domingo, 17 de septiembre de 2023

Jorge Baudes-Argentina/Septiembre 2023


 

El monstruo de dos cabezas

               Acarició el acerado maletín mientras su mente divagaba recorriendo la historia reciente de su emblemático país. Surgido de una rebelión por el té, injustamente encarecido por los ingleses a través de tasas tributarias que ahogaron a los colonos, su tierra fecunda recibió los aportes de una pujante y creciente inmigración la que fue poblando el extenso territorio, conquistó praderas y venció a la intemperie. Allí surgieron  el petróleo, las cosechas y la industria. Floreciente país,  enhebró costumbres y raigambres con un singular espíritu de lucha que los cohesionó y  refundó después de cada caída, de cada prueba a la que fueron sometidos. Dos impiadosas guerras diezmaron su caudal humano pero su presencia de Estado gendarme le dio el predicamento necesario para ganarse el respeto y ponderar la paz, sostenida en Tratados y acuerdos geopolíticos. El mayor conflicto que tuvieron que afrontar fue la guerra fría donde la tensión llegó hasta la exasperación en una inútil pulseada entre dos gigantes. La coherencia primó al final y cada bando debió concentrar sus fuerzas en una economía que marcaba tan abismales diferencias de clases como fagocitaba mercados por la falta de nuevos consumidores.

                  Nuevos desafíos tocaron a la puerta del gigante. La inmigración se hizo moneda corriente ante la hambruna de las regiones rezagadas y un fundamentalismo irracional  fue tomando protagonismo mientras avasallaba culturras, credos y débiles gobiernos.

                 La puja por el poder dio nacimiento a nuevos movimientos y a partir de ellos inhumanos dictadores que sembraron el terror en sangrientas jornadas de barbarie tanto en París,  en Niza o Barcelona.  Ni calles, ni paseos quedaron al resguardo. Las víctimas sumaban mientras la razón seguía perdiendo..El fin parecía mucho más cerca que el comienzo.

            ¿De qué valían tantos reconocimientos a lugares históricos, naturales o científicos?  Al final,  esa Sociedad de Naciones que una vez se creara a  sí misma como el símbolo de la superación de las antinomias, probaba nuevamente que el hombre, es el peor enemigo de sí mismo.

 

 

             Una vez más puso la mirada sobre el plateado maletín, alcanzando a vislumbrar en su interior, apenas abierto, el rojo interruptor del que tantas veces se había hablado. Recordó apocalípticas películas, encendidos discursos en la ONU y promesas de múltiples gobernantes que pregonaban el ansiado desarme. Muchos accedieron a la iniciativa. Otros en cambio, ocultaron sigilosos, sus más insospechadas y oscuras determinaciones.

            El laser de un satélite de la Nasa escudriñaba  en la selva guatemalteca en búsqueda de reliquias arqueológicas ocultas por los antecesores de la conquista, tal vez para preservarlas de saqueos y aniquilamientos como sufrieron sus primitivos y prósperos habitantes. Sin embargo, la tormenta solar decidió a los técnicos el cambio de su derrotero quedando circunstancialmente  orbitando sobre una coordenada que atravesaba la península de Corea.

            Fuertes concentraciones de tropas y de armamentos  fue el alerta  que activó el protocolo. La Junta del Estado  Mayor fue terminante: Habría que intimidar y disuadir al dictador de turno que ofrecía inmolarse en un holocausto sin precedentes  poniendo en estado de extinción a gran parte de nuestro Planeta. Los mensajes fueron remitidos sin demora. Se activaron los sistemas de defensa y el protocolo de alertas pasó rápidamente del verde al amarillo y de  éste, al anaranjado, con la premura que los acontecimientos determinaban.

             La línea roja estaba activada esperando el llamado que detuviere el conflicto. La sinrazón no tenía cabida una vez más en la mente humana. El líder del gran Imperio deslizó suavemente su índice en el aire con actitud de reprimenda y, al dejarlo caer pesadamente sobre el iluminado tablero desencadenó la furia de las bestias enjauladas.

            En Pionyang, una lánguida voz aterrada por la señal de los misiles que se aproximaban hacia su región, repetía una y otra vez, ya casi sin fuerzas…‑ yo acepté el ultimátum de  dejar las armas…- Yo acepté el ultimátum de dejar las armas…

 

 

           Varias figuras de extraña y mortífera belleza se fundieron en el cielo del lejano sudeste asiático formando un collar de hongos que estremecían el suelo, quemaban el aire, devastaban pueblos. Un sordo silencio acompañó la escena. Hasta el cielo se cubrió de lágrimas. Otra vez más, el hombre era su propia víctima. La humanidad volvía a su punto de partida.

          Habría que empezar todo de nuevo…        

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