martes, 18 de octubre de 2022

Angélica Marengo-Argentina/Octubre de 2022

 

  Los grandes escritores también fueron a la escuela (y tuvieron errores de ortografía)

“La perfección se logra no cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no queda nada más por quitar”.

       Antoine de Saint-Exupéry

 

“Escribir es fácil. Lo único que tienes que hacer es tachar las palabras incorrectas”.

Mark Twain

 

Un artículo de opinión, de un autodidacta amante de la psicología y la filosofía, profesora de educación primaria común y especial.

El escritor y pedagogo León Tolstoi (1828-1910) nos dice en sus Cuadernos pedagógicos:

 

Una prueba irrefutable de que el pueblo es inculto es que no hay una literatura de la gente común y sobre el hecho de que a la décima generación se la tenga que obligar a ir a la escuela de la misma manera que se obligó a la primera.

 

En educación hemos llegado al nivel de tener que salir a gritar obviedades para desarmar tantas malas costumbres y prejuicios. Los chicos no tienen sólo derechos sino también deberes.  

En las Pruebas Aprender recientemente publicadas, el 44% de los alumnos de 6° grado tiene dificultad para comprender textos; se conocieron los resultados que demuestran que la pandemia produjo un deterioro en el aprendizaje de Lengua. Hay, asimismo, diferencias socio – económicas. En los estudiantes de menores recursos, el porcentaje que no llega al nivel básico de interpretación de textos es del 43,1%, mientras que en los sectores más ricos ese porcentaje es del 8,6%.

Leer es un proceso complejo, que requiere construir aprendizajes complicados, y dominar determinadas habilidades y destrezas: es mucho más que conocer las letras, saber cómo suenan, cómo se escriben y entender cómo se combinan. El proceso de lectura forma parte de las habilidades de comunicación y del desarrollo tanto del lenguaje como del pensamiento. Leer implica entender estructuras sintácticas y comprender el sentido literal y completo del mensaje. Dominar los procesos de lectura consiste en ser capaces de leer adecuadamente y comprender lo que se lee, interpretar el mensaje que aparece en el texto escrito.  

En una sociedad como la actual, donde se requieren personas altamente calificadas, leer y comprender lo que se lee es imprescindible para avanzar en el camino del desarrollo personal. Si entendemos el proceso escrito, entendemos el sentido de los diferentes mensajes, pudiendo construir aprendizajes significativos: “Si lo comprendo, lo aprendo y no lo olvido”.

Por otro lado, este proceso de lectura está vinculado con el proceso de comunicación, es muy importante poder comunicarse con los demás por escrito y oralmente.  Leer ayuda, por lo tanto, a hablar y pensar. Para poder tener pensamiento crítico y una postura determinada y poder manifestarla es imprescindible la lectura comprensiva ya que nos aporta estrategias.   

Volviendo al ámbito escolar, muchos son los motivos dados para “explicar” los malos resultados educativos:

1.       La pandemia

2.       El desfinanciamiento

3.       La situación socioeconómica         

Pero aun así, no simplifiquemos. ¿El desfinanciamiento afectó sólo a la lengua y no a las matemáticas donde los resultados se mantuvieron estables? Muchas son las razones de este “fracaso” y no atañen sólo al ámbito educativo institucional, aunque este es uno de sus pilares.   

 

Si no eres lector literario, no puedes formar lectores literarios

Tanto las familias como la escuela son responsables de no formar lectores literarios. Si el encierro obligatorio es uno de los motivos de las bajas notas del test de referencia, es porque no se ha fomentado el hábito de la lectura en el hogar. Un niño que lee desde temprana edad va desarrollando el hábito lector que le permitirá relacionarse con el mundo desde la libertad con la posibilidad de aprehenderlo. En este sentido, los adultos debemos incorporar la idea que la lectura va más allá de lo estrictamente académico y del ámbito escolar, ya que por estos días es imprescindible insertarse en la sociedad desde un lugar de conocimiento, espíritu crítico y compresión del mundo que los rodea.

Con el fin de crear el hábito de la lectura, es necesario propiciar un ambiente silencioso, tranquilo y de poca distracción, donde se sientan cómodos y sin las presiones de la vida actual (horarios de actividades); por eso se sugiere leerles antes de dormir, momento ideal para sumergirse en un mundo de fantasía o de temas que interesen al niño. No siempre es necesario leer libros de cuentos, se puede fomentar la lectura con comics, o con temas científicos que sean de su interés. El adulto cercano al niño es un mediador fundamental en la creación de este hábito, y de no ser la familia, deberá ser el maestro. Pero con la pandemia fue imposible la llegada de otros facilitadores ajenos al entorno familiar. En este aspecto hemos perdido dos años preciosos en la infancia.  

Luis Castellanos, filósofo y pionero en la búsqueda del sentido positivo del lenguaje, nos dice: “Las palabras nos enseñan a ver y a encontrar el lado favorable de las cosas, nos ayudan a protegernos de la vida que tendremos en un futuro con el propio lenguaje. Y éste nos acompañará hasta el último día”.  Vaya que es importante el lenguaje en nuestra vida. Y si la educación no nos ayuda a forjarlo, las sociedades cada día más reflejarán esa falencia. Y continúa: “Las palabras construyen todos los días nuestros relatos, forjan nuestra personalidad y nuestra memoria, nuestra capacidad de ver el mundo”. En el campo de la educación, según este filósofo, el futuro, nuestros sueños, nuestro accionar se forja palabra a palabra, ya que nos aporta la capacidad del cerebro de ser más rápido, de estar más atento y concentrado, aporta energía y creatividad. Nos hace más inteligentes, y la inteligencia es el camino al futuro.

 ¿Y cómo podemos trasladar la importancia de la palabra a la educación? Si tomamos como parámetros los Principios de la inteligencia emocional de Daniel Goleman, psicólogo, periodista y escritor estadounidense, aplicados al lenguaje, podremos:

 

1.       Tomar conciencia de nuestras emociones y traducirlas en palabras (Autoconciencia).

2.       Poder elegir nuestras emociones, poder regularlas desde la palabra. De esta manera adquirir autonomía emocional (Autocontrol).

3.       Tener autonomía eligiendo qué palabras me afectan y cuales no y poder regular esa emoción. (Autonomía).

4.       Relacionarme con los demás y conmigo mismo.

Pero volvamos al tema que nos preocupa: ¿Cómo es que ocho de cada diez niños no comprenden lo que leen? ¿Cómo llegamos a esta situación? ¿Cuál es el proceso en el cual la sociedad irrumpe en lo educativo modificándolo?  Lo que le corresponde a la sociedad es el mal uso del lenguaje - difícilmente aceptado hace unos cuantos años atrás - y que, por estos tiempos y por falta de firmeza, se ha ido aceptando que lo que se dice se escribe. A esto lo denominan “ortografía natural” y se trata de la completa correspondencia entre sonido y grafía, trayendo como consecuencia faltas ortográficas gravísimas en la población. Es una discusión planteada en el siglo XXI y que excede nuestras fronteras, en el mundo se discute si continuar con los antiguos parámetros de formación y corrección o el aceptar el “vale todo” siempre con el objetivo de que la persona se pueda expresar libremente. Una discusión maniquea que no tiene fundamento científico alguno. En definitiva, Daniel Kahneman, psicólogo y economista, primer psicólogo en ganar un premio Nobel de Economía, asegura: “Todos queremos tener una buena historia con un protagonista decoroso”.

 

Así escribes, así lees y así piensas.

Esto lo explica con detalle el profesor J. Richard Grenty en un artículo publicado en Psychology Today: “La formación explícita sobre ortografía puede ser el eslabón perdido para el éxito educativo. Los científicos señalan que la ortografía y el deletreo son la chispa que prende la llama de la lectura en nuestro cerebro”. En otras palabras, Daniel Willingham en Raising Kids Who Read: señala al respecto:

 

Nuestro cerebro utiliza estas herramientas para decodificar de dos maneras distintas las palabras: por una parte, proporcionando sonido a las palabras; y por otra, uniendo las letras escritas sobre la página a las representaciones básicas que tenemos almacenadas, algo de lo que se ocupa la región occipito-temporal del cerebro, y que permite identificar rápidamente una palabra.

 

Por lo expuesto hay suficientes razones para seguir defendiendo la corrección de la ortografía y la aplicación de las normas aprendidas, así como la realización de dictados, análisis de errores o ejercicios, las herramientas que durante años sirvieron para el conocimiento de la ortografía.

“Paradoja educativa: La mitad de la gente cree que la educación es mala, pero el 90% dice que la de sus hijos es buena” (Ricardo Braginski, Clarín, agosto 2022).

Alejandro Mordorowitz, Licenciado en Economía especializado en Economía y Financiamiento de la Educación, consultor y docente del IIPE-UNESCO agrega:

 

Sería raro que los padres dijeran que la educación de sus hijos es deficiente, caso contrario la pregunta sería por qué siguen yendo a esa escuela y no a otra. Así como esos resultados explican por qué no hay demandas de mejoras y de más recursos para educación, también dan pistas de por qué son funcionales a los gobiernos: nadie (les) exige nada. Por tal motivo, esa percepción se mantiene con los años. No porque no cambie la educación, sino porque no cambian los padres.

 

Las capacidades no se pueden enseñar sobre la nada misma, se asientan en contenidos. Lo que se enseña en una escuela debe ser decidido por profesionales de la educación: ser padre o madre no otorga capacidad ni autoridad en esta cuestión.

Entonces, muchos pueden ser los motivos para esta nueva “desalfabetización social”.  El debate sigue abierto, pero algunas de las posibles respuestas se encuentran en buscar una mejor calidad educativa, volver a los viejos parámetros y formatos de enseñanza tales como el dictado, el corregido de cuadernos, la toma de dictados y lecturas en voz alta.

Para finalizar, según un estudio del Instituto Cervantes en Manila en 2006 y relatado por David Sánchez-Jiménez en New York City College of Technology: “La buena ortografía no depende tanto del grado de dominio que el estudiante tenga de la lengua como del buen hábito escritor del estudiante, hecho que tiene importantísimas implicaciones para la didáctica de la ortografía”.

La causa más frecuente del error, no obstante, no es el desconocimiento de la regla, sino la desatención, el despiste o la fatiga. Es decir, no se trata de que el alumno no supiese escribir bien la palabra, sino que estos elementos lingüísticos le resultaban accesorios y por ello decidía marginarlos de su producción, frente a otros aspectos gramaticales que centran su atención, así como priorizar el manejo de los aspectos implicados en el proceso de composición escrita para comunicarse con el receptor del mensaje. Es un buen resumen de lo que ocurre cada vez más con la ortografía, cuya importancia se relativiza en favor de otros componentes de la comunicación, lo que provoca que cada vez nos cueste más entender los textos escritos.

“He invertido toda una mañana en corregir un texto del que, finalmente, solo he suprimido una coma. Por la tarde, la restablecí” (Oscar Wilde).

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