JUGO DE ZANAHORIA
A mis pícaros hermanos menores y primos y…
Jugo de zanahorias. Litros de jugo de zanahoria. Como primogénito, desde muy temprano se había dado cuenta. Sabía que todo sería diferente y más difícil para él… El primer rasguño, el primero reto, la primera paliza, la primera clase, el primer aplazo, la primera burla, el primer interrogante exudado en la primera irrupción de semen nocturno, la primera amiga, el primer amigo, la primer novia, el primer enemigo, el primer trabajo, el primer… Todo sería más exigente, para él, que para el resto de sus hermanos por viniendo… Jugo de zanahorias. Litros de jugo de zanahoria. Entonces exigió, imploró a su enérgica madre, después de interpretar con precoz genialidad, aún imberbe, aquel prospecto de medicina homeopática que aplastara con su primer vehículo tres ruedas… ¡Zanahoria, litros de jugo de zanahoria! Es que debía (debería), tenía (tendría) que ser el más inteligente de todos, el más capaz de los que vinieran (o ya estaban) para encarar los desafíos que sólo el hijo primerizo puede y debe experimentar (soportar) durante la gestación de un incipiente núcleo familiar. Sí, pronto descubriría (ya lo había hecho) que no había escuela para jóvenes e inexpertos padres… Y ellos, sus jóvenes y biológicos progenitores, como tampoco ninguno de sus abuelos antecesores, podrían (pudieron, en su caso) evitarle (al mayor de sus vástagos) la envidia, la inquina y los celos de los demás hijos contra él, el retoño mayor, y tan solo por serlo… Los primeros mimos, los primeros pasos, los primeros regalos, las primeras fotos, los primeros juegos infantiles, los primeros regodeos escolares, etc., etc., etc. Y solo usted, el hijo mayor de una familia de dos o más hijos, podrá comprender de lo que les hablo… Así que, durante los primeros doce años, por lo menos, ingerí litros y litros de jugo de zanahorias. Debía desarrollar una capacidad intelectiva y sensitiva, donde la prudencia de trato, la agudeza de estilo y la resiliencia sicosocial me permitiera superar cualquier atropello o bullying del que sería objeto en un futuro muy próximo, tanto en su ethos familiar como luego hasta en su ethos educativo y social… (…) (Y lo logró. Parcialmente, al menos, mas no de la forma en que se lo había imaginado y esperado. Porque, al final, sólo había conseguido ser el más inteligente y vital de los conejillos de Indias que nuestros progenitores “animal lovers” criaran… Y, en tal sentido, su universo se había trastrocado descendiendo, al menos en el aspecto físico, a un escalón muy peculiar de la existencia en la tabla de las bestias terrestres… Y con el problema adicional que, aunque se pareciera a todos ellos, ninguno podría comprender jamás los pensamientos, sentimientos y abstracciones lingüísticas de un conejillo tan pero tan especial como él…). (Digo, y por cierto, el más inteligente, famoso y querido conejillo de Indias de la Granja Experimental que administraban nuestros consagrados padres veterinarios; se los digo yo, el hermano del medio, el que no existe para nadie, y el que gota a gota y sorbo a sorbo, fue llenándole de zanahorias la soberbia que le crecía en su cabeza y en su estómago, esa que le venía, legítimamente, según él, de ser el mayor, el primogénito, el preferido de todos…, menos –está claro- de un humilde servidor, siempre tratado como a un perro miserable… ¡Grrrr!).-
©ADRÍAN NÉSTOR ESCUDERO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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