martes, 21 de julio de 2020

Luis Tulio Siburu-Argentina/Julio de 2020





EL INSOMNIO DEL FAUNO      

                                           
Villa La Angostura en verano. El Cerro Bayo, frente al lago Nahuel Huapi. A cien metros de altura, recostado contra un árbol en el verde boscoso de la ladera, intentaba dormir Pepe Fauno. Tipo particular si los hay. Mitad hombre y mitad macho cabrío, y cola como de caballo, además de cuernos y orejas sumamente vellosas.
Asiduo concurrente del boliche Dionisio, donde bailaba y se emborrachaba hasta la madrugada. Quizás por eso sufría de un insomnio atroz. Le gustaban las ninfas, soñaba con ellas cuando dormía y cuando no dormía. Las veía tal cual, semidesnudas, aunque en algunos sueños las desnudaba y penetraba, no se andaba con chiquitas Pepe.
Las ninfas eran de Bariloche, hijas del Pocho Zeus y acompañadas siempre por la Pecosa Artemisa, que trataba de cuidar de ellas, aunque no podía hacer mucho pues eran unas pícaras bárbaras que bailaban continuamente y a veces alguna se llegaba hasta el boliche Dionisio y la pasaba bomba.
Estas muchachas eran mortales pero no morían ni de viejas ni por enfermedad. Se iban de esta tierra por algún exceso en una relación sexual o por cruzar distraídamente la ruta de los siete lagos. Eso sí, tenían una gran virtud, engendraban hijos inmortales en sus centenares de relaciones, hecho que traería luego muchos problemas a la Provincia del Neuquén, cuando tenía que pagar primero las asignaciones y después las jubilaciones.
Hay una historia sobre el tema, en este tiempo que va y viene. Un día domingo, se encontraron Pepe Fauno y las ninfas. Ellas se introdujeron en el lago como Dios las trajo al mundo y Pepe se puso loco y las empezó a perseguir. Era un buen y veloz nadador pero las ninfas – ante el peligro- tenían el poder de transformar el lago en un cañaveral y allí se quedó atascado Fauno.
Pero no se frustró del todo Pepe. En la huida, la ninfa Rosaura perdió su precioso chal y Pepe se lo llevó a su guarida, donde lo besó, lamió, acarició y casi seguro alguna perversidad hizo, ya que de lejos una cámara lo tomó y el canal Crónica lo pasó a la noche, con el cartelito de llamar al 144 si la televidente era víctima de acoso o algo más.
Mientras tanto, desde una de las ventanas de la lujosa Residencia El Messidor, observaban todo dos artistas europeos amantes del ballet: el bailarín y coreógrafo ruso Vaslav Nijinski y el músico francés Claude Debussy.
Si bien Villa la Angostura es hermosa, el pueblo en sí es pequeño, sin demasiados atractivos para un rusito y un franchute acostumbrados a las noches parisinas, por lo que ambos se fueron al jardín que miraba al lago – como alguna vez lo haría luego Isabelita – se inspiraron en lo que pasaba entre Pepe y las ninfas, e inmediatamente compusieron “La siesta del fauno”, obra que fue presentada después en París con muchas críticas por su erotismo explícito, alejado de la tradición del ballet.
Nijinski y Debussy, antes que los descubrieran las panelistas de Bendita TV, huyeron hacia el aeropuerto, no sin antes comprar chocolates Benroth para llevarle a Stephane  Mallarmé. Tenían cola de paja, ya que en realidad él había sido el autor del primer poema sobre Fauno. 
Como corolario de esta desopilante anécdota, Pepe Fauno, en su insoportable insomnio, seguía dándole con todo al chal, mientras el autor de este relato preparaba una presentación judicial por plagio de su consigna “El insomnio del Fauno”. ¿Y las ninfas?... bien, siempre de joda, espero encontrarme una en mi próximo veraneo en el Sur. Al fin y al cabo, soy más lindo que Pepe Fauno.

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