lunes, 24 de julio de 2023

Alex Russel/Julio 2023


 

Capítulo IV

Abre los ojos Mamá

 

A veces pienso que no puedo seguir con esto y sueño muchas cosas que en ocasiones no sé distinguir dónde es que estoy y cuál es mi realidad, para eso te tengo aquí, amigo lector, tú me guías en cada paso que doy en esta búsqueda con mi pasado.

Los detalles de mi mamá habían mejorado mucho desde hacía unas semanas atrás. Llegó con una sonrisa extrema, más viva que nunca. Podía sentirla como se hacía más grande, como si dijera " yo soy fuerte y conmigo nada, ni nadie puede".

Una de las razones por la que estaba así, sencillo, su cabello había vuelto, aunque no largo, pero ya podía peinarse y esto era muy agradable para ella. Ese sencillo acto de tener algo que cepillar por las mañanas y a todas horas, era la razón por la cual tenía esa sonrisa, señalando esta vez que lo tenía más crespo y diciéndole a sus amigas que ya dentro de poco podría hacerse distintos peinados. Todo estaba bien, ella era pura luz y eso la hacía ver radiante.

Ya de eso ha pasado uno pocos meses y estamos en el 2006 y con cada día se acerca la fecha que hasta hoy evito, a pensar que será imposible parar. Sé que todo debe seguir con su orden natural, pero no es necesario recordar las veces que de niño me dije que por qué no me había ido yo en vez de ella. Me hizo tanta falta, también a mis hermanos, mas no podía controlar a ese sentimiento que invadía de nuevo mi cuerpo, pero sabíamos que está imposible.

Era uno de esos días, está vez con un sol que irradiaba cada pedazo de la ciudad, dándole de un lado y ocultando cualquier sombra, a pesar de todo en muchas ocasiones perdía la noción del tiempo y no sabía a ciencia cierta qué día del pasado era el que estaba viviendo. Se sentía tan bien ver a mi mamá recuperándose, que realmente era difícil pensar en las otras tantas cosas que tenían que pasar.

Caminé hacia el turno médico de Rosita. En muchas ocasiones ocultaba mi teléfono Android, algo avanzado para la época en la que estaba, así que mientras transitaba oír las canciones del disco Smile de Katy Perry, o las canciones de la banda sonora de la película Call me Cruella era lo más natural y esa canción que hacía que mi piel se erizarán que recién me había dedicado mi novio.

Todo estaba bien y juro que era así hasta que llegué, saludé al doctor Muñoz y este apenas podía responderme el saludo.

—Tienes que sentarte un momento Robert López —me dijo con la voz apagada.

Él nunca me había llamado por mi nombre y sabía que algo ya no estaba bien. Rápido miré el calendario, estábamos a meses de acabar el año y mis ojos se llenaron de lágrimas, incluso antes de que él me lo dijera.

—Chequeando los análisis y las consultas de Rosita, hemos analizado y no está tan bien como creíamos.

Mi cuerpo se tumbó al suelo como si cayera una fruta madura de un árbol antes de que el doctor terminara de explicar lo que me estaba diciendo.

Volví en mí después de unos minutos, el doctor me echaba aire con su libreta de apuntes, se encontraba un tanto asustado. Me explicaba que había sufrido un desmayo, incluso me dijo que me podía coger el día libre porque aún lucia pálido, pero le dije que no, tenía que estar ahí.

Hoy no quería sentir ese tocar en la puerta, ya hasta con un ritmo distinto para asegurarnos que era ella, pero fue así y está vez tendría que fingir que todo estaba bien, por lo menos hasta que recibiera mami está terrible noticia. Ella llegó igual que en las últimas consultas, con una sonrisa inmensa que llenaba de felicidad a cualquier doliente. Era mi heroína y así será de por vida, mi eterna guerrera.

—¿Cómo está todo por aquí? —dijo besando nuestros rostros con ese carácter que la distinguía.

 

Esta vez llegaba acompañada de mi papá, al cual también se le notaba la alegría en sus ojos de ver a su mujer en tan óptimas condiciones. Imagino que era inevitable no sentirse bien por el más que visible mejoramiento de un ser querido.

Ella miró hacia atrás mientras el doctor hablaba y me sonrió como una niña, notando algo inusual en mi mirada y con señales en su rostro me preguntó sobre lo que me atormentaba. Le dije que no me hiciera mucho caso, que hoy no estaba en mis mejores días.

Ella pidió un momento para ir al baño que no había tenido tiempo anteriormente y me hizo señas para que la acompañara.

—Ahora me vas a contar que es lo que te tiene así —me dijo curiosa afuera del salón.

—Rosita es algo muy personal, pero bueno eres alguien a quien le he tomado mucho cariño, estoy luchando para que mi padre y muchas personas que piensan como él me acepten —le dije si tener idea de que decir.

—¿Y qué pasa? ¿Qué tienen que aceptar?

—Me gustan los hombres —le dije esperando ver su reacción está vez.

—Mira, realmente no sé qué decir, no es algo a lo que esté acostumbrada realmente, pero te puedo expresar que si es tu padre no tendrá de otra más que aceptarte, al igual que todas esas personas, te digo de corazón si uno de mis hijos fuera homosexual yo lo apoyará en todo lo que quisiera.

Me llenó el alma de vida y eso me mantuvo y creo que me mantendría por el resto de mi vida con la seguridad de que ella me ama allá arriba donde esté.

Volvimos a la consulta, donde mi papá no paraba de llorar. Me acordé de lo que estaba pasando. Mi mamá fue corriendo hacia él y preguntó la razón del por qué estaba llorando. Las palabras del señor Muñoz resonaron en sus oídos y pude ver cómo dejó caer su cuerpo en el asiento, miró a mi papá y aún con lágrimas en los ojos le dedicó una sonrisa, aunque sonará paradójico, ella lo consolaba a él.

Esta vez su sonrisa era una triste y aunque quisiera esconderla no podía. Salí corriendo al pasillo antes de que se fueran del hospital y la abracé, ella lo hizo con la misma e incluso más fuerza que yo.

—Todo va estar bien —le dije al verla, así como estaba.

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