A BORGES
Ni lo sublime, ni lo mundano,
Nada escapó a su mano.
Supo cantar a la estirpe
Universal de la raza
Y desgranar las migajas
De las miserias en tango.
La verba que le dio gracia
Y lo catapultó tan lejos
Reflejaba en los espejos
Donde se desnuda el alma.
Veló sus ojos el tiempo, quizás,
Por no ver tan alto
A un Dios, que ya de muchacho
Puso una pluma en su mano.
Firuleteó una milonga
En los espacios de un párrafo
Dónde la tinta brotaba
Desde el alma al arrabal
De aquella esquina rosada
De salón, baile y coraje
La sangre gaucha naciente,
La tradición y el puñal.
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