miércoles, 14 de diciembre de 2022

Fernanda Iñarraireigui-Argentina/Diciembre 2022


 

Caballo de calesita

La mañana va despertando con su luz de primavera, arrullada por el piar de los pichones que claman por su desayuno mientras el dulce perfume de las flores se entrelaza con el olor a pan recién horneado tan característico del lugar.

Es temprano, apenas amanece. La calesita sin niños, gira y gira, en su danza  invita a bailar pero los niños aún duermen, soñando con los angelitos y en brazos de sus mamás.

De pronto, por la pequeña puerta de colores que quedó en un descuido entreabierta, uno de los caballitos de madera escapa al trotecito.

Sin prisa se acerca a la fuente, dejando gozoso que el viento fresco le peine sus crines revueltas. Mueve su cabeza y bebe. Mientras bebe, minúsculas gotas se posan gentilmente en su lomo despintado.

 Hubo un tiempo en que el caballito era nuevo, un artesano lo había pintado, soñando con la dicha de los niños que lo montarían. Manitos que lo acariciaron vuelta tras vuelta, día tras día, año tras año, se fueron llevando esa pintura, cambiando brillantes colores por huellas cariñosas que el caballito valora más que nada.

Hoy, cada gota es un arco iris. Vida que devuelve a esos pedacitos de  madera, siempre ávidos del tesoro que guarda la fuente, la sutil caricia de su humedad.

La fuente y el caballito comparten desde hace una vida  la plaza, la risa de los chicos, las charlas de las mamás y las abuelas, los paseos de enamorados, el canto del pochoclero…

Transitan juntos las sucesivas estaciones, cada una con sus maravillosos momentos. La llegada de las golondrinas y retoños en primavera, los extensos días de corridas y juego en verano invadidos de aromas, flores y chicos que están de vacaciones. La partida de las golondrinas y la llegada del otoño con sus tonos amarillos, rojos , sepia y el crujiente sonar de las hojas al ceder bajo el paso del paseante . La indefectible presencia del invierno con su refrescante viento que despeina, despabila y acompaña al pasar a bufandas coloridas que ondean devolviendo el color a días grises y envuelve a todos con su sol amorosamente cálido y sutil.

La ilusión de los “deseos”  en forma de monedas vuela hacia las aguas danzarinas de la fuente o se cambia por boletos multicolores para dar embriagadoras vueltas transportando a los soñadores hasta lugares insospechados cuando eligen la calesita. Cuánta magia!

Suenan las campanas de la iglesia. Bandadas de pájaros emprenden su huida hacia un cielo azul claro que los espera, en un sonoro aleteo que despabila al sediento. La panadera saca el canasto para las bicicletas, gesto cariñoso y familiar que invita al vecino a buscar su pan y por el rabillo del ojo llega a descubrir con asombro, al caballito que vuelve a su lugar en la calesita y se acomoda.

La panadera entra al local ensimismada, no está segura de lo que acaba de pasar, su pensamiento de madre cree que fue sólo su imaginación pero la niña que aun lleva adentro está segura de que el caballito que tantas veces la acompañó a recorrer el mundo, esta mañana se despertó con sed y para variar un poco…salió a dar una vuelta.

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