CONEJITOS DE PASCUA
“Nunc Dimittis”, citó Tabith Lee (y nadie entendió nada.)
Mi Nona era una bruja de Talento en eso de inventarnos cuentos espeluznantes. Cuando escribía lo hacía Siempre (apuntando) al Corazón y, de hecho, se inspiraba echando un vistazo de reojo a sus cuadros de otoño, donde pendían –impávidos- los rostros adustos de sus maestros de terror contemporáneos; es decir, tipos como S. King, C. Barker, T. Sturgeon, C.S. Gardner, R. Campbell, S.R. Donaldson, A. Ryan y M. Bishp, entre otros. Aquella vez La Silla de los Escalofríos se mantuvo quieta, tan vieja como ella, hizo vibrar con el Destemple de su golpeteo, hasta los mismísimos demonios que habitaban En las Tinieblas de su mente... Su inspiración deseaba ahora lograr dos cosas: homenajear a aquellos inofensivos creadores de miedo, resucitándolos de algún modo de Entre los Muertos; y, también, dar un manifiesto Manifiesto de Vida a El Club del Sol… El Club de su nieto Petey y de su amigo, El Chino Loco… Sí, El Club del Sol o El Cuarto de Goma, donde todo se tornaba abrumadoramente brillante, flexible y… Entonces, para el primero de los delirios u objetivos hizo algo aparentemente simple: tomó el índice del TOMO I – “Horror”, seleccionado por Charles L. Grant, sobre relatos de sus autores preferidos en el género, y urdió uno citando –ordenada y respectivamente- los títulos de dicha antología, reunidos por Ediciones Martínez Roca, S.A. – Barcelona (España), 1993. Y, después de cavilar un poco, se convenció de que su historia bien podría dar respuesta a ambas inquietudes… Con ella, El Club también tendría su deseado Manifiesto Fundacional. Unos Pordioseros tocaron a la puerta, pero mi Nona no se movió de La Silla ni dejó de teclear su arcaica máquina. Charles L. Grant era un exigente compilador, y para ser aceptada como escritora por su genio diabólico, este argumento no podía sino celebrar lo que acontecía, precisamente ahora y caserón de por medio, en El Patio Trasero de (don) Canavan (aquel rojizo, solitario y aburrido vecino de barrio)… Sí, mi Nona había estado más atenta que nunca sobre lo que allí sucedía, mientras acompasaba los chasquidos leves y susurros verdosos de unos huesos vivos que parecían moverse, afuera, merodeando el vetusto jardín… No cabían dudas; casualidad o no, Algo Repelente habitaba El Patio… … Pero sólo pudo imaginarlo por sus gemidos y olores nauseabundos, en tanto El Gusano Conquistador, al grito de: ¡Muerte al Conejito de Pascua!, despellejaba los restos -por cierto, “abrumadoramente brillantes y flexibles”, típicos de la puesta en escena de El Cuarto de Goma- de unos Bebés Grávidos en su estertor todavía a causa del secuestro del Hospital del barrio, y el lento, lascivo y posterior asesinato al que habían sido sometidos, precisamente, por su nieto James Petey y El Chino Loco, en una de sus –hasta hoy- desconocidas y escalofriantes Ceremonias Macabras con que solían festejar –según lo constató- las principales fiestas religiosas heredadas de una piadosa familia cristiana… (… Lástima que fatal y malignamente volcados hacia el lado oscuro de esas noches sin lunas ni lluvias, donde El Bosque Contiguo Ardía en orgías de hechizos escabrosos y cómplices de sus travesuras de jóvenes perversos e impiadosos iniciados en el arte de la brujería, mientras el planeta giraba y giraba, tontamente -sin saber por qué ni para qué-, hacia los umbrales de la Nada).
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