Llueve
Llueve.
Y la lluvia me embriaga de melancolía.
Como loco tamborilero batiendo el parche de mi alma,
Malbaratando el lugar común de música celeste,
Que hoy, por remanido, no es menos cierto,
Sus gotas lastiman abriendo un tajo
Por el que escapa mi hastío.
Llueve.
Y la apelmazada visión de un tiempo, sin tiempo,
Embarra mis sentidos. ¿Ayer, hoy, mañana?
Da igual. Es ahora que me envuelve el tedio,
Es este el momento de gritar el fastidio
Vástago de horas vacías, insulsas, sin rima,
Que arrastran la quimera de un futuro incierto.
Llueve.
Y un gris plomizo ha ganado mi esencia,
Desterrando la paleta de colores al olvido.
No hay arriba ni abajo. No hay temprano ni tarde.
El antes y el después han perdido sentido,
Como entelequia de un pasado imperfecto
Pero, al menos, autentico, indefectible, no ambiguo.
Llueve.
Y, para colmo de males, afuera brilla el sol.
Es solo aquí, en mi alma, que está lloviendo.
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