Aportaciones a la prevención en salud mental desde la psicología
El actual debate sobre la salud mental en España ha puesto el foco sobre la necesidad de reforzar las plantillas de profesionales de la psicología en la atención a las enfermedades mentales y de su incorporación a la Atención Primaria para desarrollar una prevención efectiva.
Este artículo resume brevemente algunas de las aportaciones de la psicología a la prevención en salud mental y a la atención de los trastornos mentales leves que se desarrollan a lo largo de la vida, o lo que es lo mismo, las aportaciones que la psicología puede hacer desde la atención primaria. No todas las personas desarrollan enfermedades mentales graves, pero todas padecemos “enfriamientos psicológicos” y “pequeñas fracturas emocionales” casi con la misma frecuencia que los físicos.
La psicología ha contribuido a sintetizar las habilidades y competencias necesarias para el desarrollo de una salud mental positiva mediante las llamadas habilidades para la vida. Se trata de diez destrezas básicas que han sido adoptadas por la OMS como el modo más adecuado de educar a los más pequeños y a los adolescentes para afrontar las exigencias y los desafíos de la vida cotidiana. Estas habilidades, también denominadas competencias psicosociales, son un potente motor de salud mental y un factor de protección eficaz de los más diversos trastornos psicosociales.
Empatía, manejo de emociones y sentimientos, manejo de tensiones y estrés, autoconocimiento, toma de decisiones, pensamiento crítico, pensamiento creativo, comunicación asertiva, relaciones interpersonales y manejo de problemas y conflictos
Son las siguientes: empatía, manejo de emociones y sentimientos, manejo de tensiones y estrés, autoconocimiento, toma de decisiones, pensamiento crítico, pensamiento creativo, comunicación asertiva, relaciones interpersonales y manejo de problemas y conflictos.
Los programas basados en un grupo de ellas, las llamadas habilidades socioemocionales, también han demostrado su eficacia cuando se aplican con jóvenes y adultos que no las han adquirido adecuadamente durante las primeras etapas de su desarrollo. Las habilidades socioemocionales se pueden considerar como conductas aprendidas que sirven para relacionarnos con los demás y para expresar nuestros sentimientos. Nos ayudan a integrarnos socialmente y suponen un plus en el currículo para el desempeño de los trabajos de cara al público.
La psicología también pone a nuestra disposición herramientas prácticas para afrontar situaciones estresantes, dolorosas o tristes. Se trata de procedimientos que pueden combinar técnicas cognitivas y emocionales con otras de respiración, relajación o mindfulness que representan buenas alternativas frente a las puramente farmacológicas. Una cosa es afrontar y gestionar adecuadamente la ansiedad que acompaña muchos eventos y circunstancias de la vida, y otra muy distinta, limitarse a reducir el malestar que la acompaña. Cuando la ansiedad no se trata adecuadamente y se cronifica, puede derivar en enfermedades graves e incapacitantes.
Las técnicas, las habilidades y competencias psicológicas no suprimen el dolor, el sufrimiento y la ansiedad, pero ayudan a vivirlos de manera natural y a metabolizarlos evitando efectos secundarios.
Por ejemplo, identificar las emociones y ponerles nombre, reconocer sus manifestaciones, comprender sus funciones y distinguir sus causas son un potente recurso de salud mental que se puede aprender mediante entrenamiento grupal en el centro de salud de nuestro barrio o localidad bajo la supervisión adecuada.
Fomentar la alfabetización emocional o mejorar cómo afrontar situaciones estresantes y/o dolorosas, son algunas de las cosas que la psicología puede ofrecer para mejorar la salud mental y prevenir los trastornos desde la atención primaria
Así pues, fomentar la alfabetización emocional o mejorar cómo afrontar situaciones estresantes y/o dolorosas, son algunas de las cosas que la psicología puede ofrecer para mejorar la salud mental y prevenir los trastornos desde la atención primaria.
Y no solo la salud mental, también la física, porque en los países desarrollados, la salud de las personas depende cada vez más de su comportamiento, de sus hábitos, de su estilo de vida. Las disciplinas psicológicas están más preparadas que las médicas para producir cambios en la conducta. Las personas no cambian de comportamiento simplemente porque se lo prescriba su médico o su médica.
La presencia de psicólogos y psicólogas es muy necesaria en aquellos casos en los que la prescripción principal es conductual, como dejar de fumar o hacer ejercicio físico, y en aquellos casos cuya adherencia al tratamiento es difícil o costoso porque implica cambios en el estilo de vida.
Otra vertiente de la psicología, la social y comunitaria, invita a realizar un análisis colectivo de determinados problemas y un abordaje comunitario de los mismos, mediante un proceso que brinda a sus participantes un gran protagonismo. La percepción de autoría y de agencia personal que acompañan ese protagonismo, son los mejores antídotos contra la anomia y la indefensión aprendida, que son causa de otros trastornos y situaciones de dependencia psicológica. A un nivel local, todavía es posible percibir la capacidad de ejercer influencia sobre la comunidad y sobre las decisiones que le afectan.
La eficacia de todos estos recursos, técnicas y herramientas en favor del bienestar social y la salud mental está fuera de toda duda. Solo hay que buscar la manera de integrarlos en nuestros sistemas educativo y sanitario. En el primero, haciendo que las habilidades para la vida formen parte del currículo que se desarrolla a lo largo de toda la escolarización y formando al personal docente en inteligencia emocional básica para que puedan aplicar los contenidos con coherencia. En el segundo, incorporándolos a la atención primaria, que es desde donde se puede desarrollar una prevención y una promoción de la salud mental efectivas.
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