad en el evento, 56 mil dividido dos y fuera de eso,
me tocaba invitar a la “última” de este
día.
Pasados
dos meses nos volvimos a encontrar donde Hugo y llegó nuestro amigo, en su
Chappy reluciente, con luces, Stop y demás accesorios, se bajo de la moto
lentamente, nos miro y antes de que le preguntáramos cualquier cosa, nos dijo
“TRANQUILOS” ya la tengo vendida.
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