LAS BRUJAS DEL APOCALIPSIS
Cuando mi bisabuela muerta parió seca, las parteras no
pudieron hacer a la luz a mi abuela. Ella nació ahorcada
por el cordón umbilical de la santa vieja.
Cuando mi abuela muerta dio a luz a mi madre, la frágil
calavera de mi antecesora ya estaba colgada en el perche-
ro entre la mampara ovalada y el diván de felpa roja.
Cuando mi madre muerta me trajo, entre dolor y llantos,
por ser yo demasiado gruesa, mi mortaja estuvo sentada
frente al espejo de la cómoda de ébano.
Cuando muerta alcancé la edad madura de la menstrua-
ción, vino mi hija yerta y blanca y se quedó para siempre
en la habitación de balcones por donde la noche entraba
muda.
Así nuestra dinastía jamás compartió ni un desayuno con
la lectura de Baudelaire, o el final de cena con la música
de Bach.
De tal suerte aconteció, porque cuando nació mi bisabuela
muerta guardó en su armario estilo rococó, una mariposa
nocturna dentro de una caja redonda y amarilla parecida a
la luna. Se dijo que la mariposa era un dios hecho polvo.
Fue así como ninguna de las cinco muertas, nos atrevi-
mos a abrir esa caja redonda y amarilla parecida a la luna.
De algún modo, tuvimos miedo a ser obligadas a nacer
vivas en medio de esa casa de adobe y tierra.
La Generación de las Palomas
Tomado del Grupo Literarte del Facebook
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