PROBLEMA NO RESUELTO
Oswald Laquer sale apresurado de la
ducha. Está demasiado justo a la hora. Debería estar ya sacando el coche para
partir al trabajo. Mientras se viste, traga casi hirviendo, su café con leche y
mordisquea una tostada. Trae suavemente, lo más silenciosamente posible el
carro frente a su casa, pues no sólo su hogar duerme, sino también todo el
vecindario, y aún brillan las estrellas. Pero es la hora de salida.
Cada día es
un peldaño en la escala del trabajo y la esperanza. Para Oswald es mucho más.
Su mente, su cuerpo, su labor, su afán y justificación de la existencia es la
entrega diaria a la ciencia, la investigación. Algo absorbente que a los demás
mortales les está vedado inmiscuirse. Es tan rápido el avance tecnológico y científico que a veces se descorazona
al no poder avanzar en su conocimiento con la velocidad que demanda, por
ejemplo, el desarrollo de la energía nuclear. En sólo cinco años el tamaño de
los reactores se ha triplicado. Por lo tanto la experiencia y los puntos de referencia
deben estar paralelamente capacitados para enfrentar este acelerado desarrollo.
Pero todo marcha correctamente en su Central. Ya de nuevo al frente de sus
controles, el sólo manejo de los controles, el sólo manejo de los tableros de
mando le da seguridad. Puede relajarse algo y no puede reprimir un bostezo. Su
noche ha estado pésima. La esposa llevaba ya muchas noches cuidando al menor de
los niños y los demás han visto interrumpido el sueño con el fatigoso trajinar,
batir el jarabe para la tos, calmar a la criatura, dar interminables paseos con
el niño en los brazos. Aún con el cambio de médico no acusa mejoría evidente.
La empleada todavía no envía reemplazante. Esta semana se ha turnado Oswald para
que descansen los demás – Qué resistencia poseen las mujeres. Esto es heroico.
Los tres niños, la comida, vigilancia, las compras, el aseo, empleada medio
día, cuando hay y, ahora el pequeño ha salido más delicado que los otros
chicos. Ya vendrá el buen tiempo y mejorará – se consuela Oswald. Pero él tiene
incrustado en los tímpanos el llanto agudo que ha durado casi hasta el amanecer
cuando el nene quedó rendido por un calmante.
No puede
permitirse un joven ingeniero a cargo de la revisión diaria de los
sistemas de control, el perder tiempo en
rememorar desgracias tan poco científicas. Acá todo está normal. Trabajan
cientos de ingenieros verdaderamente
casi sabios en la gran usina nuclear en un engranaje matemático – Oswald
Laquer, eres sólo un corpúsculo inmerso en la magnitud...- La grandeza de la ciencia
no permite a quien la investiga o trabaja, tener una visión completa, sino que
debe aferrarse a una subdivisión de quehaceres en los que se debe desplazar
ordenada y pulcramente. La maestría en el manejo de los controles, hacen de
Laquer, un ingeniero que domina su técnica. Siente ahora una suerte de
cansancio, fatiga, sueño acumulado a través de una semana. Noches tensas,
difíciles con el problema tan doméstico del niño enfermo que se afiebra tosiendo.
Su mente vuelve a su sitio de vigilancia. Algún ruido extraño ahora capta su
oído y no lo comprende. No está permitida una falla bajo su previsión. ¡Maldito
malestar al cerebro! El café no le ha
despejado, al contrario de otras veces. Ahora siente un dolor súbito que le
trepana y cesa misteriosamente. – Sueño, sueño nada más – Hasta pagaría una
suma considerable de su sueldo porque las noches volvieran a ser tranquilas,
silenciosas, acogedoras, en que el sueño limpia como una blanca esponja toda
molestia. Oswald repasa mentalmente los operativos ejecutados en el último
Curso de Prevención de Accidentes. Todos los operadores salieron aprobados por la Comisión Reguladora
de la seguridad de los reactores y él obtuvo la máxima distinción. Está
orgulloso de su puesto y de su responsabilidad. Ha leído volúmenes sobre estimación
de fallas posibles. Un solo informe abarca más de mil páginas. Tendría que
acaecer algo así como una ruptura en cadena de los instrumentos de control en
su totalidad según la Comisión Reguladora,
lo cual es imposible.
Entrecierra
los ojos por el sueño como por una burbuja gigantesca y...
El estruendo
horrible abarca kilómetros...
Frases
breves, espantadizas se oyen en la carrera. El vapor envuelve. Los técnicos,
ingenieros, mandos medios corren despavoridos a comprobar el desajuste en el
sistema de control programado. Es tarde para lamentaciones. Pero nadie atina a
nada y órdenes contradictorias y cortadas se gritan desesperadamente.- Regulación
del vapor -.- Presión del agua del reactor -.- Pérdida de líquido
refrigerante... -.- La burbuja de hidrógeno...
El calor
generado sube y sube y los hombres que no han logrado escapar caen en serie
asfixiados...
Errores
estructurales del edificio, programación para leer temperaturas para leer temperaturas
inferiores a los 370 grados, defecto mecánico en las compuertas de agua del
circuito secundario de refrigeración...La temperatura subió y subió hasta fundir
las envolturas de circonio que protegían el uranio y en ese instante las
pantallas de los ordenadores mostraron sólo signos interrogantes...Lectura equivocada...Pero...
¿Qué paso
verdaderamente Oswald Laquer...?
Relato inspirado en el accidente de la Central Nuclear de
Harrisburg – Pensilvania.
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