La magia de la lapicera
Es noche, cuando el escritor comenzó a
escribir algo extraño ocurrió: la lapicera no transcribía lo que él estaba
pensando. Probó en otro cuaderno, pensó que podría ser el papel,
pero ocurría lo mismo, no apuntaba lo que pensaba. Decidió tomar un descanso,
era muy tarde, se recostó en el sofá, pensando porque la lapicera no
funcionaba, bueno en realidad escribía, pero no sus pensamientos. Un golpe en
la cabeza, lo despertó, eran casi las cinco de la mañana. Se levantó del sillón,
al caminar pisó la lapicera. Era raro, como había llegado hasta allí, estaba
seguro de que había quedado en el escritorio. La levantó, por suerte no estaba
rota. Había sido un regalo de su novia, en su cumpleaños. Para él era un
obsequio muy importante por su valor sentimental. Se sentó frente a su cuaderno, sorprendido,
vio que la lapicera estaba sobre el papel. No entendía nada, la tenía en la
mano, junto las lapiceras, las comparó, eran iguales.
- ¡Sofia!¡Sofia! — gritó- pensando que
su novia había llegado y había puesto la lapicera en el escritorio, pero ella no
respondía. Colocó la que tenía en la mano en el cajón, continuó escribiendo,
que bien ahora transcribía sus pensamientos, había escrito casi media carilla
cuando observó que lo que había escrito en los dos últimos renglones no era lo
que había pensado.
Leyó nuevamente, eran palabras sin
sentido y desconocidas: como si fueran en un dialecto antiguo Asustado se apoyó
en el respaldo del sillón, no era lo que había escrito. Decidió cambiar de
lapicera, abrió el cajón, para su sorpresa, la otra no estaba allí, revolvió
todo sin encontrarla, algo estaba pasando en su mente o alguien estaba en la casa,
comenzó a inquietarse. Tomó su celular, para llamar a su novia, pero ella no contesto.
Se tapó la cara con las manos. Estaba abatido, era posible que tantos días de
encierro le hubiese provocado ese cansancio. Estaba apurado por terminar su novela y
entregarla a la editorial lo antes posible. No quería perderse el viaje a
Europa que tanto había planeado con Sofia.
Le preocupaba, que su novia no
respondiese su llamado, era extraño que no hubiese enviado mensaje. Escuchó un
ruido, la puerta se abrió, al verla se tranquilizó, por fin había llegado. Se
abrazaron y besaron.
- ¿así, cuidas los regalos que te hice?
Dijo Sofia, mostrándole la lapicera- aclarando que había encontrado en el
palier.
El la miró, sorprendido, sin entender.
María, miró el reloj, eran las siete, hora
de despertar a los niños para llevarlos al colegio. Cerró su cuaderno, el
cuento para el taller literario lo terminaría por la tarde. Mientras que
Matilde y Mateo desayunaban, revisó sus mochilas para ver si llevaban sus
útiles, no podía creerlo una lapicera igual a la del cuento estaba en la
mochila de Mateo.