COFRE DORADO
Un rostro en la penumbra del atardecer
pierde sus contornos en el fúlgido dorado.
Esa mujer que me hace renacer
con su desnudez en el valle despejado
busca la flor con la cual ha de permanecer
para siempre en mi cofre tan amado.
Una mano extendida en la calle solariega
desnuda la más fúlgida añoranza
que en agitado océano navega.
Y con mi voz de curtida destemplanza,
que hacia el horizonte se despliega,
busco de la eternidad su utópica esperanza.
Tomado del Grupo Literarte de Facebook
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