lunes, 20 de diciembre de 2021

Alicia Schmidt-argentina/Diciembre de 2021


 

RECUERDOS

 

Mi nombre es Laura, en una tarde ociosa, sentada en un sillón, con la luz tenue de una lámpara que acabo de encender.

Los recuerdos que fluyen y navegan en mi mente, uno en especial, que confundió mis convicciones, dando lugar a la duda de aquello que es correcto o incorrecto.

Ciudad de Buenos Aires, algunos años atrás.

Mi lugar de trabajo una clínica, Paraguay y Ayacucho.

Los días transcurrían entre papeles administrativos, pacientes, familiares, incertidumbre y tristezas. Cada habitación una historia. Mi desafío, mantener la calma, sostener una sonrisa, transmitir alivio y esperanza de vida.

Un día de invierno, mañana helada, las circunstancias me colocan de testigo en ese diálogo.

La voz grave de aquel hombre y el médico de guardia que lo escuchaba, aturdido por la situación.

Omar, lleno de amor, comienza el relato de aquello que quisiera olvidar.

Sus ojos con lágrimas, pero firme, con su cuerpo y alma a flor de piel.

La amaba y admiraba, mi referente en la vida, Isabella mi mujer.

Transitamos toda una vida, con alegrías y tristezas. Mi carácter autoritario por momentos, causado por los celos, sí. Surgían al verla a ella con el valor y templanza ante las dificultades, decidida, sin miedos y brillando en cualquier espacio.

Atrapando las miradas en cada lugar. Pero cada situación también me halagaba. Yo sabía con certeza que el amor de Isabella era mío.

Cuántos momentos disfrutamos en ese andar juntos, dueños del mundo, las conversaciones en aquel paisaje de montañas y alerces nevados, risas y lágrimas mágicas en ese mar tempestuoso.

De pronto, esa nuestra vida dejó de serlo en aquel día oscuro.

La noticia que nadie espera: “es tarde y el tiempo ya es poco".

Usted, lo sabe doctor.

Isabella se apagaba en un tiempo débil. Lentamente la luz y magnetismo que irradiaba, fue buscando refugio en días y noches letárgicas.

Yo no lo pude soportar, su mirada expresaba déjame partir, te quiero decir adiós. Tomé el coraje pidiendo perdón, y con mi mano temblorosa desconecté su cuerpo de esta vida, susurrándole tu amor se queda conmigo.

La habitación en silencio y penumbras, de pronto un rayo de sol atravesó el cristal de una ventana, y yo sentí que era Isabella, diciéndome ...

Adiós, ya no hay dolor, la decisión fue acertada.

¿Me entiende doctor?

 

 

 

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