martes, 23 de junio de 2020

María Laura Finocchietto-Argentina/Junio de 2020


La magia de la lapicera

Es noche, cuando el escritor comenzó a escribir algo extraño ocurrió: la lapicera no transcribía lo que él estaba pensando. Probó en otro cuaderno, pensó que podría ser el papel, pero ocurría lo mismo, no apuntaba lo que pensaba. Decidió tomar un descanso, era muy tarde, se recostó en el sofá, pensando porque la lapicera no funcionaba, bueno en realidad escribía, pero no sus pensamientos. Un golpe en la cabeza, lo despertó, eran casi las cinco de la mañana. Se levantó del sillón, al caminar pisó la lapicera. Era raro, como había llegado hasta allí, estaba seguro de que había quedado en el escritorio. La levantó, por suerte no estaba rota. Había sido un regalo de su novia, en su cumpleaños. Para él era un obsequio muy importante por su valor sentimental.  Se sentó frente a su cuaderno, sorprendido, vio que la lapicera estaba sobre el papel. No entendía nada, la tenía en la mano, junto las lapiceras, las comparó, eran iguales.
- ¡Sofia!¡Sofia! — gritó- pensando que su novia había llegado y había puesto la lapicera en el escritorio, pero ella no respondía. Colocó la que tenía en la mano en el cajón, continuó escribiendo, que bien ahora transcribía sus pensamientos, había escrito casi media carilla cuando observó que lo que había escrito en los dos últimos renglones no era lo que había pensado.
Leyó nuevamente, eran palabras sin sentido y desconocidas: como si fueran en un dialecto antiguo Asustado se apoyó en el respaldo del sillón, no era lo que había escrito. Decidió cambiar de lapicera, abrió el cajón, para su sorpresa, la otra no estaba allí, revolvió todo sin encontrarla, algo estaba pasando en su mente o alguien estaba en la casa, comenzó a inquietarse. Tomó su celular, para llamar a su novia, pero ella no contesto. Se tapó la cara con las manos. Estaba abatido, era posible que tantos días de encierro le hubiese provocado ese cansancio.  Estaba apurado por terminar su novela y entregarla a la editorial lo antes posible. No quería perderse el viaje a Europa que tanto había planeado con Sofia.
Le preocupaba, que su novia no respondiese su llamado, era extraño que no hubiese enviado mensaje. Escuchó un ruido, la puerta se abrió, al verla se tranquilizó, por fin había llegado. Se abrazaron y besaron.
- ¿así, cuidas los regalos que te hice? Dijo Sofia, mostrándole la lapicera- aclarando que había encontrado en el palier.
El la miró, sorprendido, sin entender.
María, miró el reloj, eran las siete, hora de despertar a los niños para llevarlos al colegio. Cerró su cuaderno, el cuento para el taller literario lo terminaría por la tarde. Mientras que Matilde y Mateo desayunaban, revisó sus mochilas para ver si llevaban sus útiles, no podía creerlo una lapicera igual a la del cuento estaba en la mochila de Mateo.

2 comentarios:

  1. Hermoso relato Laura. Siempre le ds "ese toque" tan intrigante. Te felicito!!!!!

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  2. Felicitaciones, Laura. Tus finales siempre nos sorprenden. Saludos.

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