IRONÍA
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán.
Jorge Luis Borges
¡Qué ironía, la del Gran Escriba!
Le abrió las puertas del infinito mundo
y al mismo tiempo
le entregó las sombras.
Tuvo al alcance de la mano
aquello mismo que le fue negado,
pero jamás le reprochó, iracundo,
al Dador de semejante afrenta.
El hombre luz, con sus dedos ojos, creó laberintos de trazos imposibles. Fundó ciudades, cartografió tierras, exploró confines. Galaxias, eras, ideas y materia, nada para él era incognoscible.
Con sus ojos escasos
logró ver el universo entero.
Vislumbró todos los libros escritos
en todas las lenguas,
en todos los tiempos,
en todos los lugares.
Aunque el crepúsculo lo cubría, inexorable, tomó las palabras y las volvió diáfanas. Ellas se le entregaron como vírgenes enamoradas; se preservaron puras para que él las fecundara.
Vivió en un paisaje de formas indecisas,
pero nunca la vida le resultó carencia.
Del hombre luz,
de su mente prodigiosa,
brotó un manantial
que no se agotó nunca.
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