Esa extraña mirada
….”El viejo estaba bien muerto. Su ojo
no volvería a molestarme…”
Edgar Alan Poe
De “Corazón delator”
En las tranquilas tardes de los jueves, se reunía el
grupo de taichi, en una pequeña biblioteca del barrio de Saavedra.
Daniela, su “chifu” (en chino, maestra),
siempre les explicaba que el taichi es un antiguo arte marcial chino; es un
arte sanador y que alínea todos los planos: el fíֵsico, el mental, el emocional
y el espiritual.
Úrsula, era una de sus más activas
alumnas y participantes, una mujer muy reservada y sufrida; pero esas tardes
eran para ella, una justa reparación
y un éxtasis.
Daniela, en una de esas reuniones, les
dijo a todos los presentes:
-Es Wilfredo y se va a integrar al grupo.
Wilfredo, ya jubilado, como oficio y
afición; siempre amó a los libros. Había sido empleado de la Biblioteca
Nacional del Congreso de la Nación. Él también buscaba un espacio, que le sea
grato y útil, para crecer como persona.
Desde el primer momento, Úrsula lo
rechazó. Esa sonrisa hipócrita, le recordaba a su “ex”, un “burrero”
incansable, que se jugó el mercadito y hasta los muebles de su casa.. Pero lo
que más le molestaba Wilfredo era esa extraña y penetrante mirada, que le hacía
rememorar al personaje del cuento de Poe: “Corazón delator”: “ ese anciano…tenía un ojo
semejante a un buitre..”.-
No lo podía evitar, cada vez que él se
acercaba a saludarla, antes de comenzar con las actividades; ella sentía una
mezcla de repugnancia y desprecio, evitando todo tipo de diálogo…
Una tarde soleada de verano, Úrsula
decidió ir al supermercado y caminar las diez cuadras, que la separaban de su
casa…
¡Ay!... “Las callecitas de Buenos Aires tienen
un no se qué y sus veredas destruídas. Nuestra protagonista no caminaba bien;
mejor iba a los saltitos y no vio una baldosa floja, error fatal….Y “voló”…
¡Qué mamporro!. Quedó ahí, con los
codos y las rodillas raspadas, sola e indefensa…. Una mano amable se acercó
hacia ella, para ayudarla a incorporarse.
Sí,
era Wilfredo, el “despreciable e insoportable” Wilfredo.:
-Úrsula…¿Se
siente bien?
Y por un instante mágico fue su héroe, su
“Cid Campeador”, su “Orfeo”, en busca de Eurídice. Fue sólo un momento…
Con desdén le contestó:
-
Gracias, Wilfredo, no se hubiera molestado…. Inmediatamente
pensó: “Fue un buen gesto y una buena actitud.”
Fue así, que ella, aunque nunca logró una
gran amistad con su antiguo enemigo; pero ahora, por lo menos, un saludo y una
sonrisa.
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