Retrato de familia
Anciano y con algún que otro achaque, Don Juan, dormitaba sentado en su sillón frente al televisor, no le importaba qué canal tenía sintonizado ni que imágenes aparecían en la pantalla. La casa estaba por demás silenciosa y la tele encendida hacía que él no se sintiese tan solo. Sobre sus rodillas descansaba el álbum familiar de fotografías. Una foto en particular hizo que en ese preciso momento una sonrisa placentera se dibujara en su rostro surcado por los años. Sumergido en sus recuerdos, Juan tardó en contestar al requerimiento del teléfono.
-Papá, ¿estás bien? ¡Tardaste en contestar! ¿Dormías?
-Posiblemente Laurita, al menos estaba soñando.
-Oye papá, Pedro, esta noche tiene pensado hacer asado, si te apetece al atardecer pasaremos por tu casa y te venís con nosotros. Tu casa” dijo su hija. “Mi casa” rectificó él, recordando aquel día ya tan lejano cuando por la Panamericana iba conduciendo a velocidad moderada como si pretendiera demorar la llegada al destino. Un cosquilleo desconocido se instaló en su interior, por primera vez los padres de su novia, lo habían invitado a participar de un evento familiar. Festejaban a lo grande los 100 años del “aby,” Juan cruzó los dedos, ansiaba fervientemente ser bien recibido. No tuvo necesidad de batir palmas para anunciar su llegada. Dorita lo estaba esperando en el jardín, cosa que él le agradeció cariñosamente. Aún no se había cerrado debidamente la puerta tras su espalda cuando Juan se encontró rodeado y requerido por todos los allí presentes. Todos querían ser los primeros en ser presentados: apretones de manos, cariñosas palmadas en la espalda, besos y... ¡Vaya qué gusto en conocerte! ¡Bienvenido muchacho! Le dijo la mamá de su novia dándole un beso en cada mejilla. Se sintió reconfortado y brilló en sus ojos una luz de esperanza.
“Atención por favor, ya llegó el fotógrafo. ¡Vamos, vamos! Apurando que no se pase el asado. Vengan todos al rededor del “aby”, los pibes delante por favor, tu Dorita dile a tu hermana que siente a los mellizos en la falda del cumpleañero” Requería voz en grito Doña Rosa la abuela de Dorita.
Juan quedó rezagado apoyado junto a un ventanal. Huérfano desde muy temprana edad, criado por sus abuelos, añoraba el no haber tenido una familia numerosa.
-¡Eh Juanchi, -gritó Don José- Si no pensás “borrarte” colócate junto a mi hija!
Sí, dijo emocionado Don Juan mirando el retrato familiar: el primero de la izquierda era él, joven, alto, delgado y sonriente junto a su amada Dorita integrando la piña familiar en una fotografía dónde cinco generaciones quedaron detenidas en el tiempo.
Ese fue el primer día qué pisó “su casa” como bien dijo su hija.
Buenos Aires 28/01/2001. Día en que mi padre cumplió 100 años.
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